En la revista lisboeta Expresso publicaba Ricardo Marques, el pasado 15 de agosto, un información sobre diversas investigaciones en marcha para hallar barcos negreros naufragados en fondos accesibles. Bajo el título “Esclavos de la memoria”, Marques cuenta en concreto el hallazgo del pecio del navio portugués SÂO JOSÉ PAQUETE DE ÁFRICA, que partió de la isla de Mozambique (al norte del actual Estado mozambiqueño), el miércoles 3 de diciembre de 1794 con destino a Pernambuco, en Brasil, en teoría con correspondencia y cargas diversas.
El navío se hundió en aguas del Cabo de Buena Esperanza 24 días después de zarpar, al aproximarse a la costa para intentar capear el temporal que les azotaba, con 35 tripulantes (10 oficiales y 25 marineros), y 500 esclavos.
Las cartas que portaba el SÂO JOSÉ PAQUETE DE ÁFRICA, perfectamente relacionadas por el capitán del barco, Manoel Joâo, incluyen una del gobernador de la Isla de Mozambique, Diogo de Souza, al ministro de Marina y Ultramar del reino de Portugal, Martinho de Melo e Castro, en la que por primera vez se habla explícitamente de esclavitud.
Aunque el transporte de esclavos de África a Portugal se había iniciado en 1.444, la palabra esclavitud estaba proscrita, de forma que se hablaba de transporte de pasajeros o trabajadores, o se ocultaba el cargamento real.
Marques escribe que Portugal no ha afrontado nunca con rigor su lóbrega historia esclavista, aunque al final de su información incluye unas palabras del académico brasileño Daniel Domingues, profesor adjunto de Historia Africana en la universidad de Missouri, en los Estados Unidos, y administrador de la base de datos Voyage, que recoge todos los movimientos de navíos negreros conocidos, que matiza esa opinión. Según Domingues todas las sociedades enfatizan los aspectos positivos de su historia y silencian los menos gratos. A pesar de haber sido Portugal, añade, una importantre nación esclavista, la mayor parte de los africanos esclavizados fueron transportados a sus colonias. Por esa razón, concluye Domingues, la voz de esos esclavos o de sus descendientes no llegaba a los manuales escolares de Portugal ni a la opinión pública.