¿Dónde y por qué se originó el incendio? ¿Por qué no pudo contenerse con los medios reglamentarios a bordo, teóricamente suficientes para hacer frente a esa emergencia? ¿Fue acertada la actuación de los bomberos luchando contra el fuego mientras el buque permaneció atracado en el puerto de Las Palmas? ¿Fue correcta la decisión de sacar el buque de puerto? Y finalmente, ¿tuvo alguna lógica acometer la extracción del combustible del pesquero hundido a unos 2.300 metros de profundidad?
Cien días después del naufragio, el 19 de julio de 2015, NAUCHERglobal incitaba a los miembros de la Ciaim a no fijarse únicamente en la actuación de la autoridad marítima, como suelen hacer, y examinar la gestión total del siniestro y especialmente, por su trascendencia económica, el empecinamiento de la ministra de Fomento por sacar el combustible de los tanques del buque, el que se pudiera, costara lo que costase. Consta que se sacaron algunos litros de fuelóleo y se gastaron más de cien millones de euros, una locura y probablemente un delito, pues la ministra había sido advertida de la inutilidad de tal despilfarro. Manifestaba finalmente NAUCHERglobal el temor de que la Ciaim se aculase en su investigación a una mezquina colleja a quienes con profesionalidad y acierto gestionaron el caso del incendio y posterior naufragio del OLEG NAYDENOV.
Qué vergüenza
Como acostumbra a suceder, nuestros temores se quedaron cortos. La Ciaim ha tenido a bien sacar el informe que fue aprobado hace casi cinco meses, pero al que ha mantenido en la trastienda mientras retocaba y sometía a superior criterio, de forma que el informe del OLEG NAYDENOV tiene el número 1 de 2016, pero se ha hecho público después del informe 06/2016. Una vergüenza que coloca otra vez al Gobierno español en lo más bajo de las naciones europeas.
El análisis del origen del incendio está bien documentado en el informe y también su desarrollo en las primeras horas. Fuera de ese examen técnico, lo demás, particularmente los puntos 5 (Conclusiones) y 6 (Recomendaciones de seguridad), invita a la pena y a la risa. Por supuesto, el informe abdica de su obligación de investigar el siniestro completo y se queda en el momento en que el OLEG NAYDENOV se hundió. Como ya pasó en el informe sobre el PRESTIGE (obra de la comisión anterior a la Ciaim), albergo la duda sobre si esa actitud irresponsable y escapista merece el aplauso pues mejor no decir nada que intentar justificar unas decisiones disparatadas; o por el contrario, esa renuncia sólo obedece al miedo y a la indignidad de quienes saben que su puesto depende del humor de la señora ministra y sus secretarios. O sea, ni media palabra de la ruinosa y absurda operación de sacar el combustible de un barco hundido a 2.300 metros.
De las otras dos cuestiones claves del siniestro, a saber: la actuación de los bomberos y la decisión de sacar el buque de puerto, el informe parece escrito por un aficionado a los enredos con pocas luces y mucha ignorancia. Veamos. Dice la Ciaim que no sabe (¿no ha podido averiguar?) si los bomberos disponían de espumógeno para sofocar el fuego o, en su caso, decidieron no utilizarlo. ¿Acaso desconocen la declaración del jefe de bomberos explicando por qué no emplearon espumógeno? Si la Ciaim no daba crédito a esa declaración estaba obligada a justificarlo con el mismo rigor, al menos, con que el informe explica técnicamente el origen del incendio, pero se limita a concluir que No se disponía de espumógeno y/o no se valoró su utilización dado que era el único medio de sofocación existente (las negritas son mías, para resaltar una afirmación que causa verdadero estupor). La redacción de la frase destaca además por el uso espurio del “se” impersonal, cuya misión es ocultar y confundir la responsabilidad de las acciones. ¿Quién no valoró la utilización de espumógeno? En cualquier caso, a la Ciaim no le hacía falta recurrir a esa maldad, presente a lo largo de todo el texto, para convertir el informe en un documento inútil, pues sin tapujos nos habla de una fantasmal Dirección de la Emergencia sin que en ningún momento explique a quien se refiere. Cualquier manual de gestión de emergencias pone un énfasis especial en delimitar quién puede decidir y quién es responsable de cada nivel de actuación, pero la Ciaim ignora esa elemental lección y con el desparpajo que concede la impunidad de un Gobierno podrido de tanta miseria, cierra el expediente con esa Dirección de la Emergencia que no sabemos si corresponde a la autoridad portuaria, al ayuntamiento, a los bomberos, a la autoridad marítima, a la armadora del pesquero o al sursuncorda.
Por último, pero no menos importante, la decisión de sacar el barco de puerto, extremo éste despachado, como los anteriores, en los capítulos 5 y 6, que ocupan sólo las últimas 3 páginas del informe. Aquí, la Ciaim se supera a sí misma y alcanza cotas de auténtico pasmo. Esa decisión, según el informe, no se puede evaluar por las circunstancias en que se tomó dicha decisión. Deténgase por un momento el lector en el argumento: las circunstancias han imposibilitado examinar una decisión clave en la investigación del siniestro. ¿Qué circunstancias pueden impedir que la Ciaim cumpla una de sus obligaciones elementales? En buena lógica, el argumento no constituye más que una estupidez escrita a la ligera por alguien acostumbrado a disparar sin pensar ni preguntar. Estupidez que desborda sus límites cuando el osado redactor desvela las circunstancias. Atentos: el patrón del remolcador no fue preciso al calcular la escora del pesquero, dando a entender que el único técnico presente era el patrón del remolcador, que, se supone, no pudo medir científicamente la escora; y que los bomberos estaban agotados. Si tienen la paciencia de leer el informe (adjunto en formato pdf), verán que el insigne redactor del informe añade otras dos circunstancias que en realidad no son tales, sino acusaciones sin fundamento, dejadas caer con el peor estilo: no se contrastaron objetivamente los riesgos de explosiones y contaminación; y la salida a la mar fue precipitada. De ser mínimamente ciertas esas acusaciones, vertidas por sorpresa y sin apoyo alguno, la Ciaim debería haber concluido de forma tajante que quién tomó la decisión de sacar el barco (¿la Dirección de la Emergencia, tal vez? ¿Fue acaso la señora ministra? ¿O fue el patrón del remolcador que erró en la escora?), era sin duda un majadero. Pero la Ciaim, como dice el poeta, pretende ser sutil y mal sabida, de modo que prefiere morder simulando que se trata de un lametón. O sea, no ha podido evaluar, pero sí acusar.
De los errores concretos, hay unos cuantos, habremos de ocuparnos otro día. Digamos para acabar que es una pena que el buen trabajo técnico de la primera parte del informe quede dinamitado por las tres últimas páginas, claramente escritas por otras manos. Unas manos pringosas que requieren un urgente lavado. Ya está bien de soportar tanta vergüenza.
Enlaces relacionados:
– A cien días del siniestro del pesquero ruso ‘OLEG NAYDENOV’