Cuando Universe Maritime se disolvió, en abril de 2003, cinco meses después del naufragio del PRESTIGE, Georgios Alevizos tuvo el ojo de arramblar con documentación de la empresa referente al buque, ya entonces famoso en todo el orbe. Ya vendrán a buscarme, debió barruntar, y entonces haré pagar caros mis servicios. Tardaron años, pero finalmente se cumplieron sus esperanzas: los abogados en Nueva York del reino de España compraron sus papeles por 60.000 dólares y la explícita amenaza de que disponía de dos opciones: o declarar en contra de ABS, la clasificadora del buque, o comparecer en España como imputado por un delito contra el medio ambiente.
Alevizos quizás no sea un genio –digámoslo claro, sólo es un tarugo-, pero desde luego no se halla en el pelotón de los tontos. Eligió la impunidad y el puñado de dólares.
Debidamente aleccionado, el señor Alevizos, construyó una historia del naufragio con cuentos y fantasías al gusto de los abogados que representaban al glorioso reino español en su demanda contra la sociedad de clasificación norteamericana: el buque no se tenía en pié, chatarra pura, carne de desguace; el accidente fue causado por una explosión interna “que no tiene que ver con la volatilidad del propio fuel, sino con las gases inertes y las válvulas de escape de los tanques”, según declaró ante el Juzgado de Corcubión en septiembre de 2008; y por último, que la naviera y Smit Salvage querían hundir el buque ante el temor de que si lo llevaban a puerto, las autoridades españolas descubrirían la malísima condición del buque.
Con esos espurios materiales y otros detalles de no menos enjundia, Georgios Alevizos declaró estos días pasados en el juicio del PRESTIGE, mediante videoconferencia desde la embajada española en Atenas.
Sin duda escaldados por las comparecencias anteriores de los Serafín, Alonso, Kostazos et alii, cuyas bochornosas declaraciones les sumieron en una exasperante depresión, los abogados del Estado y el fiscal García interrogaron al testigo Alevizos con la aversión de quienes tenían que limpiar las letrinas del cuartel. Cuatro preguntas para cubrir el expediente, y no le demos más vueltas, que ya hiede. Pero a pesar de esos mimos, de ese tacto judicial, el testigo acabó explotándoles en la cara, de modo que si sigue declarando un día más sacamos a Mangouras a hombros en procesión por La Coruña y metemos en la cárcel de inmediato a quienes han propiciado ese juicio esperpéntico contra los tripulantes del PRESTIGE y contra (¿la torna?), el ex director general de Marina Mercante.
Confrontadas con la realidad probada y bien documentada, las fabulaciones de Alevizos constituyen, por un lado, un testimonio de cargo en contra suya, por dejar salir el buque, siendo director de flota, en las condiciones que afirma, por engañar al capitán y por mentir respecto a su supuesto desconocimiento del viaje del petrolero. Y por otro lado, una demostración de la inmensa ignorancia del tarugo, capaz de mentar el gas inerte como causante de una explosión y de inventarse que Smit Salvage y Universe Maritime no querían meter el buque en un lugar de refugio.
Ante el interrogatorio de los abogados que no le ríen las desgracias al gobierno, y en especial ante la descomunal inteligencia y sabiduría del abogado José María Ruiz Soroa, Alevizos se deshizo cual azucarillo en agua hirviendo. Mangouras es completamente inocente, admitió, un capitán excelente, un héroe. Y la compañía (Universe Maritime), siguió, una empresa modélica, que gastó un dineral en mantener el PRESTIGE en perfectas condiciones, unos campeones. Y no olvidemos a España, declaró en pleno derrape, una víctima inocente, un país castigado por la maldad del mundo, representada en el inspector de ABS en China, que no hizo bien su trabajo cuando el petrolero reparó en Cantón en mayo de 2001. No le den más vueltas, clamó Alevizos, dejen en paz a Mangouras, la culpa es del chino inspector de ABS, ni siquiera de la propia ABS, gran compañía, sino del chino, del inspector en Cantón, el chino es el malo de esta película. Ya digo, apoteósico, una mascletà.
Los abogados de España en Nueva York, Holland & Knigth, montaron el pleito contra la sociedad de clasificación American Bureau of Shipping, con tres pilares que se han demostrado inconsistentes y falsos: Kostazos, Alevizos y el práctico danés, capaz, como se demostró cuando intervino en el juicio de la Coruña, de declarar negro y a la media hora jurar que es blanco. Tres joyas. En verdad no había materia para el carísimo proceso de Nueva York, salvo el interés de los letrados por trincar un cliente de campanillas (el genuino Kingdom of Spain, nada menos), y asegurarse un retiro dorado.
Hace ya tiempo, exactamente el 15 de noviembre del pasado año, publicamos en NAUCHERglobal que la acusación contra los marinos del PRESTIGE constituía una misión imposible (ver artículo), que en justicia no había caso contra ellos, tres excelentes marinos que tuvieron el coraje de permanecer a bordo para salvar el buque, y que por ello fueron encausados, pues de haber abandonado la nave de nada hubieran podido acusarles. En los siete meses transcurridos los hechos han venido a darnos la razón. Incluso nos quedamos cortos. La compasión que hemos manifestado reiteradas veces por los abogados del Estado que llevan la acusación, Consuelo Castro y Javier Suárez, no contiene ni sombra de ironía o sarcasmo. Pura sinceridad. En su lugar, cualquiera desearía que la tierra se lo tragara y lo mantuviera a cubierto unos cuantos días. Tal vez así pudieran olvidar la pesadilla de Serafín, la vergüenza de Alonso, el espectáculo del cachalote y la apoteosis final de Georgios Alevizos. Testigos propuestos por el Gobierno. Un espectáculo inolvidable.