El espectáculo del interrogatorio del fiscal al capitán del petrolero PRESTIGE, del que ayer informamos en NAUCHERglobal, no estuvo causado únicamente por la falta de preparación del susodicho fiscal, una desvergüenza, ignorante de cómo funciona el mundo marítimo y del papel de los capitanes mercantes en ese mundo.
Hay en mi opinión una razón mucho más importante. El proceso urdido por la administración de justicia española contra los marinos del PRESTIGE constituye un sinsentido, un disparate que atenta contra la lógica y la inteligencia. En justicia, no hay caso. De ahí el bochornoso espectáculo. Los denodados esfuerzos del fiscal para arrojar alguna sombra de duda sobre el estado del buque y la profesionalidad de Apóstolos Mangouras resultan misión imposible.
El buque tenía todos los certificados exigibles en vigor y una tripulación completa que doblaba la tripulación de seguridad que consta en el certificado correspondiente. Esos certificados estaban emitidos, en nombre del Estado de bandera, por la sociedad de clasificación más importante del mundo, American Bureau of Shipping (ABS), la ingeniería naval de los Estados Unidos, todavía primera potencia tecnológica y científica. La justicia norteamericana ha sentenciado hace poco, en segunda instancia, que no hay prueba alguna de que la actuación de ABS pueda ser tachada de negligente o acusada de imprudencia. La demanda que el Reino de España presentó en New York contra la clasificadora del PRESTIGE ha sido duramente penalizada, como era previsible desde el primer momento. Pero más allá de estos desvaríos, la buena condición del buque, a pesar de sus años de servicio, viene probada por el hecho indestructible de que el PRESTIGE, aún seriamente averiado, resistió seis días a flote, haciendo frente al impacto de más de cincuenta mil olas, la mayoría bravas y de gran altura. Conclusión: la condición del buque era más que aceptable. De haber llevado el buque al puerto de La Coruña o al seno de Corcubión, para refugiarlo, analizar sus averías y aligerarlo, ahora estaríamos hablando de un accidente menor del que la ingeniería y la oceanografía supieron sacar algunas enseñanzas.
De la profesionalidad del capitán Mangouras sólo tienen dudas los ignorantes, que no entienden ni saben y se han tragado la estúpida propaganda del Gobierno español que pretende presentar al capitán del PRESTIGE como un pirata desalmado, y los ruines y miserables que serían capaces de matar a su madre por conseguir un carguillo público. Cuantos se pusieron al servicio del Gobierno en su ardua tarea de desprestigiar al capitán Apóstolos Mangouras y a su tripulación fueron debidamente recompensados con algún cargo público bien remunerado. El ejemplo más sangrante fue el del subinspector de buques Serafín Díaz Regueiro, que embarcó en el PRESTIGE la mañana del día 14 de noviembre de 2002 con la orden de amenazar al capitán y al jefe de máquinas para que pusieran en marcha el motor propulsor del buque, operación posible gracias a que el capitán había conseguido adrizar la nave. El jefe de máquinas y el personal a sus órdenes consiguieron arrancar las máquinas para alejarse de la costa, tal y como había ordenado la autoridad marítima española, y al cabo de unas horas el tal Serafín abandonó ufano el PRESTIGE y le contó al juez y a la prensa que él, sólo él, un héroe, había puesto en marcha las máquinas del petrolero, venciendo la resistencia del malvado jefe de máquinas y del capitán pirata. Que ese cuento para niños de menos de 7 años haya anidado en el proceso y el tal Serafín fuera nombrado Capitán Marítimo de La Coruña prueban mejor que mil discursos que España necesita con urgencia una regeneración política que nos dé un poco de aire democrático, una bocanada, al menos, de honrada sensatez. Conclusión: el capitán y la tripulación del petrolero probaron su intachable profesionalidad salvando al buque del inminente naufragio y alejándose de la costa con las máquinas en marcha, aún conscientes de que les llevaban al matadero.
El capitán y el jefe del máquinas de PRESTIGE están acusados de delitos inventados, pura fantasía para tapar la errónea gestión del siniestro. Los hechos probados, fotografías, filmaciones, documentos, evidencian la resistencia del buque y el buen hacer de su dotación. Esa es la razón principal del papelón que hizo el señor fiscal, intentando demostrar lo imposible. Quizás la Abogacía del Estado se haya preparado mejor y su papel en el juicio no sea tan patético. Es posible incluso que sean buenos actores/actrices y su actuación tenga el mérito de una correcta interpretación. Pero, jurídicamente lo suyo es misión imposible. Se pongan como se pongan, el PRESTIGE se comportó como un buque en buen estado y su tripulación, hasta donde pudo y les dejaron, tuvo un comportamiento ejemplar.
Este es un juicio que nos avergüenza a todos. López Sors, el director general que tuvo la ocurrencia, casi poética, de ordenar el alejamiento del petrolero accidentado “y rezar para que se hunda” tampoco merece pasar por ese trance. El juicio también le abochorna a él. Los españoles deberíamos preguntarnos, para evitar otro PRESTIGE en el futuro, cómo pudo llegar un individuo como López Sors al cargo de autoridad marítima española, qué mecanismos de nepotismo, compadreo y desprecio de la política permiten ese tipo de errores. Y deberíamos preguntarnos también sobre la pésima calidad de una administración pública con funcionarios que, plenamente conscientes del desastre que estaba generando la decisión del director general, no supieron evitarlo y dejaron que el PRESTIGE se hundiera y López Sors se estrellara. Y deberíamos preguntarnos también cómo es posible, con la extensa nómina de asesores que tienen a su servicio, que los ministros, secretarios de estado, secretarios generales y subsecretarios dieran por bueno el disparate del director general. ¿Por qué el ministro Cascos, tan machote en las trifulcas de salón, no se fajó con el problema y consultó a expertos independientes, o llamó a consulta a los propios técnicos del ministerio para que le aclararan lo que estaba haciendo López Sors? ¿Por qué el ministro Matas, un corrupto con sentencia firme, titular entonces de Medio Ambiente, no activó los mecanismos consultivos de su ministerio? ¿Y por qué el presidente Aznar, que unos meses después no tuvo empacho en desautorizar a todos sus ministros y puso al frente de la gestión del desastre al vicepresidente Rajoy, no se tomó en serio el problema y utilizó su poder para enderezar el rumbo de un siniestro que nos ha costado a los contribuyentes más de mil millones de Euros? Muchas serán las respuestas. Una de ellas es que tenemos una burocracia excesivamente adocenada y una estructura política que no está pensada para gobernar y resolver los problemas, sino para lucir y recompensar a los fieles que le ríen las gracias al líder. Recordemos, por ejemplo, el reciente ejemplo del nuevo director general de la marina mercante, ordenando a través de un e-mail que el personal de las Capitanías Marítimas no hable sin su permiso sobre el tema PRESTIGE. ¿Han oído ustedes a algún funcionario rebelarse, una protesta siquiera, contra esa orden ilegal, anticonstitucional y antidemocrática? ¿Han oído a la ministra del ramo, la superior jerárquica del director general, desautorizar a su subordinado o fulminarlo directamente por su manifiesto desprecio de la legalidad? Pues eso.
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