El CZCS Finisterre jugó un papel clave durante los seis días que duró el siniestro. De un error de traducción de un controlador, que escribió que el capitán del PRESTIGE había contestado al requerimiento de tomar remolque que “yo sólo obedezco las órdenes de mi armador”, cuando en realidad Mongouras había dicho que “el remolcador obedece al armador, no a él”, nace la gran mentira que las autoridades del PP, ministros y vicepresidente Rajoy Brey, mantuvieron durante meses, incluso años. En la subcomisión de investigación del siniestro que se montó en el Congreso de los Diputados tras la victoria electoral del PSOE, en 2004, casi dos años después del accidente, el diputado Fernández Mesa, ex delegado del Gobierno en Galicia, incluso oyendo la grabación de las palabras de Mangouras, pero ignorante del idioma inglés, sostenía con ardor que el capitán del Prestige había desobedecido las órdenes de las autoridades españolas.
Las declaraciones de José Pose a los ocho letrados que le interrogaron sostuvieron un discurso coherente, claro y profesional, adornado con cierta socarronería en respuesta a determinadas preguntas más propias de un perito, que de un testigo, aún siendo el testigo capitán de la marina mercante con veinte años de experiencias en navegación y quince años de experiencia como jefe del centro de salvamento del Monte Enxa.
José Pose, hoy jubilado, mantuvo que fue un error llevar al barco a ninguna parte; que al capitán Mangouras se le maltrató de forma “kafkiana”; que era seguro el remolque del RIA DE VIGO, contradiciendo así la declaración de López Sors que repitió varias veces que el “remolque podía romper” y que eso fue una razón más para no llevar el petrolero a un lugar de refugio; que la gestión de los siniestros con buques averiados era discrecional de las Capitanías Marítimas, siendo La Coruña partidaria de llevar los buques fuera; que la actitud de Mangouras de pedir hablar con el armador era lo normal en estos casos; y que el comportamiento de los tripulantes que permanecieron a bordo del buque siniestrado tuvo mucho mérito.
Una anécdota para acabar. El fiscal preguntó una y otra vez por los “cinios”, cinios por aquí, cinios por allá. Pose le contestó que no entendía, a pesar de hablar gallego. Al parecer, el señor fiscal, que acabará ganándose el título de Jaimito oficial del proceso, quería hablar de los zincs, ánodos de sacrificio para proteger el acero de la corrosión que provoca el medio marino.