El capitán del RIA DE VIGO compareció el pasado 18 de abril ante el tribunal de La Coruña que juzga al capitán y dos tripulantes del PRESTIGE y al ex director general de Marina Mercante. La discreción de Lampón en todos estos años sólo es comparable a la de otro personaje de similar importancia en el proceso, Javier Gárate, director general de Sasemar.
Lampón explicó que llegó a las cercanías del PRESTIGE sobre las 18.00 hora local, que oyó las conversaciones de Mangouras, capitán del petrolero, con la torre de Finisterre, y que le pareció lógico que éste hablara con su armador antes de aceptar el remolque que le ofrecían. Nada dijo sobre la declaración escrita de Irineo Maloto, primer oficial del PRESTIGE, en la que deja constancia de que habló por VHF con alguien del RIA de VIGO y que éste le dijo que estaban esperando a que su armador, el del RIA DE VIGO, firmara un contrato de salvamento para asistir al PRESTIGE. Tampoco dijo nada Lampón del hecho de que si se dirigían a un buque sin tripulación, ¿cómo pensaban afirmar el remolque?, ¿dónde tenían la preceptiva tripulación de presa? Calló así mismo Antonio Lampón el hecho incomprensible de que no se dirigiera al capitán del PRESTIGE hasta las 21.00 horas, cuando ya sabía que su armador, Remolcanosa, había cerrado el magnífico negocio del salvamento del PRESTIGE con la empresa holandesa Smit Salvage. Sólo entonces llamó por VHF a Mangouras para tratar de la operación de remolque.
A Apóstolos Mangouras se le acusa de una desobediencia que nunca cometió. La verdad se halla en la duplicidad escandalosa del RIA DE VIGO, mostrando la cara de remolcador público, pero actuando como un caza-recompensas privado. Con todo, Lampón no dudó en reconocer ante el tribunal que el retraso en la toma de remolque era ajena a los tripulantes del PRESTIGE; que el remolque de emergencia a popa no se podía dar por el estado imposible de la popa tras la escora que sucedió al estruendo que oyeron los tripulantes del petrolero; y que las dificultades para tomar remolque eran ajenas a los tripulantes y se debían a que el PRESTIGE carecía de estopor en el sistema de fondeo, curiosa afirmación que no acaba de entenderse. [El estopor consiste en un simple mecanismo intercalado entre el cabrestante del ancla y el escobén a fin de evitar el movimiento de la cadena]
Tal vez lo más curioso de la declaración de Antonio Lampón, abundando contra toda evidencia en que el remolcador a su mando nunca estuvo bajo el control de Smit, fue su afirmación de que los rumbos del PRESTIGE siempre los marcó la torre de Finisterre, tanto al norte como al sur, tesis contraria a lo que viene sosteniendo la defensa del Gobierno sobre el dominio del buque una vez el equipo de Smit Salvage llega a bordo del buque siniestrado. Y en cuanto a la avería del burladero, que impedía una maniobra de remolque eficaz, lo cual dejaría al RIA DE VIGO fuera del negocio y con el contrato de Sasemar en suspenso, Lampón, fiel a la empresa que le paga, no dudó en declarar que no tenía importancia y que único efecto adverso era ralentizar las maniobras.