Las preguntas de Zabaleta y de Ruiz Soroa iluminaron los hechos con la lógica rotunda de la realidad. Ambos trataron simplemente de que emergiera la verdad de los hechos puesta en entredicho, velada y emborronada por los interrogatorios anteriores, en los que el objetivo consistía en arrancar de Mangouras, aprovechando las dificultades de la traducción, alguna palabra o alguna frase que pudieran exhibir como una muestra de que en efecto el buque era “chatarra flotante” y Mangouras un capitán marrullero y pirata.
Lo he dejado escrito en crónicas anteriores y lo repito. Este proceso está montado en falso y hace aguas por todos lados. Mangouras nunca desobedeció a las autoridades españolas ni, por supuesto, las desafió. Mangouras no tuvo ninguna responsabilidad, ninguna, en la avería que inició el siniestro del PRESTIGE ni tampoco tuvo ninguna responsabilidad en la errónea gestión del salvamento que llevó a cabo la autoridad marítima española. Escarbar en detalles desfigurados, tergiversados y sacados de contexto para conseguir una leve sombra de duda sobre el buque y su tripulación a fin de tapar y silenciar la evidencia de una intervención descerebrada de las autoridades españolas resulta una tarea ingrata que tengo para mí que desagrada e irrita a los acusadores, aborrecidos del papelón que les ha tocado interpretar.
Ruiz Soroa, con la clarividencia que le caracteriza, puso en claro que la corrosión de los tanques de lastre, normal en todos los buques, no permite ni mucho menos dudar del buen estado del PRESTIGE. Silenciar los numerosos controles, públicos y privados, que superó el buque en los meses anteriores al accidente y la existencia de todos los certificados de seguridad en regla, como hacen los acusadores públicos, supone engañar -seguir engañando- a la sociedad española.
Ningún cabo suelto dejó el interrogatorio de Ruiz Soroa. Repasó la supuesta desobediencia de Mangouras con datos irrefutables; aclaró con brillantez cómo se realizan las inspecciones y qué relación mantienen los inspectores con el capitán del buque; iluminó la cuestión de los sistemas de remolque de emergencia; explicó de forma convincente las dudas sembradas por la acusación sobre los calados del buque y la falta de colaboración del capitán en los intentos de remolque del RIA DE VIGO.
Para rematar la faena, el abogado Ruiz Soroa hizo un explícito elogio público de Apóstolos Mangouras, que no sólo actuó durante el siniestro de forma intachable sino que se comportó de forma heroica permaneciendo en el buque para evitar su naufragio y la consecuente contaminación.
La segunda parte de la sesión estuvo dedicada al interrogatorio del fiscal al jefe de máquinas del PRESTIGE Nikolaos Argyropoulos. Nadie, repito nadie, puede entender que el jefe de máquinas esté acusado en este proceso y que se le pidan, nada menos, que ocho años de prisión. El fiscal, en su línea, pero mucho más comedido y más respetuoso de lo que estuvo con Mangouras, se limitó a preguntar un par de obviedades y dos o tres cuestiones cuya relación con el proceso supera los límites de la inteligencia humana para entrar en el terreno de la esotérica. Ya digo, en su línea, el fiscal.
Y el presidente del Tribunal, esta vez sin pajarita, camisa desabrochada, dió por terminada la sesión. Hasta mañana.