Recordemos los delirios de Serafín Díaz Regueiro, el súper maquinista que tuvo que luchar heroicamente contra la perfidia de los profesionales de máquinas del PRESTIGE, encarándose de forma tabernaria, un horror, con los letrados que ponían en cuestión sus sandeces. Recordemos la actitud agria y mal encarada de Paco Alonso, participante en el trío de sirvientes que asaltaron el PRESTIGE el día antes de su hundimiento para sacar, sin control alguno, diversa documentación y bienes del petrolero, abroncando a los abogados que le interrogaban sobre sus andanzas. Estos dos perlas, dos meros ejemplos, acudían al juicio como prohombres del Gobierno, sin escrúpulos, dispuestos a todo con tal de servir a quien les había colocado, pero dejaron en el tribunal la sensación de que con esos amigos el Estado español no necesita enemigos.
Pero hete aquí que los pasados miércoles y jueves apareció por La Coruña Efstratios Kostazos, que mandó el PRESTIGE durante tres meses, hasta que fue relevado por el capitán Mangouras, y de pronto descubrimos que era posible alzar el nivel de zafiedad de Alonso y rebasar los delirios de Serafín, de modo que todos los presentes en el juicio sintieron una lástima abisal por los abogados defensores del Estado, que no se merecen semejante naufragio.
Kostazos tiene el aspecto de un cachalote bien cebado, resopla y brama como Moby Dick, castiga con sus manotazos el atril de los comparecientes a juicio, simple inseguridad en sus palabras y razones, y se expresa con la contundencia de los bobos solemnes. Tras decir su nombre y profesión a preguntas del presidente del tribunal, empezó a interrogar al testigo el fiscal García.
– Señor Kostazos…
– ¡Capitán Kostazos, soy el capitán Kostazos! –le cortó en seco el susodicho.
Álvaro García acusó el golpe, balbuceó para sí y empezó de nuevo, esta vez a gusto del cachalote.
– Capitán Kostazos…
Qué pena. Al fiscal se le había brindado la oportunidad perfecta para reivindicar su dignidad, maltrecha y tumefacta, pero se acojonó. Ya he dejado constancia en NAUCHERglobal de la grasilla que obstruye el orgullo del fiscal (véase artículo), así que en vez de exigirle respeto al testigo y aleccionarle sobre la educación y el decoro de la modestia, como hizo después el abogado Ruiz Soroa, el fiscal García plegó velas y continuó el interrogatorio con el rabo entre piernas. Este muchacho tiene mal remedio.
Las declaraciones de Kostazos en La Coruña, digámoslo de entrada, pueden costarle carísimas. Bajo juramento contó en el juicio de Nueva York (el Reino de España versus ABS), que él había sido el autor y el mandante de un fax donde se listaban unas ambiguas deficiencias de la maquinaria del PRESTIGE y se denunciaba que el tanque 3 de babor, de lastre, “condition is no good” (recordemos que la avería del PRESTIGE se inició en el tanque 3 de lastre, pero de estribor; el de babor se mantuvo intacto hasta la quiebra del petrolero seis días más tarde de la primera avería). Ese fax, que ABS demostró que no había recibido, redactado de forma que ponía en cuestión su credibilidad, constituía una pieza clave de la demanda ante la jurisdicción norteamericana, pues podría probar el conocimiento de la naviera y de la sociedad de clasificación del eventual mal estado del buque. Pues bien, ahora el tal Kostazos declara en La Coruña, también bajo juramento, que él no redactó ni envió fax alguno, que ese papel desastrado fue el fruto de la rabieta del segundo maquinista, Mikel Sobrepeña, al ser despedido por la compañía debido a su comportamiento pendenciero.
Marie Rogers, abogada de ABS, presente en el juicio, se debió relamer de gusto mientras tomaba buena nota. ¡El testigo estrella de la acusación contra ABS reconociendo sin tapujos su perjurio de Nueva York! A diferencia de España, donde la mentira sale menos que gratis total, en Estados Unidos una mentira privada puede llevarse por delante al mismísimo presidente de la nación. Las mentiras de Kostazos, probablemente compradas por los abogados que representaban al desdichado Reino de España en el pleito de Nueva York, pueden costarle lo que no está escrito.
Con lo dicho, el lector ya se habrá formado una idea bastante clara de la calaña del tal Kostazos. Error. Es mucho peor. El capitán Kostazos repitió en varias ocasiones, a preguntas del defensor de Mangouras, que en los buques todos los papeles mienten, todos los documentos están falseados y todos los certificados ponen lo que quieren, sin que la verdad tenga arte ni parte. Sólo le faltó decir que todos los marinos somos unos delincuentes, aunque no hacía falta, pues se infería con claridad de sus palabras. Por eso, machaca Kostazos, la documentación inmaculada del PRESTIGE; por eso, sus escritos firmados y sus anotaciones en el Diario de Navegación de que el estado del buque, del casco y de su maquinaria era correcto; etc. Porque él, Efstratios Kostazos, capitán de la marina mercante, lo tiene claro, él sólo sirve a su armador. Lo del deber ante la sociedad y las funciones públicas inherentes al cargo de capitán de un buque son otra mentira, él está a lo que el armador le diga… siempre que le paguen a fin de mes.
De las declaraciones del testigo a las dóciles preguntas del fiscal (este muchacho olvida a menudo que su misión le obliga a defender la legalidad y el interés público), y al interrogatorio de los abogados del Estado, dejar constancia de que la supuesta fisura en cubierta la arregló él mismo, según dijo, y de que el episodio de contaminación mientras navegaban hacia San Petersburgo finalizó sin sanción alguna. Ambos episodios, en el relato que hábilmente construían los abogados del Estado, Javier Suárez y Consuelo Castro, mostraba un panorama dantesco: el buque se agrietaba y era un peligro para el medio ambiente. Kostazos, a quien su deontología sólo obliga a servir al armador, eso declaró literalmente, callaba complacido.
Al día siguiente, cuando el testigo fue interrogado por los defensores de Mangouras y de la naviera del PRESTIGE, y quedó claro que tanto el famoso fax, como la presunta fisura y el supuesto vertido habían sido avatares irrelevantes, humo de pajas o mentiras de un tripulante despechado, el señor Kostazos se mostró agrio, desabrido y por momentos muy agresivo contra los abogados y contra la administración de justicia. Sus respuestas ganaron en vaguedad e inconcreción. Ni siquiera recordaba si había tenido conflictos en otros barcos o le habían despedido de otras navieras, sucesos harto probables visto y oído su testimonio ante el tribunal de La Coruña que juzga al ex director general de Marina Mercante y a los tripulantes del PRESTIGE que permanecieron a bordo para salvar el buque.
Al final, Kostazos fue capaz de hacer menos malas las pésimas notas obtenidas por las actuaciones de anteriores testigos y algunos peritos traídos a juicio por el Gobierno para apuntalar sus tesis. No es poco mérito. ¡Qué suerte tan horrible la del Gobierno en su maldito empeño por cargar sobre los tripulantes del PRESTIGE sus errores y falsías!