Aunque lo he escrito muchas veces, la necesidad me obliga a repetirlo una vez más. ¿Alguien sabe por qué el marino Argyropoulos está imputado en este proceso? ¿Alguien decente y sensato puede creer que este hombre, con aspecto de hidalgo y caballero antiguo y señorial, ha cometido un delito, siquiera por imprudencia, durante el siniestro del PRESTIGE?
Desde luego no parece creerlo el fiscal, que le interrogó ayer con preguntas circunstanciales, la mayoría ajenas al objeto del proceso, más propias de lo que se pregunta a un testigo o a un perito. Y tampoco parece creerlo la abogada del estado Consuelo Castro, aguerrida defensora del acusado López Sors, tras cuyo interrogatorio a Argyropoulos la perplejidad de este cronista ha desbordado los límites autoimpuestos para soportar este espectáculo. Desde luego, la letrada Castro, más relajada que en el interrogatorio a Mangouras, trató al jefe de máquinas del PRESTIGE ora como un testigo, ora como un perito, ora como un consejero para despejar dudas. ¿Sabe la abogada del estado de qué se acusa a Nikolaos Argyropoulos? ¿Comparte esa película?
Lo cierto es que Nikolaos Argyropoulos está allí como acusado, jugándose una condena de varios años de prisión. Confieso que la vergüenza que siento por este país se sitúa al nivel de la perplejidad que me inspira el espectáculo. Resulta muy difícil contemplar que tras el error de la autoridad marítima española, transformando un accidente en una catástrofe, el resto de autoridades e instituciones del Estado se hayan visto arrastradas a este lodazal, sin que nadie haya detenido la infernal escalada. ¿Tan difícil era reconocer el error y reformar aquello que funcionó mal para evitar su repetición?
De la declaración de Argyropoulos, poco cabe decir, ya que nada añade a la secuencia de hechos ya conocidos y publicados por NAUCHERglobal.
El presidente del Tribunal, de nuevo con corbata, genio y figura, acordó postergar hasta mañana el interrogatorio del acusado López Sors, la triste autoridad marítima española que pidió rezar para que el PRESTIGE se hundiera, y lo hundió. Tal vez por ello, el rostro de López Sors no ha dejado un sólo momento de aparecer tenso y agrio, prieta la mandíbula y enhiestas las orejas, como esos humanos cercados por los lobos de la memoria.