El eje de su discurso recorrió la necesidad de crear y sostener grandes empresas de transporte marítimo, de imitar el interés y la defensa que los países europeos más importantes y la propia Unión otorgan a los armadores, y de tener claro que los puertos y los astilleros deben su existencia a los buques que los armadores construyen y gestionan. Algo muy diferente de lo que viene siendo la política de los Gobiernos españoles, complacientes con los puertos, generosos con la construcción naval y ruines con la marina mercante. Todo son problemas y obstáculos cuando hay que ayudar a los navieros y fomentar el transporte marítimo.
El director general de Marina Mercante, Rafael Rodríguez Valero, que compartió con Utor la primera sesión del primer día del congreso, mostró una clara sintonia con las ideas del presidente de Anave, aunque su papel institucional le impidiera manifestarse con la pasión que exhibió Adolfo Utor. Rodríguez Valero abogó por eliminar las trabas que impiden el desarrollo de la marina mercante española y por dedicar una especial atención al sector náutico.
El congreso se abrió con un acto institucional en el que intervinieron el presidente de la Comunidad autónoma, el rector de la universidad de Cantabria, un representante del Ayuntamiento de Santander y el presidente de la Liga Naval, Juan Díaz, un personaje merecedor de una crónica aparte.
De lo que fueron las demás sesiones del primer día del congreso les hablaré mañana, aunque ya les anticipo que las intervenciones de Manuel Carlier, director general de Anave, y del práctico de Santander, José Luis Saura, rayaron a muy buena altura.