Multitud de invitados entre los que estaban representantes de empresas y asociaciones del ámbito portuario y, como no, una esfera política que siempre asiste a este tipo de actos, personificada por el flamante nuevo consejero de Territorio y Sostenibilidad del Gobierno catalán, un teniente de alcalde del ayuntamiento, representantes de la embajada italiana en Madrid y el presidente de la autoridad portuaria. Como anfitrión Guido Grimaldi, heredero natural del imperio napolitano fundado por su abuelo. Aunque, personalmente, eché en falta a su padre, Emanuele Grimaldi, persona trascendental para que la terminal vea la luz.
El avance de las elecciones autonómicas catalanas y la complicada cuadratura de agendas son las razones fundamentales para explicar el porqué de que una primera piedra se coloque cuando ya hay parte de la estructura del edificio construida. Sin embargo hacía ya años que se sabía que Grimaldi tendría la concesión de una terminal propia en el puerto de Barcelona, como también era vox populi que se situaría en el muelle de Costa, pese a la convocatoria de un concurso público para la explotación al que también había optado la española Baleària (siguiente compañía en la lista para tener una terminal mixta).
La nueva terminal y su ubicación era un traje a medida del puerto de Barcelona a Grimaldi que había puesto sus condiciones para acceder a la concesión: inversión pública en el muelle, inversión de la compañía en el edificio y la explanada, período de concesión y de prórroga del contrato (15+7,5 años), etcétera. Unas negociaciones que llevaban directamente el anterior presidente de la autoridad portuaria, Jordi Valls, y sus más afines, y el presidente del grupo transalpino, Emanuele Grimaldi.
Una fecha importante que da fe de estas negociaciones es el encuentro que ambos mantuvieron en octubre del año 2009 en el transcurso de la 13ª Euro-Med Convention que tuvo lugar en la localidad sarda de Santa Margherita di Pula. Si ya entonces se olía en el ambiente que los italianos se instalarían en Barcelona, a partir de aquel momento muchos teníamos claro dónde se situaría la nueva terminal. Desde entonces y hasta el inicio de obras han pasado tres años. Un trámite más lento de lo esperado por las exigencias de los napolitanos y algunas reticencias de los gestores portuarios.
La nueva infraestructura denotará el exquisito diseño de los italianos. Obra de la arquitecta Yannic Levêque, de la consultora de ingeniería Idom, y construida por Ferrovial, el edificio constará de tres plantas, con 3.760 metros cuadrados de superficie (oficinas, zona comercial, restaurante, sala de conferencias…), una explanada pavimentada de cerca de 50.000 metros cuadrados y una pasarela con tres fingers, como ya tienen otras terminales de pasaje en el puerto catalán. Una inversión aproximada de 20 millones de euros por parte de Grimaldi con la finalidad de acoger la escala de hasta 1.800 pasajeros de embarque y desembarque de forma simultánea, ampliable a 6.000 personas dependiendo del volumen de operaciones.
De las declaraciones en el acto de los invitados, poco a destacar. Quizá el afecto por Barcelona que expresó Guido Grimaldi de parte de su familia, y los datos que aportó el consejero económico de la embajada italiana, Marco Rusconi: «La exportación italiana a España -unos 20.000 millones de euros anuales- es similar a la que realiza a Brasil, China e India de manera conjunta» y, la mayoría se realiza desde el puerto de Barcelona.
Rusconi también señaló que desde ambos Gobiernos estatales están negociando con Bruselas la extensión de las ayudas a las TEN-T y, en particular al short sea shipping. En este sentido mostró su complacencia al acuerdo que en esta materia llegaron el puerto catalán y el de Civitavecchia (Roma) durante el pasado año. Por lo demás, muchas referencias al pulso inversor privado en el puerto, al que hizo mención su presidente, Sixte Cambra; y el nuevo y aún desubicado consejero Santi Vila que también demandó (en clara alusión al Gobierno del estado) la mejora de los criterios de rentabilidad social y, sobretodo, económica en la realización de proyectos de infraestructuras.