En ciertos aspectos, Fernando González Laxe cumple lo que escribió Max Weber hace ya cien años: cuando se meten a políticos, los intelectuales no se apalancan en el sillón y a veces naufragan. La inteligencia del profesor, del investigador, del pensador está lejos del tipo de inteligencia que exige la política. Además, los intelectuales suelen tener una vía de escape cómoda y prestigiosa para abandonar los codazos y las marrullerías en el interior de los partidos y los verdugones causados por la prensa. Vuelven a la universidad o se refugian en un centro de estudios, análisis o investigaciones.
González Laxe es un economista académico que como tantos otros de su especie (que incluye a los estudiosos del Derecho), sucumbió a la tentación de mejorar la gobernanza con el compromiso de entrar en el barro. Llegó a presidir la Xunta de Galicia durante tres años, hasta que en 1990 el ciclón Fraga, tras su fracaso en el papel de Fragamanlis para el que parecía destinado, decidió limitarse a la presidencia de su comunidad. ¿Lo hizo bien el profesor González Laxe presidiendo el ejecutivo autonómico? Digamos que lo hizo como pudo, más luces que sombras, y que no cometió ningún error de bulto. Más que aceptable.
A partir del cambio de milenio decidió darse un respiro y dejó los cargos electivos que ocupaba. Hasta que en abril 2009 asumió la llamada del ministro de Fomento, Pepiño Blanco, recién nombrado ministro de Fomento, para presidir el ente Puertos del Estado, un cargo político-técnico al abrigo del salvajismo partidista. Cesó en enero de 2012 tras perder las elecciones generales el partido socialista.
Además de un estudioso de sistema portuario, la pesca y el transporte marítimo, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de A Coruña y director del Instituto Universitario de Estudios Marítimos, Fernando González Laxe, es un divulgador científico y una persona habituada a escribir en los medios de aquello que conoce bien, nada de artículos redactados de oídas. Uno de sus últimos trabajos, “La asimetría de los puertos comerciales del eje atlántico peninsular en el periodo 2019-22”, ha salido a la luz como Tribuna Marítima.

Se trata de un análisis de la evolución de cinco puertos de la cornisa noroeste de la Península (Ferrol, La Coruña, Villagarcía, Vigo y Porto) desde una perspectiva actualizada.
Hasta hace poco tiempo, los estudios portuarios estaban enfocados desde unas perspectivas disciplinarias en la que prevalecía un enfoque funcionalista, en los que las unidades de análisis eran los propios espacios portuarios; y, por lo tanto, se estudiaban las entidades en sí mismas, en donde se desarrollaban las actividades comerciales y de servicios. Más tarde, se tienen en cuenta los enfoques sistémicos, que sitúan a los puertos en una posición nueva, dentro de las cadenas de circulación física de las mercancías. Es decir, los puertos son entendidos como nodos intermedios, dentro de redes logísticas y de transporte multimodal que facilitaban la conformación de cadenas de producción-distribución a nivel global.
El análisis de la evolución y desarrollo de los cinco puertos a estudio se basa en considerar a los puertos como nodos específicos que desarrollan la función de concentración. Esto es, procurar lograr polarizar espacialmente las actividades; y, desde dichos enclaves, poder distribuir flujos internacionales de mercancías e información correspondientes a las cadenas de valor. De esta forma, los puertos inciden en dos nuevos conceptos: en primer término, en favorecer y promover la búsqueda de una mayor conectividad modal y territorial; y, en segundo lugar, estimular la inserción en cadenas globales de suministros, que, hasta escaso tiempo, se encontraban fragmentadas tanto en el tiempo como en el espacio.
En conclusiones, González Laxe afirma que la rentabilidad de los cinco puertos en el periodo analizado está siempre por debajo de los promedios nacionales; resultan positivos en Ferrol y Marín, Vigo pierde en el último año su signo positivo, al igual que Vilagarcia muda de años negativos a positivo en el último ejercicio. El caso coruñés, es más atípico, pues sus signos están en función de los nivele de amortizaciones y pago de los préstamos de sus inversiones con los ingresos resultantes de sus elevados niveles de especialización.
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