El vapor GENERAL ARMERO es un barco muy particular. Se le considera el primer buque de hélice de la marina mercante española, el primero que tuvo el empresario y naviero Antonio López y se dedicó, dicen algunos, a la trata de esclavos. El extraño caso de este vapor es que como buque negrero se botó en las facultades de Historia. Ni siquiera a Francisco Bru Lassús se le ocurrió ponerle a su cuñado Antonio López un barco propio para traficar con carne humana por más que le acusase sin pruebas y hasta la exageración de enriquecerse con ello. Ni se molestó en nombrarlo en sus tres obras publicadas contra los Comillas.
Tampoco figura de barco negrero en ningún archivo cubano, español, británico ni estadounidense (Parlamentary Papers, Voyages Data), ni existían referencias al respecto hasta que, en 1992, José Antonio Piqueras, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Jaume I, de Castellón, puso la quilla del que sería un académico buque negrero al relacionar su nombre con la permisividad con la trata por parte del marino Francisco Armero, comandante del Apostadero de La Habana. Pocos años después, Martín Rodrigo Alharilla, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra de Cataluña (UPF), aprovechando lo dicho por Piqueras, sin más armamento, lanzó al mar el barco negrero de fantasía GENERAL ARMERO.
De ser cierta esta ficción se despejarían todas las dudas sobre el enriquecimiento de López porque el GENERAL ARMERO le habría permitido lucrarse con la trata en el eslabón con mayor valor añadido de tan clandestina cadena. Si el profesor Alharilla dedica pocas páginas para acusar de negrero a Antonio López, apenas escribe una veintena de líneas para involucrar al vapor GENERAL ARMERO en la introducción de negros esclavos en Cuba. Las suficientes para echar el borrón que darán por bueno y desparramarán quienes deseen denigrar al marqués de Comillas.
La siguiente cita está tomada del libro de M. R. Alaharilla “Los marqueses de Comillas (1817-1925)”, y en lo fundamental coincide con lo publicado en otras obras suyas; a fin de cuentas este libro compendia partes textuales de su tesis doctoral: “Empresa, política y sociedad de la Restauración: El Grupo Comillas (1876-1914)”. La trascribo, aun siendo larga, para luego revelar los errores/sesgos que contiene:
El capital familiar incorporado (como dote, o como comandita) permitió a la empresa ampliar sus actividades en la compra-venta de esclavos, hasta el punto que el 2 de marzo de 1850 Antonio solicitaba (junto con su exsocio Domingo Valdés) permiso para establecer una línea de vapores entre Guantánamo y Santiago de Cuba (Cossio, 1950:35). La licencia fue otorgada finalmente en febrero de 1851 (Bacardí, 1925, vol III: 8-9) y para su servicio mandaron construir en los astilleros Ambrose W. Thomson de Filadelfia un vapor de hélice con casco de madera que recibió el nombre de General Armero, y que fue el primer buque de hélice de la Marina mercante española18. El vapor había sido bautizado con el nombre del que fuera entre 1848 a 1851 comandante general del apostadero de La Habana, Francisco Armero Peñaranda, y expresa, como ha señalado José Antonio Piqueras, el reconocimiento de López para con la permisividad de aquél en el comercio de esclavos (Piqueras, 1992: 278-279). Sin duda, las relaciones de Armero y López debieron ser estrechas, puesto que un hermano del militar, Ramón Armero Peñaranda, fue entre los años 1863 y 1868 socio comanditario de A. López y Cía.
Todo parece indicar que el GENERAL ARMERO fue utilizado para la introducción ilegal de esclavos en el oriente cubano. No en vano su puesta en marcha coincide con un aumento del número de esclavos vendidos por Antonio López y Hermano. El importante margen comercial de la trata permitió a la sociedad ampliar sus actividades, adquiriendo en apenas tres años cuatro ingenios y otros tantos cafetales.
De un plumazo Alharilla explica que López amasó una fortuna con la trata y, además, apunta que éste fue un negrero de primera línea, hasta con barco propio. Aunque en esta larga cita solo se refiere explícitamente dos veces al comercio ilegal de esclavos, a tenor de las páginas anteriores y al conjunto de sus obras, en estos dos párrafos se está refiriendo a la trata, no a la compraventa legal de esclavos, una práctica común, sin riesgos y con escaso margen comercial. Es otro borrón en su tesis doctoral que reitera en varias de sus obras. Un disparate, aunque al comenzar el siguiente párrafo lo matice con la tenue contención Todo parece indicar…, pues a su vez esta reserva tiene las adversativas No en vano su puesta en marcha coincide…, y, hasta cierto punto con El importante margen comercial de la trata permitió a la sociedad ampliar sus actividades…

Martín Rodrigo Alharilla
Resulta gratuito concadenar la comandita de su suegro, más la dote de su mujer (10.000 pesos), con el incremento de la compraventa de esclavos y con el vapor GENERAL ARMERO. No aporta pruebas de que ese dinero fuera a parar a la trata de esclavos. El GENERAL ARMERO era una iniciativa empresarial del futuro marqués de Comillas ajena a su suegro Andrés Bru, incluso distinta a su casa comercial Antonio López y Hermano. Y al contrario de lo que dice Alharilla, ocho líneas antes de esta cita, Domingo Valdés seguía siendo un socio principal de Antonio López, en esta ocasión, en la compra y la gerencia del vapor GENERAL ARMERO.
La cita del libro trascribe tal cual el texto de la tesis doctoral y por tanto debería avalarlo con pruebas (notas, pies de página…) acorde a este tipo de trabajos de investigación. No lo hace respecto a la trata, pues ni las referencias a Cossío y a Bacardí, ni la nota nº 18 vienen al caso. Creer sin más a Alharilla ha sido de máxima utilidad para quienes lograron echar abajo la imagen de Antonio López gracias a que es, por antonomasia, el investigador de referencia al respecto, y, quizás a su pesar y por la puerta lateral, el autor intelectual de la retirada de la estatua de Antonio López en Barcelona.
La génesis oficial de este buque está documentada en el Archivo Histórico Nacional (Ultramar 4639, Expediente 10). Al profesor Martín Rodrigo Alharilla se le pudieron pasar dichos legajos (118 páginas), pero en su tesis doctoral, de donde saca el texto citado, no puede acusar a Antonio López sin antes amarrarse con pruebas. Carece de importancia subrayar que el GENERAL ARMERO no se construyó en los astilleros Ambrose W. Thomson, sino en los de William Cramps. Quizás la hélice fue suministrada por A.W. Thomson. También son minucias las fechas de la petición y concesión de la línea marítima. Lo que no tiene pase es que, en dicha cita, dos líneas después, involucre en la trata al general de la Armada española Francisco Armero Fernández de Peñaranda, jefe del Apostadero Marítimo de Fuerzas Navales de La Habana (base naval para Cuba y Puerto Rico). Recalco esta parte de la cita:
El vapor había sido bautizado con el nombre del que fuera entre 1848 y 1851 comandante general del apostadero de La Habana, Francisco Armero Peñaranda, y expresa, como ha señalado José Antonio Piqueras, el reconocimiento de López para con la permisividad de aquél en el comercio de esclavos.
El corolario de esta cita es que la complacencia de Francisco Armero con el negrero López explicaría que éste se atreviera a tener un barco propio dedicado a la trata. Pero la referencia de Alharilla a Piqueras no se ajusta a lo que pretende avalar. En el libro “La revolución democrática (1868-1879)”, Piqueras afirma que el nombre de dicho barco tenía relación con la trata, pero lo matiza con la alocución adverbial dubitativa tal vez que Alharilla borra para afirmar categóricamente la permisividad de aquél [Francisco Armero] en el tráfico de esclavos. Según Piqueras:
Sin admitir la corrupción de los comandantes de marina resulta imposible explicar el reducido número de expediciones esclavistas apresadas. Sin el encubrimiento de las autoridades de marina, los desembarcos de esclavos hubieran resultado mucho más accidentados. Tal vez en agradecimiento por la colaboración prestada, el negrero mudado en naviero Antonio López renombra en 1850 el primer vapor que destina a una línea regular como GENERAL ARMERO. (1992: 279).
Esta cita resulta sorprendente porque, si nos atenemos a su tenor literal, Antonio López deja de dedicarse a la trata en 1850 para convertirse en el armador del vapor GENERAL ARMERO cubriendo una línea marítima regular. Y no cuadran ni el año, 1850, ni el verbo renombrar. Este vapor nunca tuvo otro nombre que GENERAL ARMERO y en 1850 todavía no estaba en el muelle de armamento, ni siquiera en grada. Se encargó su construcción a principios de 1851.
Lo esencial, más allá de estas figuraciones académicas, lo esencial es el fraude de que el tal vez de Piqueras es una suposición sin más fundamento que la premisa de que los negreros no podían actuar fácilmente sin la complicidad de las autoridades de Marina. Así que el todo parece indicar… de Alharilla remite al tal vez… de Piqueras, quien, a falta de pruebas y pies de páginas, se basa en que no concibe que se pudiera desembarcar bozales (esclavos recién llegados) sin la colaboración de la máxima autoridad de la Armada en Cuba. Es lo que pasa cuando un barco negrero sale de las universidades: esconde numerosas vías de agua.

José Antonio Piqueras
La patina académica encubre en este caso las ligerezas de unos profesores que acusan con expresiones dubitativas, sea para colocar la quilla del barco negrero GENERAL ARMERO, sea para botarlo y empacharlo de negros esclavos. Nadie les llevará la contraria, siendo historiadores de referencia sobre la esclavitud en Cuba. Nadie se ha molestado en hacer un análisis crítico de sus trabajos, tampoco por parte de algún colega en las facultades de Historia. Al contrario, siempre habrá otros académicos dispuestos a fantasear sobre el GENERAL ARMERO, incluso trazándole rutas negreras imposibles. Así lo hace Christopher Schimdt-Nowara (1966-2015), profesor de Historia de la Universidad de Tufts, dizque especializado en el colonialismo español y en la esclavitud en Cuba del siglo XIX.
Él [A. López] compró esclavos, haciendas y equipó su propio barco, el GENERAL ARMERO, para traficar esclavos entre África y Cuba” (“Silver, Slaves and Sugar”, En Latin American Research Review, 2004, pág. 206).
Hay numerosas muestras de profesores de Historia que se embarcan de cualquier manera en el borrón académico de que López tuvo un buque negrero. Basta con escribir la biografía “Claudio López Bru, Marqués de Comillas” (2009) sin molestarse en investigar a su controvertido padre. Su autor, Enrique Faes Díaz, profesor de Historia de la Complutense, también confía en Alharilla al lanzar graves acusaciones:
Fue aquél un buque que con toda probabilidad enriqueció a Antonio López como vehículo de introducción ilegal de esclavos en el oriente cubano y que surcó el mar Caribe con el significativo nombre de GENERAL ARMERO, en honor al entonces comandante del apostadero de La Habana, Francisco Armero Peñaranda. (pág. 22)
Solo un botón más. Joseba Agirreazkuenaga, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y Premio Euskadi de Investigación 2019:
En 1857, participó [Joaquín Marcos Satrústegui], seguramente invitado por su hermano en la casa comercial y naviera que se fundó bajo la dirección de Antonio López y Cía. (1857) [errata] en Santiago de Cuba. Se trataba de una compañía de buques dirigida por Antonio López que realizó una rápida expansión comercial y entre sus actividades se encontraba el tráfico clandestino de esclavos negros, una actividad lucrativa por la demanda que los ingenios azucareros realizaban en Cuba. (“La trayectoria biográfica de Joaquín Marcos Satrústegui Bris”, anuario Memoria y Civilización: 2012, pág. 85).
Joaquín Marcos Satrústegui no tuvo nada que ver con ningún barco negrero ni pisó Cuba ni fue socio de Antonio López hasta 1857. Tampoco es cierto que tuviese con éste negocios mercantiles en Santiago de Cuba (pág. 73). Y la compañía de buques de Antonio López no realizó una rápida expansión comercial gracias también al tráfico clandestino de esclavos negros.
¡Equilicuá! Nada de ingenieros navales, tampoco hacen falta astilleros. Para construir barcos negreros basta con ingeniosos profesores, a poder ser catedráticos, que hagan astillas de la buena praxis en los departamentos de Historia. Hasta el catedrático de Arte por la Universidad de Cantabria, departamento de Historia Moderna y Contemporánea, se metió en ese charco, aunque sin barco negrero, para veladamente acusar a Antonio López de haberse enriquecido con lo tan innombrable que ni lo menciona:
Claudio, el segundo marqués [de Comillas], se vio obligado a mantener una intensa campaña de reivindicación de su padre y también de su propio legado, pues aunque nacido en Barcelona no podía ocultar el origen de su fortuna en los negocios de su padre. (“La imagen de Antonio López, primer marqués de Comillas”, 2018:14).
Me llamó la atención esta cita, sacada de un excelente trabajo I+D, porque su autor, Miguel Ángel Aramburu-Zabala, auspicia el Día del Indiano de Comillas y la Asociación de Municipios Indianos de Cantabria y Asturias. Pero más aún me sorprendió que al preguntarle si tenía pruebas al respecto me respondió que no, que se atenía a las investigaciones del profesor Martín Rodrigo Alharilla. ¡Acabáramos!, ni que éste fuese la Biblia. Estamos perdidos con este tipo de contribuciones veladas contra el marqués de Comillas que para colmo remiten a investigaciones ajenas. Acusaciones de este estilo son muy perniciosas cuando parten de expertos historiadores relacionados con el mismísimo Comillas. Supone decirle negrero a Antonio López a la cara y en su propia casa. Si este catedrático de Historia en Cantabria vierte tan funesta acusación, ¿qué se puede esperar que haga Ada Colau con la imagen del marqués de Comillas?
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NOTAS DEL EDITOR
1. La foto de portada representa el vapor GENERAL ARMERO en una acuarela realizada por Roberto Hernández, El ilustrador de barcos.
2. Este artículo es la primera entrega (seguirán tres más en los próximos días) sobre la verdadera historia del buque GENERAL ARMERO y del naviero Antonio López. Todos están extraidos del libro «En defensa de Antonio López», capítulo II «La falsificada vida de Antonio López», de próxima aparición, obra del marino y periodista Eugenio Ruiz Martínez.