En los últimos años, especialmente desde que nos cayó la pesada crisis financiera, año 2008, parecía de mal gusto dedicar tiempo a discutir ese tipo de problemas. La agenda estaba llena de mesas redondas sobre el rescate de los bancos con dinero de todos los contribuyentes, los problemas de las pequeñas y medianas empresas, ahogadas por el colapso del crédito y el impago de las facturas por las Administraciones públicas, o el daño irreversible que los recortes en los presupuestos públicos suponían para la enseñanza, la sanidad o la investigación.
En los últimos meses, la corrupción de los políticos (y sólo de los políticos, como si no hubiera más) acapara casi todas las discusiones, presentaciones y jornadas dedicadas a tratar problemas de la sociedad.
Por eso tuvo una relevancia particular la mesa redonda organizada por el Comité de Solidaridad con la Gente de Mar (una iniciativa admirable allá por 1995 del director del Stella Maris de Barcelona, Ricard Rodríguez Martos, dedicada a velar por el bienestar de los tripulantes de los buques que recalan en el puerto de Barcelona), que se celebró el pasado jueves en el Museo Marítimo para tratar el tema de las necesidades de los tripulantes de buques de crucero, a bordo y en puerto.
El acto, moderado por Adolf Romagosa, presidente de Port 2000 (Autoridad Portuaria de Barcelona), contó con cuatro ponentes que rayaron a excelente nivel. Por orden de intervención: Andrea Tabanera, manager de recursos humanos de Pullmantur; Josep Mª Bullich, S.I. capellán de barco; Jerónimo Dadín, responsable de cruceros de Stella Maris; y Joan Mas, inspector de ITF en Barcelona.
A las vivencias y experiencias de los tres primeros, expuestas con extraordinaria claridad, añadió Joan Mas una mirada crítica del conjunto del sector de cruceros, donde el grueso de los tripulantes son de origén asiático o sudamericano, contratados en condiciones abusivas y tratados a bordo con escaso respeto a sus derechos laborales.
Andrea Tabanera reconoció los problemas de los tripulantes de los cruceros, buques con una dotación media de mil personas, y los esfuerzos e iniciativas de su empresa por paliar y mejorar la situación. En su opinión el mayor problema a bordo de los tripulantes de cruceros es la falta de privacidad del alojamiento. La mayoría de los tripulantes comparten camarotes de cuatro camas.
Josep María Bullich explicó su labor como sacerdote católico a bordo de unos buques donde los tripulantes profesan mayoritariament otras confesiones, o son agnósticos o ateos. Su labor la resumió el mismo en una palabra que usó repetidas veces: acompañar a los tripulantes y escuchar sus problemas personales y familiares.
Jerónimo Dadín, que gestiona la oficina del Stella Maris en el muelle de cruceros del puerto de Barcelona, relató sus contactos con los tripulantes que se acercan a su despacho y estableció lo que pudiéramos considerar un relación ordenada, un ránking, de los problemas sociales de los setenta u ochenta mil tripulantes de cruceros que pasan cada mes por el puerto de Barcelona. El primero, la comunicación con sus familiares; el segundo, información sobre lo que pasa en sus paises de origen; el tercero, asesoramiento laboral; el cuarto, el envío de dinero a sus casas.
Como apunté antes Joan Mas, de la ITF sobrevoló en su exposición la situación general del sector: el reclutamiento de los tripulantes por agencias con pocos escrúpulos; el fraude generalizado en los contratos de embarque; los horarios excesivos; el malestsar a bordo por la dificil convivencia y la presión, a veces con tintes xenófobos, de los mandos intermedios.
En el coloquio que siguió a las intervenciones de los ponentes se llevó la palma la situación laboral de los tripulantes de los cruceros: los abusos terribles de las compañías, por ejemplo en el caso de enfermedad o accidente de un tripulante; la desregulación laboral de las banderas de conveniencia que ondean la práctica totalidad de los buques de crucero; y el escaso salario por jornadas que llegan a las 14 y 16 horas diarias de trabajo.
¿Vamos mejorando esa situación?, se preguntó el moderador. Respuesta: mejoramos, pero muy lentamente y a trompicones.