15 de junio. Hoy hace 45 años que se celebraron en España las primeras elecciones políticas con participación libre de los partidos que representaban ideologías y modelos de sociedad diferentes.
A los marinos, en general, aquellas elecciones nos caían lejanas. Embarcados o a espera de embarque, pocos marinos participaron de la fiesta. Yo estaba entonces embarcado en el ANTÁRTICO, un carguero de Marasia, antiguo y señorial, dotado con excelente personal. Habíamos tocado Marsella, Génova y Livorno y si la memoria no me falla hacia el 10/12 de junio de 1977 atracamos en Valencia, último puerto español antes de iniciar el periplo africano que habría de llevarnos por puertos de la costa oeste hasta Luanda, la capital de Angola.
En Valencia aproveché para depositar mi voto por correo. Me hacía ilusión poder expresar mis preferencias políticas tras toda la vida consciente en un régimen de necia censura y falta de libertades básicas. Sé que mi voto llegó a su destino porque un miembro de la mesa electoral que correspondía por domicilio me contó que llegó un solo voto por correo, desde Valencia, y el voto iba a la lista que yo había elegido. Era el mío, sin duda.
En aquel barco encontré a compañeros memorables: Brugarolas, Xoubanoba; a un marino de intachable profesionalidad, Pérez Almoguera; y a un capitán con talento en su primer mando, Sánchez Hernández. Y aprendí que la transición de una sociedad donde imperaba el autoritarismo y la falta de libertad a otra basada en el diálogo, los derechos fundamentales y el respeto a las normas, no era una cuestión de días o meses. Las leyes pueden cambiarse de un día para otro, pero los cambios sociales, los cambios culturales (en sentido sociológico), necesitan mucho más tiempo. En un barco, que no es más que una pequeña sociedad (una “institución total” dicen los sociólogos), es posible analizar esos fenómenos, que en la vorágine del día a día, en tierra, resulta más difícil incluso detectar. Estábamos en la buena senda, sin duda, pero la Transición, ese concepto acuñado para la reciente historia de España, comenzó a principios de la década de los años setenta y no finalizó en 1982, como pretenden algunos, sino que al menos se extendió hasta el segundo mandato de Felipe González al frente del Gobierno. Quedan todavía posos de los cuarenta años de dictadura militar (la era de Franco, según tituló Ramón Tamames su aportación a la Historia de España dirigida por Miguel Artola), pero la Transición se ha completado con éxito.

Dos episodios de aquel viaje que se desarrolló desde mediados de mayo hasta finales de agosto de 1977. Con Javier Brugarolas editamos unos papeles escritos a máquina que informaban puntualmente a los compañeros de los avatares en España: la constitución de las primeras Cortes representativas elegidas en libertad; el primer Gobierno de Adolfo Suárez tras el éxito electoral de la Unión del Centro Democrático (UCD); la noticia de la constitución de una ponencia para redactar un proyecto de Constitución… La información libre y veraz constituye un pilar imprescindible de la democracia.
El segundo episodio tiene que ver con las dificultades para ejercer con normalidad el derecho de asamblea a bordo con el fin de tratar temas laborales y sindicales, finalmente resueltas por el comportamiento comedido de la tripulación y la actitud abierta del capitán y del primer oficial. Lo dicho, era un buen barco.