En el vino convergen una serie de elementos que no se dan en otros productos salidos de la tierra: es mitología, es historia bíblica y es un placer su consumo. Vinos hay en diferentes partes de España -hoy se produce en los cinco continentes-, y en la elección del mismo no vale aquello de que éste es mejor que aquel, si no éste tiene unas peculiaridades diferentes a este otro.
Mi introducción en el mundo del vino, tanto en su faceta cultural, como de degustación, se lo debo a Manuel Canalejo García, actuario de aduanas, que estuvo durante muchos años en el muelle de España, persona con quien tuve una entrañable relación profesional y de amistad.
En el año 1963, me incorporé laboralmente a una agencia de aduanas, desaparecida al día de hoy, como otras muchas, como consecuencia de nuestra incorporación a la CEE. Corría el mes de Noviembre y en la agencia trabajábamos en una operación de exportación un tanto singular: el embarque con su correspondiente fletamento de un buque con una sola carga, vino, de tres exportadores y en tres diferentes envases: barricas, garrafas y botellas.
Los vendedores eran tres entidades comerciales de la Rioja a saber: Feliz Azpelicueta, Cruz García Lafuente y Entrena, posteriormente fusionadas en la compañía AEG, iniciales de las tres bodegas. AEG dio entre otros productos un vino embotellado cuyo envase, sin duda singular, le dio una popularidad no exenta de marketing al tratarse de una botella de vidrio recubierta de cuerda de color amarillo.
He obviado indicar que el puerto de arribo de la mercancía era Cuba y que el destinatario de la misma era el propio Gobierno cubano para celebrar el cuarto aniversario de la presidencia de Fidel Castro.
El barco en cuestión estaba atracado en el muelle Barcelona Sur y el operador portuario era Alejandro García, habían varias personas de las bodegas antes citadas con el fin de reponer unidades en caso de roturas en las operaciones de descarga, del camión, almacenaje y posterior carga en el buque, y así mismo asesorar a los estibadores el mejor lugar en las bodegas para cada tipo de envases.
A la vista de una botella que se mostraba, no sé con que fin, y al observar que el vino estaba turbio, no exento de cenizas, muy inocente le consulté a la persona que lo mostraba: ¿Cómo es que no es limpio este vino? La respuesta fue una lección en toda su extensión:
– Verás -me respondió-, el vino es un cuerpo vivo y como tal está sujeto a los cambios de temperatura por lo que si enviáramos el vino limpio, como tú indicas, llegaría pasado, vaya en mal estado, todo ello, porque como conoces existe una enorme diferencia de temperatura de la que soportamos ahora a la que va a soportar en el viaje y a su llegada en destino. Por otra parte el balanceo del buque también influye, así es que en su estado actual, turbio, se irá asentando y a su llegada a destino estará óptimo y en perfectas condiciones de ser consumido. (En la actualidad con todos los cambios habidos, el tratamiento hubiera sido diferente, pero en aquellos años, el vino era tratado de forma artesanal).
El buque terminó sus operaciones a primera hora de la tarde del día 22 de Noviembre de 1963, y tras firmar el capitán los conocimientos de embarque de su puño y letra a semejanza de lo que sucedida antaño y hacerse a la mar, entregamos todos los documentos que configuraban lo solicitado en el crédito abierto, a un empleado de la entidad bancaria que se desplazó a nuestra ciudad para seguir los trámites de esta operación y proceder a partir de ese momento al pago a los exportadores.
Como conclusión de toda la operación se nos invitó a una cena, mi puesta de largo en este tipo de acontecimientos, que por aquellas fechas eran el pan nuestro de cada día. Asistimos el despacho en pleno, los propietarios de las bodegas antes citadas y el empleado de la entidad bancaria, el cual ya había dado la conformidad a sus superiores en orden a los ingresos que correspondían a cada cual. Se nos pidió que fuera temprano, dado que tenían que retornar a Logroño unos y el otro a Madrid y además por carretera. Lo que prometía una cena espléndida por los ingredientes de la misma, tanto del lugar donde se celebraba como lo que se encontraba encima de la mesa, terminó con todas las incertidumbres del mundo, cuando se nos indicó la nefasta noticia del día: el asesinato del presidente Kennedy, en Dallas.