Laura nació en Nueva Zelanda, donde sus padres, holandeses, habían atracado el velero en su periplo alrededor del mundo. Esas circunstancias, padres amantes de la navegación y Nueva Zelanda, tal vez el país con más y mejores navegantes, diríase que marcaron el destino de Laura. Con diez años manejaba, en solitario y con solvencia, un velero de 6 metros. Con doce años cruzó el canal de la Mancha en solitario. Y con catorce manifestó su decisión de dar la vuelta al mundo, sola, a vela.
Sus padres intentaron disuadirla. Toda la familia, abuelos incluidos, bregaron con denuedo para que la niña abandonara su propósito. Todo fue inútil. Laura Dekker tenía un sueño y la voluntad suficiente para hacerlo realidad, de modo que sus padres se pusieron a su lado para ayudarla en cuanto fuera menester.
En su camino se interpuso, empero, la administración de justicia holandesa, vetando el proyecto en aplicación, argumentaron, de la legislación protectora de humanos menores de edad. Holanda es país desarrollado, un ejemplo de sociedad abierta y tolerante, pero que no escapa a la obsesión protectora de la infancia de los países civilizados, una infancia que extienden en no pocos casos hasta los 18 años. Pero finalmente, un tribunal superior, con jueces más sutiles y biensabidos, anuló el veto.
Y Laura Dekker se hizo a la mar con 15,5 años de edad. Su periplo pasó por el canal de Panamá, cruzó el Pacífico, dobló el cabo de Buena Esperanza y llegó de nuevo a Holanda. Algo más de un año de navegación. Un sueño cumplido y una vida por la proa para disfrutarlo. En la siguiente dirección de internet, los lectores interesados pueden acceder y disfrutar del completo reportaje que publicó la revista francesa “Voiles et Voiliers” en abril de 2012: http://zeilmeisjelauradekkerarchives2.blogspot.ca/p/voiles-et-voiliers.html