El pasado 19 de enero, 293 aspirantes a marineros (224 hombres y 69 mujeres) juraron bandera en la estación naval de La Graña, en Ferrol, confirmando su compromiso con la defensa de España. Debido a las condiciones climatológicas adversas, el acto se celebró en el patio interior del edificio “Amanuense”.

Como era de esperar, ante un evento de esta relevancia, acudieron en masa los familiares de los protagonistas: los futuros marineros. Entre dichos familiares, un señor, completamente anónimo para todos, excepto para su nieto, que sí juraba bandera. Mientras el perfecto desconocido transitaba por las instalaciones, un importante número de marineros, bien erguidos y mediante un impecable saludo militar, le mostraron su respeto. También fue testigo durante su caminata como un alto mando de la Armada, sin reconocer su rango, pero percatándose que exhibía numerosas medallas e insignias, se dirigió a todos los marineros que dificultaban el paso en un pasillo muy concurrido y angosto con una orden clara, directa e imperativa:
— ¡Dejad pasar a este señor!
Con todo, el principal y noble objetivo de este artículo es transmitir mi más sincero agradecimiento a todos los asistentes por el maravilloso trato que le dispensasteis a este señor anónimo: mi padre. Y sólo por llevar colocada en su cabeza una gorra, la gorra de los prácticos del puerto de Valencia.
Todos esos marineros que saludaron a mi padre con el máximo respeto le preguntaron:
— ¿Es usted realmente práctico del puerto de Valencia?
a lo que él contestó:
— No, es mi hijo.
Incluso Jesús Vigorra, gran comunicador, y cumpliendo su promesa, mencionó lo acontecido en su programa de Canal Sur Radio y Televisión “La mañana de Andalucía”, concretamente en la franja horaria donde interviene Joaquín Moeckel –El público tiene la palabra-, otro gran comunicador, además de ser abogado y ambos patrones de lo imposible, puesto que juntos desempeñan una valiosa labor social ayudando a los oyentes a resolver sus problemas. Proporciono el enlace al programa para quien desee escucharlo (del minuto 1:45 al minuto 03:10).
Llegados a este punto, debo añadir -y creo hablar en nombre de muchos de mis compañeros prácticos de España- que el respeto es recíproco para todas las personas que, de forma directa o indirecta, forman parte de la Armada, del Ejército de Tierra y del Ejército del Aire.
Por tanto, parece razonable afirmar que el respeto hay que ganárselo. El respeto impuesto a través del miedo, bajo amenazas, mediante abuso de derecho o de poder no es respeto. Es otra cosa, y tiene pronta caducidad.
Mi sobrino Alejandro, que finalmente juró bandera, con la pretensión de especializarse en energía y propulsión, afirmó hace tiempo estando de visita en el puerto de Valencia en un andaluz desenfadado lo siguiente:
— “Mi tío está to’ loco”, refiriéndose al ejercicio de nuestra actividad.


Quizás él tenga razón, y hace falta un punto de locura para desarrollar nuestro trabajo. Si realmente nos detuviéramos un momento, y pensáramos a lo que nos enfrentamos en cada maniobra, igual daríamos un giro de 180º con retorno a casa. Pero alguien debe realizar este servicio esencial de importancia capital para el abastecimiento de cualquier país en un mundo cada vez más globalizado. No hay que olvidar que el transporte marítimo es el tipo de transporte que más toneladas mueve a escala global.
Además de ese supuesto punto de locura, los prácticos de puerto precisamos tener un elevado grado de especialización para poder afrontar con total solvencia las maniobras y, en suma, también necesitamos un conocimiento exhaustivo del puerto en el que vamos a trabajar. Lo precedente resulta indispensable para poder ser durante el ejercicio de nuestra actividad, sin parecer pretencioso, lo que somos, los garantes de la seguridad marítima del puerto y sus instalaciones, de los barcos y de sus cargas, del medio ambiente y, por supuesto, de las personas. Ante tal nivel de responsabilidad y exigencia, es lógico que estemos siempre involucrados en procesos de mejora y formación continua.
La inevitable asunción de responsabilidad por parte del práctico durante su asesoramiento a capitanes de buques y artefactos flotantes genera, en mayor o menor medida, estrés. No saber gestionarlo adecuadamente repercutirá negativamente en el desarrollo de las maniobras e incluso en su máxima expresión, puede provocar el bloqueo de la persona.
Actualmente, y de acuerdo al Reglamento de Practicaje (art. 14.1), los aspirantes a prácticos, una vez aprobados los exámenes del puerto en el que pretenden trabajar, disponen de un periodo máximo de seis meses de prácticas tuteladas para demostrar su idoneidad y pericia ejecutando maniobras así como la forma en la que asumen su responsabilidad y gestionan el estrés durante el transcurso de las mismas. Por ende, finalizado el periodo de prácticas, son aspectos que deben ser valorados por cada Corporación de Prácticos al objeto de declarar a los aspirantes aptos o no aptos para la prestación del servicio de practicaje.

Un práctico debe ser, en suma, una persona carismática que con su simple presencia irradie respeto y confianza de forma natural. Ya mencioné anteriormente que el respeto hay que ganárselo y, en nuestro caso, tenemos que defender tanto el respeto como la confianza depositada en nosotros mediante la correcta y segura ejecución de cada maniobra. Sin embargo, en esta ocasión, de forma excepcional y anecdótica, no hizo falta llevar a cabo ninguna maniobra, bastó con exhibir una gorra. Nuevamente, gracias.
Queridos colegas, aunque nunca me gustó la notoriedad, reconozco que todos debemos contribuir a mantener el servicio de practicaje en el lugar que le corresponde: la excelencia. Eso sí, precisamos también del mejor acompañamiento de la Administración marítima y de las autoridades portuarias en el desarrollo de nuestra labor profesional. Para la consecución de dicho objetivo, el servicio de practicaje no puede ubicarse en un marco de libre competencia. Lo contrario iría en detrimento de la seguridad marítima y el interés público.
En este sentido, véase el considerando número 39 del Reglamento (UE) 2017/352 del Parlamento Europeo y del Consejo de 15 de febrero de 2017 por el que se crea un marco para la prestación de servicios portuarios y se adoptan normas comunes sobre la transparencia financiera de los puertos.
¡Buena maniobra!
Sergio Núñez Hurtado
Práctico del puerto de Valencia