En el título de este artículo van implícitos los pilares fundamentales para que una actividad milenaria como es el practicaje pueda, en los tiempos actuales y venideros, seguir su andadura. De no adaptarse a los nuevos tiempos debería prepararse para sufrir transformaciones estructurales importantes en su relación con las entidades públicas.
El resquebrajamiento de uno de esos pilares producirá distorsiones de funcionamiento que repercutirán negativamente no solo en los resultados económicos, sino también, en la reputación y seriedad del servicio prestado, afectando tanto al practicaje en sí, como al puerto en cuestión y por tanto a la Autoridad Portuaria involucrada.
Hago esta introducción porque ha saltado a la prensa el problema existente entre la Corporación de Prácticos del puerto de Sevilla y de la Ría del Guadalquivir, y el Colegio Oficial Nacional de Prácticos, con la Autoridad Portuaria de Sevilla, del cual se pueden derivar resultados muy perversos para ambas partes de no alcanzar un acuerdo con prontitud y firmar una solución.
De la seguridad marítima no hay nada que discutir, debe imperar por encima de todo la vida humana, que no tiene precio. El practicaje representa sin ninguna duda una parte sustancial de la seguridad de los puertos.
El problema consiste en que la seguridad cuesta dinero y choca frontalmente con los beneficios económicos que tratan de obtener las autoridades portuarias. Si las corporaciones de prácticos y las autoridades portuarias no se ponen de acuerdo, y ahí está el problema, es porque falla una buena gestión de las relaciones laborales unida a una efectiva política de diálogo y comunicación entre ambos.
Creo que continúa faltando el entendimiento entre las partes interesadas dado que, según la información que ha saltado a los medios, el problema ha llegado a la Fiscalía y esto puede traer consecuencias indeseables para ambas partes, ya que cuando los tribunales actúan, los veredictos dejan generalmente, en una de las partes, surcos de resentimiento de difícil olvido. Deberíamos ser conscientes de la peligrosidad de esos comportamientos si tenemos en cuenta que la dimensión de las personas se puede medir por el grado de irritación que existe en su interior.

En mi opinión, en este conflicto ha faltado diálogo, no se han analizado con profundidad los requerimientos de las partes implicadas, donde estoy seguro que ambas tienen parte de razón, y por el contrario todo apunta al «yo más«. Cuando las posturas están enconadas suele resultar un buen remedio echar mano de una tercera parte para mediar en el asunto.
El tema en conflicto en el puerto de Sevilla es complejo porque todos sabemos que existe un equilibrio inestable entre las autoridades portuarias y las corporaciones de prácticos, pero eso no es óbice para que haya entendimiento, y si no puede ser total, si al menos lograr acuerdos puntuales. Con tiempo, paciencia y una buena predisposición se alcanzan puntos de acuerdo y se minimizan los conflictos.
La imposición nunca es vencida por más imposición, porque da lugar a malos entendidos y al final aparece la indiferencia, que no aporta absolutamente nada para solucionar el problema existente. Con una buena predisposición de ánimo entre las partes, el litigio tendría fácil solución.
Lo que parece evidente es que este conflicto marcará un antes y un después, una verdadera lástima porque los puertos necesitan el servicio de practicaje que prestan las corporaciones de prácticos. Ambos se necesitan, están obligados a entenderse y a convivir y son imprescindibles para una buena gestión portuaria.