Tras sucesivas reuniones entre senadores del Partido Popular (PP) y del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el pleno de senado ha aprobado un papel, una moción la llaman, espoleando al gobierno para que siga gastando dinero y prestigio en el abismo judicial del PRESTIGE. La agencia de noticias Europa Press informa que el papelón ha sido aprobado por unanimidad, los seis grupos de la cámara dizque alta de acuerdo en azuzar al gobierno para que se procure el resarcimiento íntegro de los daños causados por el petrolero. Y además, recordando que estamos en días navideños y que los reyes están al caer, le piden al ejecutivo del señor Rajoy Brey una serie de juguetes operativos, normativos y semipensionistas para “que pague quien tanto daño hizo a nuestra tierra por seguir amasando sus propias fortunas”, según declaró la conocida senadora socialista Paula Fernández Pena, señora, es de suponer, sapientísima en asuntos marítimos, buena conocedora de los entresijos del accidente que llevó al naufragio al PRESTGE y seguramente autora de artículos e informes magníficos sobre las lecciones que nos ha ofrecido la catástrofe.
La senadora, al parecer, no se refería a los directivos de Bankia o de la Caixa de Catalunya que tanto daño hicieron a nuestra sociedad para seguir amasando sus propias fortunas. Ni se refería tampoco a los políticos que aprobaron la construcción de aeropuertos peatonales, o que recalificaron terrenos municipales para amasar fortunas cuantiosas. Ni siquiera, según parece, se refería a las tramas cleptómanas que anidan en los gobiernos de España a todos los niveles. No. Todo parece indicar que se refería a los armadores del PRESTIGE, personas que no han sido acusadas en juicio alguno pues, que se sepa, han actuado siempre con respeto a las leyes internacionales que el gobierno español ha aprobado con sus votos. Una acusación llena de sentido y sensibilidad, un alarde de oportuno talento. Una auténtica senadora, la señora Fernández Pena.
Tal vez la senadora no estuviera pensando en el desconocido armador del PRESTIGE, sino en el capitán Mangouras, a quien en su día otro portento de la política y del derecho marítimo, la señora Loyola Palacio, a la sazón comisaria europea, calificó de pirata, pirata griego concretamente.
Como no he agotado todavía mi capacidad emocional, lo del senado me ha dejado seriamente entristecido, abochornado y con el ánimo hecho trizas. Ni una palabra sobre la autoría de quienes convirtieron con sus errores un accidente en una catástrofe. Ni una palabra sobre la incompetencia confesa del ex delegado del gobierno en Galicia. Ni una palabra sobre los ministros Alvarez Cascos, de Fomento, o Jaume Matas, de Medio Ambiente, dos figurones tan ineptos como incapaces. Ni una palabra sobre el error de negar al buque un lugar de refugio (que, mira por dónde, ahora la moción del senado urge al gobierno a tener preparados), y alejarlo “hasta que se hunda”.
Que once años después, los políticos españoles con asiento en el senado sean capaces de aprobar esa moción nos hurta cualquier esperanza de mejora en el futuro. Demasiado cobardes para aprender de sus errores. La culpa siempre es de los otros, de los que ellos dicen que “amasan fortunas”, de los jueces que sentencian con arreglo al derecho y de las leyes que se aprueban en la pérfida Albión.
Con la moción, tan discreta y oportuna, los senadores ya han cumplido. ¿Que para qué sirve el senado? Pues claro está, para aprobar mociones estupendas.