Cuando la empresa Sea Search Armada (SSA) ofreció sus servicios para continuar con un proyecto de búsqueda y recuperación del pecio, mi padre comentaba con sarcasmo que ahora los expoliadores serán otros. Era de esperar que las ambiciones por recuperar los tesoros del SAN JOSÉ arraigaran en muchas empresas. La SSA al igual que otras compañías -Odyssey, por ejemplo- se dedica a eso, a localizar pecios de épocas pasadas, verdaderas minas de oro extraído y acuñado, que en el peor de los casos les puede significar una jugosa recompensa. Por otro lado estaba la ambición nacional, el poder echar mano de esas fortunas que además de prestigio para el Gobierno de turno, significaban reivindicar la soberanía sobre todo lo que en su día se extraía de las Indias Occidentales.
Es paradójico ver como desde la madre patria y desde Colombia se invocan argumentos de peso para posicionarse frente a quién es el dueño legítimo de lo hallado. En ambos casos, el objeto del deseo es el oro y demás valores. El galeón por supuesto es español y el tesoro dado su origen, colombiano, peruano y seguramente panameño (Panamá también era parte de Nueva Granada), pero estas nacionalidades no representan en sí la propiedad del mismo. Los verdaderos dueños del tesoro que contiene el SAN JOSÉ serían los indígenas. Recordemos que en aquellas fechas no existía Colombia como entidad nacional y sus territorios correspondían al Virreinato de Nueva Granada. España por su parte también era una reunión de reinos en la que dominaba Castilla.
El buque construido en España y tripulado por españoles tiene un origen y propietario más que claro y quienes reclaman desde Colombia no pueden hacerlo en calidad o a favor de un Estado que aún no existía. No debemos olvidar que los colombianos también formamos parte de esa cultura que en su día descubrió, conquistó y colonizó las Américas; al fin y al cabo, fueron criollos españoles y mestizos quienes se hicieron con el gobierno de la incipiente Gran Colombia ya entrado el siglo XIX.
Ahora bien, lo fácil sería decir que el buque y su contenido son colombianos porque están dentro de nuestras aguas con el coadyuvante de que su oro y piedras preciosas fueron extraídos en su territorio. Como colombiano que soy, no me quedaría más remedio que inclinarme por esta opinión. Un español, a su vez, podrá decir que el buque formaba parte de una flota española y cumplía con su labor en una época en que las colonias eran una de las principales fuentes de dinero, y por derecho y propiedad, tanto de tierras como de embarcación, el pecio pertenece a España. Todo apunta a que estas tesis serán los argumentos para el litigio que ahora se inicia y que, quizás deberá resolver una instancia o árbitro internacional.
Yo por mi parte, desde mi humilde opinión y con la seguridad de ganarme la desaprobación de muchos compatriotas, optaría por soñar con una solución que considero la más justa: el oro y demás contenido de valor económico, devolverlo a las comunidades indígenas en forma de hospitales, escuelas y programas de desarrollo comunitario. Es una lástima ver el estado de marginación y miseria en que se encuentran los auténticos y originarios pobladores de la actual Colombia. El buque, si es que se puede rescatar, traerlo a España y que sea uno de los objetos de algún museo dedicado a la gloria e historia marítima de la que algún día gozó la corona hispánica.
Como esta idea puede sonar a sueño irrealizable, algo más plausible sería que ambos Estados buscaran la manera de cooperar en el rescate y definir una estrategia de apoyo a las comunidades aborígenes de la región con parte de lo rescatado y la creación, con el resto, de un centro de interpretación en el que se pueda enseñar ese pasado imperial y colonial de dos naciones en las que la búsqueda de El Dorado significó el encuentro de dos culturas muy lejanas en lo cultural y en lo geográfico; a nivel cultural, mucho nos quedó de España en América y poco es lo que retornó desde aquellas remotas tierras.
No creo que un nuevo choque, esta vez de nacionalidades, sea el motivo para pelearse por algo que en el fondo no es ni de colombianos ni de españoles, simplemente es la riqueza de un pueblo casi extinto del que nadie quiere acordarse y que propició el surgimiento de otro episodio, entre muchos, de la historia de la Humanidad.
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