Sin consumir combustibles fósiles. Así se desarrolló el trayecto en una jornada de principios de junio que anticipaba el calor veraniego, en el que un grupo de periodistas, entre los que yo estaba presente, y empresarios, fuimos testigos del primer viaje de un ferry descarbonizado de Europa. Utilizando el biometano como combustible, en apenas cuatro horas cubrimos las 133 millas que separan los puertos de Barcelona y Ciutadella (Menorca). A bordo del ELEANOR ROOSEVELT de la naviera Baleària, quizá sin ser demasiado conscientes, ya que permanecíamos con un ojo en el barco y con otro en la presentación de un estudio de la Fundación Empresa y Clima sobre las emisiones de CO2 en el mundo, fuimos responsables de ahorrar más de 50 toneladas de CO2 a la atmósfera.

A la llegada al barco, después de admirar su estética y hacer las fotografías de rigor, nos dimos cuenta que para llegar a comer a Menorca, el barco necesitaba alcanzar velocidades de 37 nudos, casi 70 kilómetros por hora. Entre dudas y preguntas sobre el alcance de la red wifi, ya saben la obsesión de los periodistas por estar siempre conectados, y si nos acabaríamos mareando, ya habíamos realizado la mitad del viaje. Poco a poco, nos fuimos concienciando que éramos espectadores de un hecho inédito: Viajábamos en un catamarán que normalmente opera en la ruta Denia-Ibiza-Palma y que suele alimentarse de gas natural. El presidente de Baleària, Adolfo Utor, aseguraba que la naviera había ganado la primera batalla al cambio climático. Eso sí, de forma más o menos sutil, reclamaba más armas para vencer la guerra en forma de ayudas fiscales para las empresas de transporte que apuestan por el uso de energías renovables.
A punto de llegar a nuestro destino, pasado el mediodía, los medios de comunicación recibimos nuestra dosis de información y datos de manos de Adolfo Utor, de Axpo, la compañía que certificó el origen renovable del biometano utilizado por Baleària, y de la Fundación Empresa y Clima, que con la presentación de su informe sirvió la excusa para que todos nos subiéramos a ese barco.

Del gas natural al hidrógeno
Tras las presentaciones, Axpo y Balèaria reconocieron que ahora resulta difícil repetir travesías totalmente neutras climáticamente como la que vivimos. Utor habló de que el GNL, que es el que utiliza normalmente el barco en el que estábamos, era un combustible de transición hacia otros más viables en el futuro, como el hidrógeno o el metano. De momento, su alto coste no lo hacen atractivo para las navieras.
Casi atracados en Ciutadella, donde los avisos de la megafonía del ferry se confundían con algunas declaraciones a los medios de comunicación, el siguiente obstáculo era que todos los viajeros pudieran pasar el control de salida en la terminal, en el que en tiempos de pandemia de Covid-19 significa prueba de antígenos y certificado QR con los datos de contacto.
Una vez superado el trance, como buenos turistas ocasionales, nos montamos en un autocar que, curiosamente, cada vez se alejaba más del mar. En nuestra breve estancia de tres horas en la isla de Menorca, descubrimos que no solo los barcos pueden ser sostenibles. Allí visitamos una explotación agraria y ganadera, que lleva a cabo prácticas circulares para regenerar los suelos y causar el menor impacto posible al medio ambiente. Luego, sería un pecado no hacerlo, degustamos una serie de delicias gastronómicas con la mayonesa artesanal como base.

Con la satisfacción interrumpida de permanecer tan solo tres horas en una isla para mi desconocida hasta ese momento y con el anhelo de volver para alojarnos en la casa rural que nos acogió durante la comida, nos dirigimos de nuevo al puerto de Ciutadella. Entre prisas y nostalgia por nuestra breve estancia, las compras de última hora precedieron a nuestra marcha. Echando de menos la isla y la experiencia con el ELEANOR ROOSEVELT, un ferry que acoge a 1.200 pasajeros, 450 vehículos y cuenta con cafetería, zona infantil, tecnología smart ship y una plataforma digital de entretenimiento, embarcamos en el JAUME III, que aunque alcanza casi la misma velocidad, no ofrecía la misma sensación de estar montado en un Fórmula 1.
Al despedirse de nosotros, Adolfo Utor nos recordó que la vuelta a Barcelona desde Ciutadella la haríamos emitiendo CO2, poco, pero algo. Sin embargo, nosotros recordábamos que por la mañana habíamos hecho un trayecto de cuatro horas sin contaminar. Era el primer viaje en el ferry del futuro. Acompañados de la puesta de sol, alcanzábamos el puerto de Barcelona pasadas las nueve de la noche.