Durante siglos muchos marinos han relatado el encuentro con olas enormes, auténticos muros de agua que podían alcanzar hasta 30 metros de altura que aparecían de repente, incluso en condiciones atmosféricas no muy severas, y rompían sobre el infortunado buque provocándole importantes daños estructurales o su hundimiento inmediato. Se decía que eran como una montaña, un muro casi vertical precedido de un profundo seno, un gran agujero, donde se precipitaba el buque antes de tener que afrontar el enorme muro de agua. Sin embargo, los científicos ignoraban los hechos y atribuían esos relatos a las fantasías y leyendas de los marinos al igual que otras historias de monstruos marinos o de sirenas ya que esas olas enormes no encajaban con los modelos matemáticos tradicionales y la teoría de probabilidades usando la distribución de Rayleigh sobre altura de olas.
Es bien conocido por todos los marinos que navegan por la costa Este de Sudáfrica, que cuando el mar de fondo procedente del Océano Antártico choca con la fuerte corriente de Agulhas que discurre en dirección suroeste pueden producirse olas extremas, sobre todo entre Durban y Port Elizabeth. Mallory, en su artículo de 1974, incluye 11 casos de buques que fueron afectados por olas enormes, entre otros, el petrolero WORLD GLORY que se partió en dos en 1968, el carguero BENCRUACHAN que sufrió importantes daños estructurales o el mineralero/petrolero SVEALAND de 258.000 TPM al que se le rompieron las tapas de las escotillas uno y dos, ambos en 1973. Con razón el navegante portugués Bartolomeu Dias, el primero que dobló el cabo en 1488, le llamó “Cabo das Tormentas”, aunque luego el rey de Portugal, Joao II, le cambió el nombre a “Cabo de Boa Esperança”, con la esperanza de llegar a la India.
En la primera mitad del siglo XX el petrolero de la marina americana USS RAMAGO observó una ola de 34 metros de altura en el Pacífico en 1933, cálculo que realizó la tripulación alineando desde el puente la cofa de un palo con la cresta de la ola y que además es la mayor altura de ola registrada. También el trasatlántico QUEEN MARY en el Atlántico Norte en 1942, cuando transportaba15.000 soldados americanos, fue golpeado en el costado por una ola de 28 metros de altura que le hizo escorar unos 50º antes de volver a la posición de adrizado.
En la segunda mitad del siglo XX, se dieron varios casos de olas enormes e incluso existen pruebas tales como las fotografías de Karsten Petersen tomadas en el buque quimiquero STOLT SURF, cuando navegaba por el Pacífico Norte en 1977 y observaron olas que pasaron por encima del puente de 22 metros de alto. O la fotografía tomada por el primer oficial, Philippe Lijour, en el superpetrolero ESSO LANGUEDOC en 1980 cerca de Durban de una ola estimada en 25 metros. La desaparición, entre otros, del EDMUND FITZGERALD en el Lago Superior en 1975, el carguero MÜNCHEN en 1978, o la ola de 29 metros que sacudió al QUEEN ELIZABETH 2 en 1995 en el Atlántico Norte, cuyo capitán dijo que un gran muro de agua surgió de la oscuridad y parecía que íbamos contra los acantilados blancos de Dover, confirmaban la existencia.
Todo cambió cuando el 1 de enero de 1995 un sensor laser de la plataforma petrolífera DRAUPNER, situada en el Mar del Norte, registró una ola de más de 25,6 metros de altura cuando la altura significante era de unos 11 metros. De modo que en el año 2000, la Unión Europea inició el proyecto científico MaxWave para demostrar que esas olas no eran leyendas de los marinos y confirmar su frecuencia, localización y modelar como se producen. Mediante imágenes de radares de apertura sintética de los satélites de la Agencia Espacial Europea se logró demostrar que las olas gigantes de hasta 30 metros de altura son más frecuentes de lo que se pensaba. Uno de los participantes en el proyecto MaxWave, José Carlos Nieto, profesor de física de la Universidad de Alcalá de Henares, con motivo de una jornadas celebradas en Santiago de Compostela en el 2008, dijo a EFE que los diferentes oleajes que bañan las costas gallegas hacen que sea una zona proclive para la aparición de olas extremas. En un estudio llevado a cabo por Puertos del Estado y publicado en la revista Ingeniería Naval en septiembre de 2010 también se concluye que las freak waves existen y son más frecuentes de lo que se creía.
Después de esta larga introducción, ¿es posible que el PRESTIGE fuera impactado por una ola enorme? Sobre mediodía del 13 de noviembre de 2002 la boya Cabo Silleiro de Puertos del Estado registró una altura significativa de ola de unos 8,5 metros y una altura máxima de casi 14 metros ¿es posible que en esas condiciones se produjera una freak wave? El profesor Al Osborne, de la Universidad de Turín, es un experto en dinámica no-lineal de las aguas (olas y corrientes) y ha realizado un informe para los armadores del PRESTIGE donde concluye que tenía muchas posibilidades de haber sido impactado por una gran, extrema e inclinada ola en la prevalente condición de mar de olas gigantes. Esta ola, con una alta probabilidad, era la más grande en un paquete de olas gigantes. Al Osborne, que también ha publicado recientemente el libro “The Sinking of the Prestige: were rogue waves responsable?, comparecerá esta semana en el juicio y esperamos que sus declaraciones no resulten para los letrados y el tribunal como las fantasías y leyendas de otros tiempos.
Para finalizar, se puede concluir que sabemos que el siniestro del PRESTIGE se debió a la pésima gestión realizada por las autoridades marítimas de entonces, sin embargo nunca sabremos a ciencia cierta a que se debió la avería inicial. La posibilidad de una ola enorme encaja con los hechos, con la conversación del capitán a Finisterre Tráfico del día 13 cuando dice “…… because heavy sea coming on board the sea wáter…..” y con las declaraciones del capitán y el jefe de máquinas en el juicio. El buque con menos módulo resistente aguantó todavía seis días más y por tanto no es posible afirmar que el costado de estribor estuviera debilitado, cuando el costado de babor resistió a todos los rumbos a que fue remolcado el buque y en condiciones de esfuerzos muy superiores a los de la avería inicial.