Un entrañable pintor, con quien mantengo una particular amistad, me puso en la pista de Winslow Homer, un pintor del mar, un excelente pintor del que apenas tenía noticia. Winslow Homer (Boston 24 de febrero de 1836 – Prout’s Neck, 29 de septiembre de 1910), fue un pintor naturalista estadounidense, considerado como uno de los más grandes artistas de su país en el siglo XIX.
Con 45 años y una sólida carrera como cartelista, acuarelista y pintor al óleo de paisajes limpios y luminosos, Homer se trasladó a Inglaterra, a Cullercoats, un pueblo de pescadores en la costa del Mar del Norte. El año que pasó allí provocó un cambio definitivo en la temática de su obra. Dejó los paisajes y los campesinos, las batallas y los uniformes militares para concentrarse en escenas de la naturaleza a gran escala, en particular escenas de mar, de marinos y de pescadores.
De vuelta a los Estados Unidos, noviembre de 1882, se instaló en una pequeña península de la costa de Maine, Prout’s Neck, al nordeste del país, donde fallecería en 1910 y donde produjo las tres obras maestras que reproducimos, The Life Line (1884, Philadelphia Museum Of Art), Eight Bells (1886, Addison Gallery, Andover, Massachusetts), y Northeaster (1895, en manos de un coleccionista privado).
The Life Line, que podríamos traducir por El andarivel, nos muestra el dramático salvamento de una persona desfallecida, en medio de un mar que sentimos brutal, gigantesco. La intensidad de los colores, tamizada por la luz de las olas rompientes, otorga al cuadro una vida que impresiona al espectador. Ahí está la mar y el heroísmo, el esfuerzo y el sufrimiento, la lucha y la tragedia.
Eight Bells representa a dos marinos con sendos sextantes, una escena de trabajo repetida desde que el barco abandona de vista la costa. El título de la pintura hace referencia a las campanadas que marcaban las horas a bordo, una campanada cada 30 minutos, de modo que eigth bells, ocho campanadas marcan el final de una guardia y el inicio de la siguiente. Más allá de la licencia que Homer se toma, por razones de composición estética, representando a un marino en plena observación de la meridiana del sol y al otro leyendo una altura, cuando en realidad ambos estarían balanceando el sextante hasta que el sol deje de ascender sobre el horizonte, la escena, envuelta en un mar verdadero y en un cielo al acecho, transmite sabiduría y confianza en la habilidad de los marinos para vencer la inmensidad del océano. De nuevo los colores trabajados por Homer confieren a la pintura un aura heroica que sobrecoge a quien la contempla.
Northeaster constituye un buen ejemplo de la mirada de Winslow Homer sobre el mar océano, una mirada que remite a Turner (1775-1851), cuya obra era sin duda conocida por Homer, y a los pintores y calígrafos japoneses que nos legaron la madre de todas las olas, un mar vivo que sentimos rugir y que nos zarandea. El mar de los marinos.