Con más pena que gloria, ha pasado en nuestro país el día de la gente de mar, el pasado 25 de junio, ‘Day of Seafarer 2022’. Incorregible país, este nuestro, que desconoce a la gente de la mar menos cuando naufragan los pesqueros. Claro que marinos en España ya vamos quedando pocos. La mar es dura, la vida en la mar es dura, nunca ha dejado de serlo. Un viejo dicho de la época helenística decía: “Huye de los trabajos del mar, empuña el arado de los bueyes si te parece dulce el fin de una larga vida.. En el mar no es fácil ver hombres de pelo blanco”
Y es que ya desde los viajes de Odiseo (Ulises), los marinos no cejan en su cotidiano penar navegando por las mares del globo.
Y cada día que pasa, más difíciles son las condiciones en las que se desarrolla su trabajo respecto de otros en tierra firme. La digitalización, las comunicaciones y la celeridad del tiempo actual echaron por tierra casi todos los dichos que hacían de la profesión del marino una actividad ciertamente envidiada. Se viaja; pero metido en cajas de acero aprovechadas al máximo para hacerlas rentables. Se ignoran los paisajes y las ciudades en donde se encuentran esos atraques altamente tecnificados y alejados de los núcleos urbanos, en los cuales la permanencia de los buques se cuenta en horas, que no días. Difícil relacionarse con otros seres humanos residentes en esas ciudades, por no decir imposible.
Soledad, mucha soledad y carencia de comunicación, por su elevado coste hasta la fecha, con las familias y otros seres queridos; precisamente por su alto coste desde la mar (hay que comunicarse vía satélite y ese tipo de comunicación tiene un precio muy elevado). Y responsabilidad, mucha responsabilidad para los capitanes, que son las cabezas de turco de todas las incidencias de las que se quiere hacer responsable al buque.
Las administraciones burocráticas de las zonas marítimas en donde se produzcan incidentes con buques mercantes: derrames de combustible, incidentes con productos químicos, daños a muelles, colisiones entre buques en zonas portuarias, contaminaciones desconocidas y achacadas a los buques , varadas en canales de paso… y un largo etcétera, de todos los cuales mira tú por donde, resulta siempre imputado el capitán, y a menudo, criminalizado.
Por eso, es triste decirlo, cada vez somos menos los que sienten la llamada de la mar. Y de los que la sienten, muchos salen corriendo cuando conocen las circunstancias y el entorno en el que se va a desarrollar su vida profesional.
Autoridades, escuelas, empresas navieras…. Todos los actores principales deben cambiar profundamente su actitud hacia esta realidad que nos lleva indefectiblemente a un punto de extrema gravedad: barcos parados porque no hay marinos suficientes para tripularlos. Barcos mal tripulados sin los profesionales necesarios (como los Centros de Asistencia Primaria sin médicos), elevando el riesgo de accidentes. Todo ello a la vuelta de la esquina, 2030 dicen los informes técnicos. Y los buques autónomos, que posiblemente llegarán antes de 2050, y cuando lo hagan necesitarán gestores a bordo para prevenir lo que no contempla el algoritmo.
Día de la Gente de Mar. Un gran día para recordar.