La Memoria Democrática del Ayuntamiento BComún de Barcelona es, sin exagerar, una enorme mentira. Falsificó la vida de Antonio López para retirar su estatua y lo consiguió con facilidad porque sus mentiras eran oficiales. Cuenta con una concejalía ex profeso y ésta, a su vez, con el Born Centro de Cultura y Memoria, el Instituto de Pasados Presentes, la Ponencia del Nomenclátor, el Comisionado de Programas de Memorias, el Museo y el Archivo de la ciudad, el Consejo de Arte Público… Todo este organigrama y más (Eurom, Dirección General de la Memoria, ICUB) contribuyó a engañar. Incluso tamaña máquina de propaganda no sería completa para dar el pego sin la gran baza del supremacismo ético que se arrogó la concejalía para imponer sus mentiras
Llaman memoria democrática a lo que es una sarta de manipulaciones populistas urdida desde el Ayuntamiento. Desenmascararla es un modo de defender al marqués de Comillas, empezando por el texto de Presentación de dicha Consejería. Sonroja su desinhibido autobombo, pues presenta a Barcelona tan “la ciudad de los prodigios” que la convierte en referente ético urbi et orbi. El supremacismo que expresa el primer párrafo anticipa sus prepotentes programas de memorias.
Barcelona ha sido, y sigue siendo, escenario central de acontecimientos, conflictos y luchas sociales importantes para la historia, no sólo de Cataluña, sino también del Estado español y de Europa. El movimiento obrero, el antifascismo, las luchas por la igualdad de géneros, el feminismo, los esfuerzos para garantizar las condiciones de vida y la radicalidad democrática popular han vivido en la ciudad algunos de sus momentos esenciales, y constituyen un patrimonio ético, político y cultural de la ciudadanía.
La concejalía encargada de las memorias no recuerda siquiera que ayer mismo el centro de la ciudad estuvo en llamas por conflictos identitarios y que en la pantomima del 30º aniversario del atentado de Hipercor (1987), la alcaldesa Colau, quien recibe sin reparos éticos a Arnaldo Otegui, evitó condenar a ETA aduciendo que no era el momento para hacer discursos políticos. Por lo mismo que ni en el panel explicativo de dicho atentado (21 muertos, 45 heridos) ni en los textos del portal de Memoria Democrática nunca aparece la palabra terrorismo adjetivando a ETA o a su comando. Y esto no es un mero desarreglo de la memoria. Mucho más grave. La tiene tan pervertida que, para colmo, se cree que forma parte de su patrimonio ético.
Y ya puestos, olvida que Barcelona fue el último baluarte esclavista de Europa; que sus luchas sociolaborales tuvieron episodios excepcionalmente aterradores, poco ejemplares; que su antifascismo fue más del tipo estaliniano; que en luchas por la libertad de géneros y del feminismo progresó a la par, incluso por detrás, de otras ciudades; e igual pasó con sus conquistas sociolaborales al extremo que las desigualdades va por barrios, como por doquier, y se sigue llamando burguesía a su clase alta porque Barcelona nunca ha roto el marco clasista forjado hace dos siglos. Un poco de humildad. Lecciones, las mínimas.
El término “patrimonio ético” tiene connotaciones positivas y el que se adjudica BComún sirve para hermosear el pasado político y sociolaboral de Barcelona a modo de guía turística. La realidad es que tiene muchas limitaciones. Y hasta empeora si se maquilla mal, como hizo al retirar la estatua de Antonio López pretendiendo mostrar supremacía ética. Otra fantochada. Fue una pincelada, en cierto modo, a tono con la exitosa campaña “Ponte Guapa” del Ayuntamiento (1985-2009). Esta remozó las fachadas, la epidermis de una ciudad dejando al albur las desigualdades sociales asociadas al neoliberalismo y la descohesión política provocada por el nacionalismo… pasos previos a la marginación, a la inseguridad y a la división social con balcones de bandera y con líderes encarcelados. A la espera de cómo responda la ciudad a los devastadores efectos del coronavirus, la herencia de Barcelona incluye también amenazantes deudas éticas sin saldar.
¿De qué patrimonio ético hablan? Al que alude la Concejalía de Memoria Democrática no es para presumir mucho y tampoco sirve de ejemplo para otras ciudades. Al contrario, el pasado ético de Barcelona es una rémora si BComún lo reconstruye para esgrimirlo como arma política para imponer programas de memorias que legitiman a quienes considera sus predecesores y retira del espacio público a sus enemigos simbólicos (Antonio López) relacionados con los partidos de la oposición.
El portal digital de Memoria Democrática es el NO-DO de BComún. Comparte con el Noticiario Cinematográfico del régimen franquista la calidad de su producción, realización y presentación. Y, sobre todo, coincide en descartar las memorias incómodas que le atañen y en tergiversar o realzar los hechos recordados a conveniencia de quien manda. Abruma su despliegue de programas, de noticias y recursos, de investigación e iniciativas. Sorprende la falta de crítica con el proceder de las izquierdas, de los sindicatos, de los nacionalistas… de todos cuantos BComún considera de los suyos o del secesionismo, su aliado estratégico al repasar la Historia a su manera. Es imposible desligar el poder con los monumentos que éste quiere tener en la ciudad, pero en democracia hay que demostrar más tolerancia que en las dictaduras.
Una monumental pifia
Por lo que aquí importa, la defensa de Antonio López, solo analizaré el primero de sus seis programas que hasta hoy ha desarrollado la Concejalía de Memoria Democrática: “Barcelona Colonial” (08.03.2016). Uno esperaría que la retirada del marqués de Comillas estuviese allí más que justificada por textos y documentos aportados por quien lo decidió. Nada de eso. La palabrería de la presentación: “Barcelona colonial es un ámbito de diálogo … en particular, en su expresión simbólica en el espacio público”, concuerda con la rimbombancia de un congreso y tres seminarios sobre colonialismo y Antonio López que no pasan de ser, la más de las veces, unas modestas conferencias y mesas redondas porque el nivel de autoexigencia de esta concejalía está deshecho por sus sesgos y la elección de sus ponentes.
Tan ridículo o más es el apartado dedicado sólo al marqués de Comillas: “Monumento Antonio López y López”, con un resumen biográfico firmado por Martín Rodrigo Alharilla, y una cronología comentada del monumento escrita por el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). También hay tres enlaces: una noticia, un vídeo y una entrevista a Martín Rodrigo, cuando ya retiraban la estatua. Un desastre, sin datos probatorios ni argumentos serios. Así que Ricard Vinyes, comisionado de los Programas de Memorias de Barcelona, no me dio ninguna documentación al respecto cuando se la pedí en su despacho consistorial de la plaza San Miguel. Como para parafrasear “La Paloma” (Sebastián Iradier, ca.1860) “Cuando salí del Ayuntamiento, ¡válgame Dios!”, por las mentiras oficiales y la opacidad política que suplían la falta de pruebas para echar abajo al marqués de Comillas.

Los textos del “Monumento Antonio López y López” no tienen fecha y tampoco pruebas que justifiquen la retirada de la estatua, si bien el profesor Alharilla firma la biografía resaltando que A. López, además de poseer 171 esclavos en sus haciendas, “participó entonces en el tráfico de esclavos desde las costas africanas a Cuba (…) López se encargaba de recibir en el oriente cubano los cargamentos o `partidas´ que los capitanes de fuselajes negreros llevaban clandestinamente desde África. Después, él mismo o sus socios se dedicaban a vender aquellos africanos esclavizados…”. Habría que puntualizar que López no fue un hacendado al uso, pues dichos esclavos figuraban en la compraventa especulativa/rápida de ocho fincas, aunque algunas de ellas se perpetuaron en su poder a causa de pleitos judiciales.
Las afirmaciones del profesor Alharilla son apropiadas para escribir una sucinta biografía del marqués de Comillas, pues no requieren pies de página ni notas explicativas. Lo inadmisible es que la Concejalía de Memoria Democrática se conforme con este único texto, firmado por el historiador de referencia, para retirar la estatua de Antonio López alegando que fue negrero. Ni analizando los numerosos trabajos de Alharilla sobre el marqués de Comillas se puede asegurar que éste participara en la trata. Quizás, tras volver hace dos años de Cuba para seguir investigando, acabe mostrando pruebas en su nuevo libro sobre López: “Un hombre, mil negocios”.
Por lo que se sabe de este libro solo aporta una sola delación, no probada, por parte del cónsul británico en Santiago de Cuba. Recalco, solo una. Y la compraventa legal de poco más de 500 esclavos durante tres años no prueba que fuese negrero. Sus ganancias en esas operaciones legales fueron insignificantes en los caudales que A. López, sus socios e intermediarios ganaron en Cuba. Además, esta cantidad de esclavos resulta irrelevante si tenemos en cuenta el trasiego masivo de mano de obra forzada que por aquellos años pasaron de los cafetales a la caña y el azúcar, en especial, desde la región de Santiago de Cuba al resto de la Isla. No había pruebas cuando en 2018 retiraron la estatua.

En defensa del marqués de Comillas ya he escrito un análisis crítico, sin publicar, sobre las obras de este profesor especializado en los Comillas y en los indianos que recalaron en Cataluña. Aquí me limito a apuntar que la Concejalía de Memoria Democrática debería haber aportado en su portal digital información contrastada que avalase, sin ningún género de dudas, su decisión de retirar al naviero cántabro del espacio público o, como se anuncia, de resignificar su monumento. Aunque bien se cuida la concejalía de acusarle explícitamente solo de esclavista, dejando para los portales mediáticos del Ayuntamiento el uso y el abuso del término negrero para López.
A la biografía del marqués de Comillas le sigue la historia de su monumento con un texto que viene a reforzar la campaña de falsedades contra el negrero. Lo suscribe el MUHBA, sin firma. Mezcla información de índole artística, empresarial y política, con referencias engañosas para asegurar que A. López se dedicaba a la trata, que el monumento se levantó, no sin discrepancias, por iniciativa de su hijo Claudio y que en 1936 derribaron la estatua porque conmemoraba a un negrero. Y que, tras reponerla el dictador Franco, acabó siendo cuestionada de nuevo por la ciudadanía a partir de finales de siglo pasado. Un relato mentiroso para tirar abajo la imagen de Antonio López. Ni que fuese a tal fin un texto por encargo. Da que pensar. El Museo depende de la Concejalía de Memoria Democrática.
Por lo leído, el MUHBA no sabe la historia de Barcelona e ignora que puede documentarse en el Archivo Histórico de la ciudad, ente también dependiente de la susodicha Concejalía. La iniciativa de levantar el monumento a Antonio López consta que la tomó la junta de gobierno de la patronal Fomento del Trabajo Nacional, y en el notorio comité de prohombres de la burguesía barcelonesa encargado de proyecto no figura Claudio López. Lo fácil es dar crédito a lo que interesa para desacreditar el monumento, en vez de hacer una investigación a dos zancadas de donde está el Museo. La gestación del monumento está documentada. He aquí un resumen.
La iniciativa de dedicar un espacio público al marqués de Comillas la tomó Fomento al pedir al Ayuntamiento que “para perpetuar el glorioso recuerdo del Excmo. Sr. Don Antonio López y López se diese nombre del mismo a una plaza de esta capital, como débil muestra de gratitud a lo mucho que Barcelona debe a tan insigne ciudadano… [Pide] que sea la plaza San Sebastián por haber desaparecido el convento y la iglesia [que le daba nombre]”. Solo tres días después, 19 de mayo de 1883, el alcalde Rius i Taulet aprueba la idea. Los vecinos de la plaza también la dan por buena con una carta al Ayuntamiento expresando que “se han enterado con satisfacción”.
La comisión creada para levantar el monumento de Antonio López le asegura al alcalde que “la corporación municipal no tendrá que contribuir a los gastos que origine la ornamentación [monumento…] de la plaza dedicada a Antonio López, pues todos ellos serán a cuenta de los suscritos y de otros amigos y admiradores del Sr. López”. Lo respaldan 24 firmas, encabezadas por las de Manuel Girona, Evaristo Arnús, Ferrer-Vidal, García Pinillos, Robert Surís, Isidoro Pons, Pedro Sotolongo… Claudio López Bru no aparece, por decoro o porque ni hacía falta que pagase. Quienes contribuyeron eran jefes, socios o accionistas del holding Comillas y ninguno tenía que rascarse mucho el bolsillo para aportar unas dos mil pesetas. Iban sobrados para homenajear a su amigo, socio o compañero de aventuras empresariales.
El MUHBA tergiversa todo y es uno de los que abrevan de la fuente de patrañas que surge del libelo “La verdadera vida de Antonio López y López”, escrito por el cuñado de éste, Francisco Bru Lassús, enfermo de odio. Da por válido que López fue negrero citando dicha obra. Cualquier historiador, por medianillo que sea, lo contrastaría antes de plasmar acusaciones tan graves. Hay que valorar la fiabilidad del autor y comprobar los hechos, dándose el caso de que Francisco Bru fue una calamidad y no aporta ninguna prueba, ninguna en absoluto.
Tampoco es serio que cuestione la aceptación que el monumento tuvo en su momento: “Ya entonces había discrepancias en la valoración del personaje y de la oportunidad del monumento”. Por lo que tengo investigado solo lo cuestionó el cuñado y apenas si criticaron que le erigiesen ese monumento. Ni siquiera los sectores contestarios lo cuestionaron, a pesar de que era un potentado empresario, algo que siempre genera críticas, con y sin razón. También hubo quienes pusieron reservas a que España entrase en la Unión Europea o a que Barcelona fuese sede de los Juegos Olímpicos, y eso no es óbice para que resultasen decisiones acertadas.
El MUHBA saca luego a cuestionar la estatua de López a resultas de la muerte de Jacinto Verdaguer sin referirse al conflicto entre el poeta/capellán y Claudio López Bru (caso Verdaguer) que llevaba nueve años atrincherando la sociedad y la prensa a favor y en contra de uno u otro, según las fallas sociales e ideológicas. La referencia al semanario satírico “La Campana de Gracia” de “convertir en bronce la estatua [de López] desbancada para hacer caridad a los pobres” (Nº 1.727, junio 1902) no es válida sin esta explicación. Los contestatarios no siempre tienen razón ni son la única referencia ética de Barcelona por más que este Museo se sume al planteamiento de dicha revista.
¿Y qué decir de que el MUHBA realce los desafueros de los milicianos que en 1936 tiraron la estatua de A. López con el argumento de que conmemoraba a un negrero? Pues, que estos podían hacer y decir lo que les diese la gana, como cuando derruyeron a pico y pala la iglesia parroquial de Puigcerdà o lanzaron una persecución religiosa sin parangón en Europa. Si la Concejalía de Memoria da legitimidad ética a este tipo de desmanes, pues, vale, entonces está justificando los que estén por venir mientras lleven algún tipo de marchamo “popular” al destrozar la convivencia con acciones violentas sin restricciones. El derribo de estatuas por “Black lives matter” y el asalto trumpista del Capitolio (monumental centro/símbolo del poder político en Estados Unidos) son dos recientes avisos del porvenir que nos espera si se legitima la acción directa del quiero y puedo echar abajo lo que me plazca.

Este texto del MUHBA termina con un párrafo que alienta la campaña que contra Antonio López se inició a finales del siglo pasado y que BComún culminó con éxito. Tal como lo explica, contribuye a avivarla. Y mira que el MUHBA no exhibió el tema López hasta que Ada Colau se hizo con el Ayuntamiento. ¿Museo? La voz de su amo. ¡Mande!, que yo le escribo al dictado, aunque sin firma ni molestias en documentarme.
La decantada postura del MUHBA contra Antonio López confirma que el Ayuntamiento de BComún recurre a sus entes para que apoyen sus tesis mientras dice, y repite mil veces, promover la participación, el debate, la pluralidad y la transparencia. Ya me dirán cuántos entes independientes han participado respecto a la figura de Antonio López en su portal digital Memoria Democrática. Ninguno. Sin nómina del consistorio y con nombre y apellido, solo un protagonista y algunos mariachis elegidos a sabiendas de que no les iban a defraudar. Es lo que hay. A contrapelo, los imprescindibles para no caer en el panfleto (ej. Julián Bonder).
Seminarios para colonizar el espacio público
El programa “Barcelona colonial” organizó también tres seminarios sobre la representación del colonialismo en el espacio público, en especial, en sus monumentos. Antonio López era la figura central solo en el tercero, pero planeaba en todos porque su imagen era la única en Barcelona sometida a una campaña de desprestigio previa a la retirada de su estatua. Consistían en disertaciones académicas y promover debates para descolonizar Barcelona. Bueno, así figuraba en el programa oficial. Pero era otra mentira. El objetivo real era colonizar el espacio público con memorias amañadas de nueva construcción para embellecer a BComún en el espacio público, con la consiguiente eliminación de las memorias repudiadas.
De previa a los tres seminarios, sin ser del programa “Barcelona Colonial”, se celebró el curso “Ciudad, Espacios y Arquitectura de la Memoria” (iniciado, 16.02.2016) que ya apuntaba maneras porque “ofrece la oportunidad de observar la ciudad con una mirada diferente para impulsar una mayor implicación en las memorias presentes en el espacio urbano”. Lo llamaron “Urbanismo de memoria” y anunciaron actuaciones a modo, digo yo, de un Ponte Guapa político. A seguir, inmediatamente, la Concejalía de la Memoria Democrática, apoyada por Eurom, fue sin miramientos a por la estatua de Antonio López, así que las ponencias que relacionaban Memoria, Arquitectura, Espacio Público incidían en su monumento, no tanto en los de Colón, Güell… Ya su primer seminario coincidió con la inauguración de la “Ruta del legado de la esclavitud en Barcelona” para el asalto y derribo de la imagen del marqués de Comillas; y la estatua de Antonio López fue en este seminario la que generó controversia entre Ricard Vinyes y Julián Bonder, pesos pesados entre los intervinientes.

El primordial objetivo de la Memoria Democrática quedó claro desde el principio y hasta medio año después de que se retirase la estatua del marqués de Comillas. Eso a pesar de que el programa “Barcelona Colonial” señalaba directamente a Colón, y en Barcelona se levanta su más esplendoroso monumento.
El segundo seminario del programa Barcelona Colonial trató de los indianos y de Colón con sendas conferencias, la segunda sobre el monumento a Colón (S. Michonneau, 07.11.2016), para que no se diga. Pero solo después del “Black lives matter”, la Memoria Democrática abordó a fondo la figura del almirante en el espacio público (10-03, diciembre, 2020), con algunas ponencias e intervenciones de mérito, en especial entre las tres últimas de sus seis mesas redondas telemáticas (Vicente, Ricart, Mansilla, Véliz, López, Villacañas…).
Con el tercer seminario y su tríptico anejo, Barcelona Colonial volvió a abordar la figura del marqués de Comillas: “Los monumentos de hoy en día y la plaza de Antonio López” (07.06.2017). Participaron la concejala ciberhoólica y activista Gala Pin y el antropólogo Gustau Nerín; y debatieron la profesora especializada en arte público Nuria Ricart y el arquitecto Juan José Lahuerta. Ignoro qué se dijo en dicho seminario, aunque las posturas contra Antonio López de los tres primeros son tan conocidas que dejan poco margen para las sorpresas, ninguna a favor del marqués de Comillas. También son notorias las teorías de Lahuerta, profesor de Historia del Arte y director de la Cátedra Gaudí (UPC), hasta 2016, jefe de Colecciones del MNAC, museo consorciado por el Ayuntamiento de Barcelona.
Lahuerta era el mejor arquitecto que la Concejalía de Memoria Democrática podía escoger para tirar abajo al marqués de Comillas. Es un iconoclasta confeso, y desde su pedestal intelectual considera que los monumentos no son otra cosa que la cara del poder y aplaude que cada revolución o cambio político profundo vandalice, tire, queme o retire del espacio público ese tipo de símbolos. Su fijación en ver primordialmente el poder, el poder político, en los monumentos/estatuas/nomenclátores erigidos es una opinión muy particular que excluye de ellos muchos aspectos relevantes: historia, arte, etnografía, apegos, turismo… Si encima, Juan José Lahuerta debate con Nuria Ricart, partidaria de resignificar/denigrar el monumento de López, pues ya sabemos: reunión de pastores, oveja muerta. La participación y el debate queda circunscrito a aspectos colaterales entre quienes comparten la cuestión de fondo de no respetar la imagen del marqués de Comillas ni dejar tal cual su monumento.
El umbral de lo inadmisible
Tanto o más significativo de este tercer seminario es su tríptico. Vuelven a aparecer, calcados, los textos que Memoria Democrática había publicado 15 meses antes (la biografía de A. López, por Alharilla; y la historia del monumento, por el MUHBA). ¡Que apañados! La novedad radica en que llevan infografía. Aparte de la ocurrencia artística de poner el gráfico de dicho monumento entre los símbolos tipográficos de comillas (Carles Mestres), el tríptico está ilustrado con la portada del semanario anarquista Umbral, titulada: “El instinto del pueblo”, haciendo referencia a cómo habían quedado en 1936 quince estatuas de Barcelona según el instinto del pueblo las hubiese derribado (López, Güell, Prim) o respetado (Verdaguer, Balaguer, alcalde Robert…).
El tríptico replica en un recuadro el monumento decapitado del marqués de Comillas, aislado y engrandecido para darle realce y, sobre todo, para que sea visible el pie de foto: “Maximiliano Biardeu en el pedestal que sostenía al negrero Antonio López”. Es una manera torticera de relacionar la retirada de la estatua de Antonio López con un nexo entre 1936 y la actualidad, equiparando de algún modo “el instinto del pueblo” de la CNT-FAI a la Memoria Democrática de BComún. Craso error.
Una imagen dice más que cien palabras. Esta de la infografía, desde luego, pues corresponde a una importante revista gráfica del anarquismo (Valencia-Barcelona 1937-39). No solo delata el uso político de la Memoria Democrática, sino que ésta se decanta por la izquierda totalitaria. ¿Qué diferencia hay entre la memoria democrática de la no democrática?, si la primera se equipara al anarquismo despiadado de 1936 que derribó por motivos ideológicos al marqués de Comillas antes de que amaneciese un lunes de agosto.
Mal asunto que en Barcelona se reboce con el término “democrático” cualquier atropello a la convivencia ciudadana (ej. el “tsunami democrático” que impuso la violencia callejera). Lo encubre todo. Así no hay modo de distinguir bien qué es qué, aunque dicho tríptico ponga en evidencia un referente no democrático de BComún. Esta plataforma tiene apego a la izquierda totalitaria que se fue al traste en la Guerra Civil, patente en las numerosas exposiciones y en los programas de memoria del Ayuntamiento que ensalzan a la CNT-FAI a pesar de que propugnó una versión extremada de la justicia social incompatible con el sistema de derechos y libertades del régimen democrático-liberal hoy en vigor.

La infografía del tríptico no es un baladí traspiés de la memoria. Trasluce el nexo entre la “memoria democrática” y el “instinto del pueblo” de índole libertario/revanchista. También delata el repudio que siente BComún a la Barcelona burguesa y empresarial. Otro caso error. Antonio López forma parte del patrimonio indeleble de la ciudad por derecho propio y porque él y su monumento representan, con cuatro bajorrelieves, el poderío económico de Cataluña y la decimonónica Barcelona, sede de grandes empresas.
El marqués de Comillas es la memoria de las revolución industrial y burguesa, de la Cataluña locomotora de España, del progreso de una ciudad con su renovación cultural y urbanística. Hay que ser muy cerril, tener una memoria desgañitada y sectaria, para ilustrar con esa portada de la revista Umbral la campaña de acoso y derribo del monumento de Antonio López. Hace mención a “El instinto del pueblo”, y de retranca a las checas que acabaron regando las cunetas de la Rabassada con sangre de muchos empresarios catalanes. La Memoria Democrática debió tener un mínimo de dignidad y decencia para no cometer el crimen de ensalzar “el instinto del pueblo” para quitar de nuevo al marqués de Comillas. La ilustración de «Umbral» en ese tríptico supone, como mínimo, mutilar la memoria de Barcelona. Si el nuevo futuro requiere un nuevo pasado así de amputado, estamos aviados.
Además, a qué viene alardear de un fantasioso patrimonio ético tirando por la borda los símbolos relacionados con la ineludible realidad de ganarse las habichuelas. Y mira por donde, la retirada de la estatua de A. López coincidió con la huida de las principales sedes corporativas del tejido empresarial de Cataluña. Fue a causa de la declaración unilateral de independencia, no del todo ajena al clima de hostilidad que desde hace tiempo anida contra la iniciativa privada en el Ayuntamiento y en la Generalitat; por no hablar de los activistas de la CUP y de ARRAN, entre otros, exponentes posmodernos del fanatismo de quienes queman contenedores en vez de iglesias y okupan pisos cutres en vez de palacios, de quienes prometen asaltar el cielo y se contentan con asaltar una estatua, de quienes grafitean paredes de madrugada en vez de entrar al cuerpo a cuerpo con la patronal planteando alternativas reales.
Es la Barcelona de BComún sin ideas ni proyectos más allá de hacer cambios superficiales, gatopardistas (calles, símbolos), la que retira ostensiblemente el busto de Juan Carlos I porque no puede proclamar la república, la que retira con aparatosidad la estatua del empresario Antonio López porque carece de alternativas, ni siquiera parciales, al actual modelo económico. La que presume de la memoria democrática que no tiene y la suple con mentiras oficiales. ¡Válgame Dios!