La ruta “El legado de la esclavitud en Barcelona” es un quiero y no puedo y, sobre todo, una desfachatez. Lo que debería ser una ruta de indianos entre las estatuas de los dos más conspicuos de Cataluña, lo han degenerado en un estrafalario derrotero para acusar de negrero a Antonio López López y arrojar similar sospecha sobre su consuegro Juan Güell Ferrer. Un vituperio extra contra el naviero, urdido y vendido desde despachos y departamentos, desde la sede de la ONG Fundación Solidaridad y desde las mesas y micros de los seminarios montados en salones y paraninfos. Bastó que por necesidad Eurom tuviese que hacer la calle recorriendo la Barcelona del “Legado de la esclavitud” para que se le viese ejerciendo, sin estilo ni tapujos, de celestina de la memoria con la colaboración de la revista Associació Conèixer Història y con el Ayuntamiento de Ada Colau pagando la fiesta.
El objetivo primordial de esta Ruta era retirar la estatua de Antonio López con las triquiñuelas de participación, debate y consulta. A tal fin se inauguró el 8 de marzo de 2016 en el marco del seminario internacional “Memoria, Arquitectura y Espacio Público” que debatió “los recuerdos incómodos en el espacio público”. A la presentación de la Ruta acudieron una veintena de invitados y periodistas de los principales medios de comunicación que, sin críticas ni análisis, desgranaron la noticia en días sucesivos con el dicen que dicen del guía de la Ruta, Oriol López, y del director de Eurom, Jordi Guixé. Total, una caminata propagandística de dos horas desde la estatua de Juan Güell, en Gran Vía/Rambla Cataluña, al monumento de Antonio López, situado en el arranque de Vía Layetana.
Las réplicas de la noticia dieron pie a que, desde portales y cartolas de los medios subvencionados, se encaramasen demasiados para vilipendiar al marqués de Comillas. Prueba superada. Hasta la prensa granada contribuyó a vandalizar la imagen del naviero cántabro con solo transcribir la propaganda de Eurom. Con la consulta participativa pasó otro tanto. Las 15.000 firmas, para renombrar la plaza de A. López, fueron todas tan del mismo palo que por tratarse de una falsa consulta no se consideraron legítimas y hasta el propio Ayuntamiento las rechazó.
Jordi Guixé abogó para que la ruta “El legado de la esclavitud” promoviese la participación ciudadana y el debate, mientras potenció el seguidismo con una exposición inaugural de la Ruta, del todo sesgada, sin resquicios para poner en duda que Antonio López fuese negrero. Sin datos, por supuesto, pura propaganda e infamia. El debate y la participación, por tanto, se circunscribía a lo sumo a qué hacer con el monumento y el nomenclátor, dando por sentado que el naviero cántabro amasó su fortuna con la trata. Ni participación ni debate. Un paripé.
Se hizo lo que los expertos/profesionales de Eurom y del Ayuntamiento habían decidido de antemano: retirarla primero, para luego resignificarla, es decir, denigrarla. Participar, de aquella manera, era precisamente lo que Eurom estaba mullendo con la Ruta. Como también fue participar el acto de los sindicatos UGT y CC.OO. a favor de un trabajo digno ante la estatua de A. López, las manifestaciones de asociaciones de inmigrantes en dicha plaza… y, por supuesto, las pintadas que vandalizaron reiteradamente el monumento del marqués de Comillas. Este variopinto y tramposo tipo de participación es el que propició el Ayuntamiento para que él mismo se sintiese obligado a retirar la estatua con la coartada de que así respondía a las reivindicaciones ciudadanas. Mera campaña de agitación y propaganda. La manipulación resultó tan evidente que no cabía esperar que la Ruta de Eurom impulsase la participación real y democrática. Así que no hubo debates ciudadanos, sino a lo más cuatro artículos por parte de quienes criticamos los planes del Ayuntamiento de retirar la estatua de A. López, lo cual apenas si sirvió de contrapunto para dar la sensación de polémica, pues la alcaldada la impuso quien invitaba a la participación y al debate. Y la decisión ya estaba tomada desde que BComún se hizo con el Ayuntamiento y Xavier Domènech, su primer responsable de la Memorias, prometió en julio de 2015 que retirarían dicha estatua antes de acabar el año. A partir de allí, todo fue filfa, desde los “Pasados Presentes” de la concejalía de Memoria Democrática a los programas del Comisionado de Memorias y la ruta del “Legado de la esclavitud” promovida por Eurom.
A lo más, hubo algún contraste de ideas entre los expertos, como el visto en el seminario “Memoria, Arquitectura y Espacio Público (8-13 de marzo de 2016). Ricard Vinyes expuso su idea de construir una memoria sobre Antonio López para resignificar el monumento; mientras que Julián Bonder, director del memorial de la esclavitud de Nantes, era partidario de respetar en lo posible el legado histórico interviniendo el monumento de López lo imprescindible para contextualizarlo con una placa explicativa.
Barcelona, ¿ciudad negrera?
El objetivo de la ruta “El legado de la esclavitud” es vandalizar la imagen de Antonio López tachando a éste de connotado negrero, el único indiano a batir en toda Cataluña, la cabeza de turco de la Barcelona colonialista. Ello necesitó el andamiaje de considerar a Barcelona una ciudad negrera/esclavista y de circunscribir la Ruta al marqués de Comillas, acompañado de otro indiano, la torna. Todo un enorme ridículo institucionalizado que no aguanta un mínimo análisis.

“El legado de la esclavitud” pretende equiparar a Barcelona con las grandes urbes negreras de Europa (Liverpool, Nantes, Bristol, Londres, Burdeos), cuando incluso Cádiz le superó por mucho en España. El colmo es que encima propongan crear aquí un memorial al respecto. Una ficción a tono con el planteamiento de considerar que “El legado de la esclavitud” es “una ruta promovida por Eurom y el Ayuntamiento de Barcelona [que] recorre los puntos de la ciudad donde todavía se pueden encontrar vestigios de la presencia de esclavos” (Barcelona.cat, 13.03.2016). Ni que la Ciudad Condal fuese La Habana o Bahía. ¿Presencia de esclavos? ¿Se refiere a los esclavistas que se asentaron en Barcelona después de “hacer las Américas” gracias a unas economías a hombros de personas esclavas negras? (de africanas o subsaharianas que dirían con innecesaria corrección quienes tienen reparos de llamarles por su color de piel o ignoran el orgullo de pertenecer a las etnias de dicho color asumiendo el denominativo de su seña de identidad más visible).
No, Barcelona no fue negrera, si bien Cataluña participó en la trata y hasta tuvo negreros que se enriquecieron sin salir de casa, sin pisar África ni el Caribe. Pero el monto principal de dinero personalizado que la ciudad obtuvo de la trata y esclavitud lo trajeron en mano los indianos. Puntualizando, Cataluña empezó tarde a enriquecerse con los esclavos, no antes de finales del siglo XVIII, cuando los Borbones le permitieron participar en los negocios del imperio y, al poco, entrar de lleno también en la trata (1789). Y ésta obtuvo sus mayores beneficios a partir de 1820, al ilegalizarse dicho tráfico. Hasta ese año, tuvo que competir con otras ciudades, si bien las británicas retiraron sus barcos de ese negocio a partir de 1807. Barcelona solo gozó de ocasiones para lucrarse con la trata cuando era legal y por tanto sin enormes ganancias. Luego quedó bastante esquinada porque carecía para ello de buenos barcos, de potentes centros financieros y de eficientes fábricas que produjesen bienes de consumo a precios competitivos para África (herramientas, armas, textiles). En el siglo XIX ya no se adquirían personas en África a cambio de pipas de vino, sacos de almendras y llamativos abalorios. Los esclavos eran caros y en los intercambios había que ofrecer productos de calidad y valor añadido, muchos de ellos británicos. La prueba es que apenas figuran connotados negreros que desde Barcelona amasasen fortunas con la trata. Y al contrario que en Cádiz u otras urbes, el cónsul británico en Barcelona, que se sepa, no denunció que esta ciudad participaba en la trata o en sus negocios paralelos.
A falta de bancos, de aseguradoras y de casas comerciales específicas para la trata/esclavitud desde Barcelona, Eurom puso en su Ruta los edificios que fueron del Banco Hispano Colonial y de la Cía. General de Tabacos de Filipinas, entes fundados por López en 1875 y 1881, respectivamente, el primero para ganar la guerra de Cuba y el otro para crear la primera multinacional catalana aprovechando el desestanco del tabaco filipino, ambos cuando la trata había quedado atrás (1866) y la esclavitud estaba a punto de desaparecer. La Ruta exhibió un legado transpuesto cuyo trazado mal se correspondía con lo que prometía.
De hecho, “El Legado de la esclavitud” ni se asoma a la Barceloneta. No podría poner allí referencias claras a la esclavitud, mientras en el Memorial de Nantes hay colocadas 1.710 placas bien documentadas, con nombres y fechas, de los barcos negreros que zarparon de sus muelles, siendo 4.220 el total de sus expediciones. Tampoco la Ruta esclavista menciona los astilleros y carpinteros de ribera que en la costa al norte de Barcelona armaron buques para la trata. Normal. Ninguno de quienes se dedicaron a ello figura entre las grandes fortunas amasadas con la trata/esclavitud. Para cuando esta actividad habría supuesto un gran negocio para Cataluña, sus barcos no eran los más adecuados y los astilleros estadounidenses le ganaron la partida, sobre todo a partir de los años 1830 con sus rápidas goletas, idóneas para burlar mejor la vigilancia de la Armada británica y para ganar rentabilidad acortando el tiempo de navegación.
El marino catalán José Ricart Giralt (1847-1930), una personalidad en temas marítimos, entre otros motivos por ejercer durante años de director de lo que hoy es la Facultad de Náutica de Barcelona, plasmó las limitaciones que adolecían los astilleros catalanes en el siglo XIX (“La marina velera de construcción catalana”, 1924). Según él, dichos barcos, aparte de caros, eran tan robustos y pesados que estaban más pensados para que durasen para los nietos que para optimizar la velocidad y la capacidad de carga. Como buques negreros palidecían ante los clíperes estadounidenses. Y tuvieron una inmerecida época dorada hasta que en 1869 perdieron la protección del “Derecho diferencial de bandera” que limitaba a los navieros españoles la compra de barcos en el extranjero y les obligaba trasportar carga de cabotaje sólo bajo pabellón español.
El propio José Giralt comprobó las excelencias de los clíperes cuando muy joven embarcó en uno de ellos. Queda claro que no pudo haber grandes armadores catalanes dedicados a la trata ni que se enriqueciesen con ella como para reinvertir fortunas en otros sectores productivos. Un indicio sería que las casas señoriales y modernistas de la costa al norte de Barcelona son posteriores al naufragio masivo de la construcción naval en Cataluña. Pertenecieron a los indianos y a los capitanes mercantes, negreros o no, que amasaron fortunas lejos de su tierra.
Eurom debería de explicar cómo Barcelona fue una ciudad negrera/esclavista con unos astilleros inadecuados, sin negros por las calles, sin centro financiero para la trata ni productos competitivos para vender en África. Sí que fue una ciudad colonialista; y también esclavista por cuanto defendió sobremanera el statu quo de las Antillas españolas tan beneficioso para su comercio. Pero las fortunas con nombre y apellido que multiplicaron el progreso de Barcelona no se generaron aquí, sino que las trajeron consigo los indianos. La Ruta de Eurom confunde los términos y los lugares con tal de señalar como negrero a Antonio López.
La multitud de negreros/esclavistas catalanes que de verdad amasaron fortunas, después de 1820, estaban en las Antillas, preferían comprar o fletar barcos estadounidenses y solían navegar directamente a África renunciando al comercio triangular (Europa-África-América) que zarpase de Cataluña. Hay que admitir que Barcelona participó directamente en la trata aún después de 1820, pero a menor escala. Sus comerciantes y marinos dedicados a la trata lo hicieron una vez radicados en América. Y esto no le confiere a Barcelona ser considerada una ciudad negrera ni sensu stricto esclavista por más que algo se pringase directamente con la trata y, como Europa entera, sacase réditos de la esclavitud en América. Desde luego, la Ruta de Eurom no resalta a ningún negrero, ni casa comercial, ni astillero, ni fábrica involucrados desde Barcelona. Tampoco lo pretendía. Su objetivo era tirar la estatua del marqués de Comillas. Eso era todo, hasta que hagan el oprobio de volverla a colocar una vez resignificada y denigrada. (ver Naucher, artículo de septiembre sobre el contramonumento L´Atlantida).
¿Y Juan Guell? Mejor no menearlo
Resulta fácil seguir los pasos de la ruta “El legado de la esclavitud en Barcelona” porque ha sido bastante publicitada con plano, folios explicativos, fotos, vídeo y citas textuales del guía. Llama la atención que de entrada la Ruta tome el rumbo de la trata de esclavos cuando lo anunciado es la esclavitud. Aunque ambos temas están relacionados, supongo que hay intencionalidad en recalcar el perfil negrero del programa porque consiste en acusar de ello a Antonio López sin tener que anunciarse la ruta como el legado negrero de la ciudad.

La propaganda salta a la vista cuando la Ruta se inicia con lámina en mano del conocido barco negrero BROOKS (1879), cuyo plano de carga es una imagen manipulada para agitar la conciencia de los británicos contra la trata de personas negras y a favor de la abolición de la esclavitud. Este buque negrero británico existió; y lo escogieron para hacer campaña anti negrera porque era un velero inusualmente grande, lo cargaron con más personas esclavas de las posibles a costa de no dejar en el grabado espacio ni para la numerosa tripulación, ni para los pañoles de velas, de calafate, de contramaestre… Y faltan la cocina, gambuzas, baños… con tal de encajonar al máximo de esclavos. Y encima, el barco carece de mamparos y puntales… Solo podía navegar sobre el papel y todos muertos de hambre. Estamos bien entrado el siglo XXI y esta Ruta de Eurom en vez de ceñirse a la ya inhumana realidad recurre a la propaganda dieciochesca para cargar tintas. Qué se puede esperar del resto de la caminata, sino sobrada manipulación.
Empezando con el trato dispensado a Juan Güell Ferrer a pie de su estatua. El guía tiene con él la consideración de medio acusarle: “En el caso de Juan Güell todo apunta que hizo tratos con esclavos, pero no está tan claro porque muchos archivos sobre estos negocios han desaparecido”; “no hay datos que determinen su enriquecimiento con el tráfico de esclavos”. Se trata de esquivarle la controversia a este patricio catalán de la revolución industrial (La Maquinista, el Vapor Vell), de los entes empresariales de Barcelona (Fomento del Trabajo Nacional) y del proteccionismo favorable para Cataluña (“Escritos Económicos”). ¡Solo faltaba que para tirar abajo la estatua de Antonio López hubiese que hacer lo mismo con la de su consuegro Güell!, cuando este ilustre apellido motea el mapa turístico y arquitectónico de Barcelona.
Eurom y el Ayuntamiento evitan convertir Barcelona en tierra quemada de los hitos catalanes (Güell) y de la ciudad (Colón) relacionados con la esclavitud. Con un charnego cántabro López y López es distinto, una presa adecuada, hoy indefensa. De la veintena de personas señaladas en Cataluña como negreros y que figuran en el nomenclátor, se les dedicó esculturas, dan nombres de colegios…, quizá todas tienen el primer apellido catalán, y salvo alguna, también el segundo apellido. La excepción es el marqués de Comillas, que tiene ambos apellidos castellanos, y es al único que han derribado. ¿Casualidad?
No cabe duda de que hubo una dura campaña centrada contra el naviero cántabro porque el monumento a Güell no sufrió ni una agresión a pesar de las ideas racistas y esclavistas que publicó. La Ruta de Eurom persiste en mantener el cordón sanitario a tal personalidad. De lo contrario habría que retirar su retrato de la exclusiva Galería de Catalanes Ilustres (Palacio Requesens). Y eso no, de ninguna manera. Güell se enriqueció en el puerto de La Habana entre 1818 y 1833, pero ni Eurom ni el historiador de referencia de indianos catalanes irán más allá. Mejor no menearla, asumen. Güell sería una memoria incómoda para quienes, como Jordi Guixé, desvelan solo las memorias incómodas que les interesa manipular.
La Ruta Eurom no quiere líos y pronto pasa a otra cosa mariposa haciendo hincapié en la manifestación abolicionista que arrancó de la Plaza Cataluña el 22 de diciembre de 1872 y terminó en el hotel Cuatro Naciones (las Ramblas), donde residía el cónsul estadounidense. Sorprende que la “Ruta legado de la esclavitud” no se centre más en la asamblea multitudinaria que tres días antes se había celebrado en la Lonja para fundar la Liga Nacional, defensora del statu quo colonial y esclavista en Cuba y Puerto Rico. Pretende resaltar el clima abolicionista de una Barcelona abrumadoramente partidaria de mantener la esclavitud hasta que hubiese garantías de que la abolición no provocaría un desastre económico. La polémica no era entonces esclavitud sí o no, sino cómo y cuándo abolirla debido a la enquistada guerra de Cuba y al temor a un caótico final del sistema esclavista.
Aún sorprende más que en este punto del recorrido, la Ruta presente como abolicionista a la admirable arpista Clotilde Cerdá (1861-1926), de nombre artístico Esmeralda Cervantes. Esto sí que es un descarado montaje, incluso muestran su grabado. Esta hija adulterina del ingeniero Ildefonso Cerdá tuvo muchas cualidades que la encumbran, pero no fue abolicionista. Al contrario, se plegó cuando trabajó en las sociedades esclavistas bajo el amparo del emperador de Brasil, de los capitanes generales de Cuba y, no digamos nada, del sultán turco con sus esclavos eunucos y su harén de esclavas sexuales (tres artículos en Naucher Global). Tanta mentira da vergüenza ajena.

A continuación, la Ruta deja la Plaza Cataluña para enfilar las Ramblas, donde se detiene ante el edificio construido en 1881 por Antonio López para sus oficinas del Grupo Comillas y que desde 1929 fue, casi en exclusiva, la sede de la Cía. General de Tabacos de Filipinas. Ligar este edificio al esclavismo de la ciudad no tiene demasiado sentido, pues para entonces en el conglomerado empresarial de A. López participaba dinero de cualquier procedencia. Más sentido tenía que la Ruta continuase Ramblas abajo hasta el Palacio Marc, comprado por el indiano Tomás Ribalta con el dinero de sus negocios e ingenios en Cuba. Pero, no. Hete aquí que al llegar al Palacio Moja, residencia que fue del naviero cántabro, la ruta hace un quiebro hacia el barrio gótico, dando el esquinazo al monumento de Cristóbal Colón, almirante con quien empezó el tema de la colonización de América y la esclavitud atlántica de personas de etnia negra.
Tras las protestas del Black lives matter del pasado verano, Eurom rediseñó la Ruta, y su actual recorrido transcurre por las Ramblas pasando el Palacio Marc y deteniéndose en el monumento a Colón para acabar en la Plaza de Antonio López. Eurom piensa, pero como los lerdos, un poco tarde, habiendo dejado claro durante cuatro años y medio cuál era su idea inicial. No dan para más.

Un Antonio López sin atributos
Obviar a Colón para contarnos que Barcelona tuvo esclavos en la Edad Media era otra de las milongas de Eurom. Todas las ciudades del sur de Europa tenían por entonces un mercado de esclavos, también en tiempos de los romanos y aún con el Renacimiento. ¡Vaya ruta de la esclavitud tan calamitosa!, como si quisieran alargar la caminata sin entrar más a fondo en la esclavitud de los tiempos modernos. Luego, la Ruta se paraba en la sede que fue del Banco Hispano Colonial, ente fundado por Antonio López recabando dinero también de Cuba y del resto de España. Si esto es el legado de la esclavitud en Barcelona, entonces la Ruta de Eurom debería pasar antes por todo el Ensanche de Barcelona. Pero se limita a focalizar sitios relacionados con López para al fin y a la postre acabar en el monumento levantado en su honor en la plaza homónima. Aquí culmina la Ruta y el culmen de mentiras y tergiversaciones para acusar de negrero al naviero cántabro.
El guía afirma que “el caso de Antonio López fue excepcional. Fue su cuñado Francisco Bru, el hermano de su mujer, quien publicó `La verdadera vida de Antonio López y López´, un libro que detalla cómo amasó su fortuna vendiendo esclavos negros en la isla de Cuba”. Si tuviese decencia intelectual, antes de hablar debería haberse leído los tres libros publicados por este miserable contra los Comillas, también las 29 cartas a Verdaguer, para no darle ninguna credibilidad y para comprobar que este rencoroso personaje no detalla nada en absoluto sobre el pasado negrero que le adjudicó a su cuñado Antonio.
Tampoco el guía acierta al asegurar que no existen datos porque los documentos “fueron destruidos … para no dejar pruebas”. Primero él tendría que probar que existieron tales documentos y, en caso afirmativo, que fueron eliminados para no dejar rastro. Se sabe que los palacios de los Güell-López fueron ocupados y arrasados en la Guerra Civil. En todo caso, quedan los archivos del Reino Unido, los más extensos y fiables sobre el tráfico de esclavos llevado a cabo por españoles. También hay legajos en diversos archivos históricos de España, Cuba, Estados Unidos. Antes de ser tan taxativo hay que investigar más. Aunque sea para no afirmar con desenfado que en Barcelona llamaban “negro Domingo” a la estatua de Antonio López porque éste había sido negrero. Este mote viene de una popular canción de la zarzuela “Robisón Crusoe” y no tiene nada que ver con la trata de esclavos. (NaucherGlobal, 10.07.2020).

Se le acusa a saco. El guía se queda muy corto cuando dice: “Invirtieron [Güell, López] sus fortunas en el desarrollo de la ciudad”. Habría que ser más preciso. El futuro marqués de Comillas no sólo invirtió en Barcelona su pecunio, del cual ignoramos la cantidad sacada de Cuba. Porque lo más valioso que trajo de las Antillas fueron sus cualidades y experiencias para ejercer de gran empresario, así como su equipo de colaboradores fieles y capaces, amén de los contactos que había hecho en la Isla y que tanto le valieron en la Península.
López no llegó a Barcelona como el indiano Tomás Ribalta Serra farto de millones de duros para vivir de rentas junto a una amante jovenzuela. Ambos desembarcaron pobres en Cuba y murieron con una fortuna equiparable, el primero después de afanarse sin descanso en la Península durante tres décadas; y el segundo, sin dar un palo al agua aquí durante sus últimos veinte años. Un respeto, un mínimo rigor histórico, para no ser tan patán al hablar de un incansable empresario ante su monumento en Barcelona.
El comillano vino a trabajar, sin figurar inicialmente entre quienes pagaban más contribución. Y lo debió hacer muy bien cuando una década después, sin emplear personas esclavas, empezaba a ponerse a la cabeza de los adinerados burgueses catalanes, fuesen indianos o no. Lo que el guía de la Ruta no puede es verborrear frente a la estatua del marqués de Comillas acusándole de negrero sin tener pruebas y silenciando que la mayor fortuna que obtuvo Barcelona de Antonio López fue él mismo, por sus excepcionales cualidades para emprender negocios y crear riqueza. Al contrario que Juan Güell y Manuel Girona, entre otros, el marqués de Comilla fue un empresario a tiempo completo hasta morir con las botas puestas, cosa que no hizo ni por asomo ningún negrero de los que acabaron residiendo en Barcelona. “El legado de la esclavitud” no cuenta nada de esto porque su principal objetivo es tildar a Antonio López de negrero sin atributos. A fin de cuentas, la Ruta de Eurom es un burdo apaño, desde el grabado expuesto del buque negrero Brooks, para relacionar la trata de esclavos con Antonio López. Propaganda a 15 euros por persona. Un timo.