Pasó el COP26, calificado por ONGs y movimiento juveniles como “Bla, Bla, Bla”, patada adelante y “esperamos”, “recomendamos”, “debemos de”… pero no decidimos. Hemos pasado en el campo marítimo el MEPC’77 (Maritime Environment Protection Committee) de igual manera.
En lo que se refiere al Ártico, durante el MEPC’76 se adoptó la prohibición del uso de Heavy Fuel Oil (combustible con más del 3% de azufre) en aguas árticas a partir de 2024 con la excepción de los buques con banderas de estados limítrofes: Canadá, Rusia, Estados Unidos, Noruega, Islandia, Suecia ¡hasta 2029!. Con eso se limita el consumo de heavy fuels en el Ártico un 16% únicamente. De nada han servicio los estudios aportados por la Clean Artic Alliance acerca de la necesidad de actuaciones urgentes en la reducción de gases contaminantes en esas aguas.
La situación se revisará en el MEPC’78, en el que se examinará también la estrategia de la OMI para las emisiones de GEI. Así vamos: de un MEPC a otro siguiendo números correlativos, y parece que con la táctica del “Gatopardo”, de Giovani de Lampedusa.
Todo el mundo es consciente y está de acuerdo en que hay que reducir el CO2 y las restantes partículas GEI que se envían a la atmósfera para tratar de alcanzar los objetivos de los Acuerdos de París de una subida de 1,5 a 2 grados centígrados la temperatura del planeta a final de siglo. Todos se plantean alcanzar la posición de “cero emisiones” en 2050… pero seguimos sin tomar medidas efectivas.
Nuevos requerimientos, más estrictos, en materia de EEXI (Energy Efficicency Existing Ships), en el CII (Carbon Intensity Indicator) y en los EEDI (Energy Efficience Designs), diseños de nuevos buques a partir de 2023. Y todos estos factores van a ser mucho más estrictos a partir de 2023. Pero nada de objetivos de reducción de 50% para 2030 y cero emisiones en 2050. Intereses de las navieras, de los productores y comercializadores de combustibles… Nada de tasas de momento sobre la tonelada de bunker para financiar los proyectos de investigación de nuevos combustibles, etc.
Con suerte, en el MEPC’80, que tendrá lugar en 2023, la presión de las organizaciones ecologistas, y de las asociaciones de armadores (son mas de 100) que proponen decididamente llegar a cero emisiones en 2050, tendrán algún efecto más decisivo en la reducción de las emisiones contaminantes.
Las soluciones alternativas al GNL en cuanto a combustible de transición e incluso de más allá de 2050, han comenzado a experimentarse y así continuarán algunos años más. La producción, el almacenamiento, la distribución y la seguridad de su uso a bordo sobre todo en la navegación oceánica, obligan a considerar al primero como una realidad muy clara a la hora de las nuevas construcciones que, no olvidemos, tendrán una vida promedio de 20 a 24 años. De modo que al tiempo que se piensa en nuevos y menos contaminantes combustibles, habrá que pensar en el modo en que estos puedan convivir de forma dual con los ahora existentes. Todo queda para el MEPC’78.
Alonso Contreras