Cabe pensar que el fiscal no oiga bien por el oído izquierdo, y que le resbalen las declaraciones de peritos y testigos que venían de esa parte. También sería admisible suponer que el oído derecho lo tiene atascado, un oportuno tapón, sin que sea consciente de ello, y que por tanto tampoco ha atendido las deposiciones que le llegaban de ese costado. En definitiva, que no se ha enterado de nada, pobre muchacho, y en esa tesitura, ha debido reflexionar, lo mejor es dejarlo como está. Doce años de prisión al capitán del PRESTIGE por delito ecológico y por desobediencia. Y el representante de numerosas cofradías, banderillero de la acusación, pide también nueve años de prisión para el jefe de máquinas, Nikolaos Argyropoulos, porque sí y porque también. Por pedir que no quede.
En NAUCHERglobal hemos seguido el juicio día a día. No recordamos que nadie, ningún perito, ningún testigo, haya acusado abiertamente a Apostolos Mangouras de algún delito. La razón es muy sencilla. El capitán de PRESTIGE cumplió con su deber de forma admirable, organizó correctamente el abandono del buque en peligro e impidió el naufragio inminente de la nave. Mangouras no desobedeció a las autoridades españolas, su comportamiento ante el confuso remolque que le ofrecían, fue de una profesionalidad intachable. En el peor de los casos, el eventual retraso de una o dos horas en la toma de remolque, aún atribuyéndolo a una supuesta dilación del PRESTIGE, no tuvo importancia alguna ni ocasionó daño alguno.
Lo del delito ecológico resulta aún peor. ¿Acaso fue Mangouras quien hundió el petrolero? ¿Tuvo el capitán alguna responsabilidad en la vía de agua que se le abrió al casco del buque? ¿Hizo alguna maniobra incorrecta, obró de alguna manera contra las buenas prácticas marineras? Es absurdo acusar al conductor del camión o al piloto del avión accidentado por el eventual derrame del combustible. No hay precedentes. Igual de absurdo es acusar al capitán de un buque que sufre una vía de agua navegando en medio de un severo temporal, a resultas de la cual vierte al mar un hidrocarburo contaminante.
No hay delito sin dolo o imprudencia, dicta el código penal. Ningún testigo, ningún experto ha atribuido al capitán Mangouras intención o negligencia en la causa de la avería y durante la gestión del siniestro. Al contrario. Las opiniones más firmes, los dictámenes más consistentes y los testimonios de mayor crédito han dejado claro que en todo momento la actitud del capitán fue intachable y acertada. ¿A qué, entonces, el ensañamiento del fiscal García?
Reacio a señalar intenciones ajenas, no encuentro más que una respuesta posible. La sordera. Álvaro García no se ha enterado de nada, estaba en las sesiones del juicio, pero sin entender ni oír nada. Como un florero. Un fiscal florero que todavía sigue pensando que el PRESTIGE llevaba puesta la velocidad automática cuando navegaba con rumbo sur por el dispositivo de separación de tráfico de Finisterre y que, en consecuencia, el capitán ha de ser responsable de la avería. Un fiscal grotesco, abonado al raca raca, amante de la ley del embudo, que con un par (de sonrisitas), pide que un profesional excelente, el único que tuvo un comportamiento ejemplar durante las primeras 24 horas del siniestro, pene con 12 años de cárcel por los errores que cometieron los gestores de la administración española encargada de la seguridad marítima. Pena y vergüenza. Una vergüenza infinita, señor fiscal.