No podía faltar en el escrito de la señora diputada Miranda la referencia a la catástrofe del PRESTIGE, utilizado por algunos políticos y algunos voceros como un espantapájaros cuya sola mención convierte cualquier episodio marítimo por nimio que sea en una peligrosa amenaza, difusa y oscura, que hay que conjurar.
Desde NAUCHERglobal advertíamos el pasado 3 de enero de la práctica escasamente ética de algunos medios de comunicación que retuercen la realidad para que esta encaje en el drama que el periodista considera que despertará el interés de los lectores (ver noticia relacionada). Ya saben, la historia del hombre (o mujer) que muerde al perro, puesto que si es el perro el que muerde, adiós noticia.
No podía imaginar entonces que una parlamentaria que representa a una parte de los ciudadanos del país iba a ser capaz de inventarse una historia ficticia para usarla en su propósito de ¿desgastar al Gobierno?, ¿incrementar el malestar de los funcionarios contra los políticos que más que dirigir colonizan la Administración?, ¿hacer ver que trabaja? Cualquiera haya sido su intención, la diputada Miranda se ha puesto en evidencia y ha revelado que su vocación no es la política, que incluso en España exige de un mínimo de seriedad y rigor, sino la prensa sensacionalista (Telecinco, si prefieren), pues la simpleza de su historia no da siquiera para un relato de ficción con valor literario.
El FRONT SERENADE, un petrolero de crudo, tuvo un problema con una de sus anclas, que venció el estopor y el freno del molinete y salió en caida libre, un incidente nada excepcional en el complejo funcionamiento de un buque. El escritor y marino Cecilio Pineda construyó una interesante novela, “El último candray”, en la que dedicó una parte notable a narrar el rescate de un ancla desprendida mientras el carguero navegaba por el Índico.
Para recuperar el ancla a la pendura, el capitán del FRONT SERENADE decidió que necesitaba detener el buque y que el ancla se posara en el fondo para quitarle tensión a la cadena y que el molinete fuera capaz de izarla. De modo que pidió respetuosamente permiso a las autoridades españolas para acercase hasta una profundidad de 150 metros, aproximadamente, donde realizar la operación. No solicitó asistencia de ninguna clase, ni auxilio, ni nada por el estilo, pues el buque estaba perfectamente. Sólo pidió que le permitieran acercarse a tierra. De modo, señora Miranda, que no hubo ni pudo haber tardanza alguna, pues ninguna asistencia se había requerido, ni el petrolero se encontró en ningún momento a la deriva.
La petición fue evaluada por las autoridades marítimas, que comprobaron el historial del buque y analizaron los riesgos posibles. Y decidieron, con la urgencia que exigía la situación, acceder con la condición de imponer al buque la escolta de un remolcador de salvamento para controlar la operación y actuar si fuera necesario. Una precaución atinada.
¿Puso en peligro esa decisión las aguas marítimas españolas o las costas de Galicia, como pretende la alarmista diputada? En absoluto. De forma categórica podemos afirmar que la petición del capitán del FRONT SERENADE no aumentaba los riesgos normales inherentes a la navegación y que por tanto la decisión de las autoridades fue un pleno acierto del que los ciudadanos españoles podemos sentirnos orgullosos. Nuestras autoridades marítimas se han comportado en esta ocasión -llevan ya unos años- con inteligencia y buen juicio, lejos, muy lejos de la triste historia del PRESTIGE, cuando unas autoridades prejuiciosas e insensatas -del estilo de la señora Miranda- mandaron al buque con problemas a naufragar donde no lo vieran y se ensañaron con el capitán para ocultar sus gravísimos errores.
Nos merecemos los españoles, de Galicia, de Andalucía o de Baleares, unos políticos mejores, que lean libros, o al menos periódicos (la señora Miranda podía haber leido, sin ir más lejos, la información bien documentada que publicó elCorreoGallego.es el día 3 de enero), que pregunten a quienes saben y conocen, que sepan asesorarse (no vale cualquier bocazas), y en fin, que si quieren inventar historias lo hagan en su casa, lejos de los órganos de representación política y, si es posible, sin utilizar a los medios de comunicación.