Cuando salga publicado este artículo ya habrá pasado el Día Internacional del Marino, 25 de junio. También será historia el boato de la conmemoración, entre vinos y canapés, donde tal vez se haya suscitado alguna conversación referente a los marinos abandonados en la bahía de Manila y alguno de los presentes mostrara un mohín de preocupación por la situación que estos trabajadores del mar están atravesando, pero poco más, aparte de los grandes discursos y notas de prensa, todas de contenido rutinario. A día de hoy, desde el 17 de diciembre de 2019, siguen a bordo, fondeados, los 15 tripulantes del CELANOVA. Todavía sin solución. Un ejemplo del eterno alelamiento de los que gobiernan nuestras vidas: dejar hacer, dejar pasar, ya se resolverá el problema por sí solo.
Es verdaderamente vergonzoso que estos marinos tengan que vivir de la mendicidad y en condiciones higiénicas deplorables porque han caído en un barco con registro de Canarias que no les protege ni defiende, y en manos de un armador español sin escrúpulos que lleva más de 8 meses sin abonarles los salarios. A todo esto, además del abandono en un lejano país, a más de 22.000 millas náuticas de España, hay que sumar la intranquilidad, la agitación y la inquietud, al pensar en las necesidades económicas que estarán pasando sus familias.
A pesar de todo lo que está sucediendo, no importa que España y Filipinas hayan ratificado el Convenio sobre el Trabajo Marítimo (MLC-2006), que entre otras cosas exige la repatriación de los trioulantes abandonados por el armador; parece que lo que se firma es papel mojado, una de las partes no lo cumple y nadie le exige responsabilidades. Uno se pregunta para qué están los Gobiernos de los países.
Les da igual, de lo único que están pendientes es del fotomatón, del aplauso y el incienso del momento. ¿Alguien ha visto al ministro o al secretario de Estado competentes en marina mercante hablar o decir algo sobre el tema? ¡Qué va! Eso… ¡son cuestiones menores!
Es evidente que para solucionar este problema, las gestiones hay que realizarlas al más alto nivel por su transcendencia, y no dejar que lo solventen las segundas y terceras filas, pues estos carecen de los medios y de la autonomía necesaria para resolver el problema.
Lo que no tienen en cuenta el ministro ni el secretario de Estado es que ésta situación denigra internacionalmente a España y por extensión a su propio Gobierno, poniendo en duda al Registro Especial Canario (REC).
La Asociación de Navieros Españoles (ANAVE), todos los años viene poniendo de manifiesto la importancia de tener un sector marítimo fuerte, no sólo para la recuperación económica de España sino también para tener un peso importante en los organismos internacionales. No debemos olvidar que la bandera que enarbola un buque por la popa es el nexo de unión con el Estado del pabellón (en este caso España), que le otorga el amparo de la leyes de ese país. Así consta en el Convenio de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, firmado en Montego Bay el 10 de diciembre de 1982, ratificado por España.
Todos sabemos que los casos de abandonos de buques son complejos, pero las embajadas de un país están, entre otras cosas, para preocuparse por sus compatriotas cuando tienen problemas. No olvidemos que estamos hablando de un buque español y que la tripulación no buscó el contratiempo, se lo crearon a ella.
Es evidente, que esta desidia en la forma de proceder ante el problema del buque CELANOVA lo único que nos traerá es una pérdida de legitimidad y de influencia ante los organismos marítimos internacionales, porque quien no defiende y se preocupa por los suyos acabará siendo absorbido por aquellos que sí los defienden.
Mientras se deshoja la margarita de la incompetencia, 15 marineros de un buque español, cuyo armador también lo es, están abandonados a su suerte y a la miseria en un remoto país. No podemos ni siquiera imaginar, la desesperación y el desasosiego por el que estarán pasando, no solo los tripulantes sino también sus familias.