Las injerencias políticas en la labor de la Dirección General de Marina Mercante, cuya gestión de la emergencia mereció la felicitación del Registro y de los armadores del CHESHIRE, unida y coordinada con la simpleza ecologista y la estulticia del partido Podemos, enturbiaron el tratamiento profesional del problema y sembraron en la opinión pública una alarma innecesaria y sin sentido.
El buen ejemplo del accidente del MODERN EXPRESS, el car carrier al que dimos refugio en Bilbao, donde entró con una escora superior a los 40 grados, ha caído al parecer en saco roto a pesar de los enormes beneficios que rindió a la comunidad portuaria. Ante las emergencias marítimas, las autoridades portuarias, salvo excepciones, son proclives a dejarse llevar por el miedo que provoca la ignorancia. Los ecologistas se manipulan en los minutos que dura una taza de café. Y a los partidos que se mueven en el alambre de la protesta permanente, con Podemos a la cabeza, les falta tiempo para apuntarse al catastrofismo que les permite respirar en los medios de comunicación. No saben de qué hablan, pero arman un estruendo considerable.
Cualquier indocumentado se cree con derecho a meter baza en la solución del accidente o el incidente que pueda afectar a un buque o a una embarcación. El caso del PRESTIGE fue en ese sentido paradigmático. Salvo el capitán Mangouras, todos los que podían tomar decisiones actuaban movidos por el miedo, el cálculo electoral o el desconocimiento más elemental. Sólo el capitán y algunos técnicos de la DGMM, a los que no se hizo caso, proponían soluciones profesionalmente viables y acertadas. Ganaron los del miedo y la ignorancia y así nos fue. No aprendemos.
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