Con el respeto debido al activismo ecológico y a sus planteamientos fundamentales, conviene no ocultar que una buena parte del movimiento ecologista, en concreto la que sale a la palestra cada vez que ocurre un accidente marítimo con derrame de sustancias contaminantes, suelen hacer análisis alarmistas y erróneos, con nulo o muy escaso conocimiento de los buques, de la navegación y de las normas internacionales aplicables. Acaban muy ufanos estos activistas proponiendo castigos y penas absurdas a quienes ellos, en su ignorancia, consideran culpables (navieros y marinos casi siempre), y lanzando al aire ocurrencias grotescas sobre la necesidad acuciante, inmediata (¡el mundo se acaba!) de poner fin a esa “situación intolerable”, dicho así, a bulto. Intolerable.
Ese ecologismo faltón que agita un puñado de eslóganes construidos con mentiras y medias verdades es el que mayor influencia tiene en la opinión pública y en los poderes ejecutivos de los países con una menor cultura política, España por ejemplo, y para pasmo general con el gobierno de la Unión Europea.
LOS NAVIEROS EXIGEN SENSATEZ
De forma unánime, con escasos matices, todos los navieros españoles y europeos están de acuerdo con los objetivos marcados por la Comisión Europea para avanzar en la descarbonización del transporte marítimo. Y también de forma unánime están decididos a presentar ante Bruselas la crítica y las alternativas para modificar el calendario que la Comisión pretende imponer en todos los países de la Unión. La transición ecológica, defienden los navieros, ha de hacerse con cabeza y no puede ser regional sino internacional.
Aunque sea difícil de creer, los planes de la Comisión sobre la descarbonización están armados desde una perspectiva ideológica, sin considerar los problemas de gestión, las limitaciones de la industria y el contexto internacional que situaría a los navieros en condiciones de inferioridad respecto a las empresas de países terceros con normas más laxas que las europeas. Cuando la ideología se impone a la realidad suelen aparecer resultados indeseables. Por ejemplo, en este caso, que los navieros huyan de los pabellones europeos; que los grupos financieros que operan las cinco o seis mayores compañías navieras que dominan el mercado global arruinen a las pequeñas y medianas empresas del sector; y que los buques decidan atracar en puertos cercanos (digamos TangerMed sin ir más lejos) donde no rigen las normas europeas, en vez de hacerlo en los puertos del sur de Italia o de España…
Lo advirtió Alejandro Aznar en la entrevista que concedió a NaucherGlobal en abril de 2021 y lo reiteró el pasado jueves, 9 de febrero, en la mesa redonda que tuvo lugar en el marco del V Congreso Marítimo Nacional organizado por la Liga Naval y el Clúster Marítimo los pasados 8 y 9 de febrero en Madrid . Una mesa con ponentes del más alto nivel: Benito Núñez Quintanilla, director general de Marina Mercante; Carlos Cremades Carceller, presidente del grupo Marflet; Juan Riva, presidente del grupo Suardíaz; y Alejandro Aznar, presidente del grupo Ibaizabal. Una mesa moderada con talento y conocimiento por Elena Seco, directora general de la Asociación de Navieros Españoles, Anave.

Aznar, con la seriedad y firmeza con que suele expresarse en público cuando se trata de la economía del transporte marítimo, pidió una vez más que los gobiernos tengan en cuenta la aportación de los navieros para modificar el calendario actual de la Comisión Europea para la descarbonización del sector. El café para todos, exprés, que se quiere imponer en Europa resulta poco inteligente y traerá serios perjuicios a la sociedad europea.
Juan Riva, hombre circunspecto como acostumbran a ser las personas trabajadoras que aplican la cultura del esfuerzo en su quehacer diario, advirtió de las amenazas que se otean en el horizonte de las autopistas del mar, el gran proyecto europeo para desplazar el transporte por carretera al modo marítimo, si la Comisión se empecina en mantener sus planes, insensatos e incoherentes, para descarbonizar el transporte marítimo con la rapidez que exigen los rebatos ideológicos construidos desde la caverna con desprecio de la realidad. Los navieros, afirmó, no podemos asumir el papel de campeones ecológicos en contra de la economía y contando con tecnologías aún inmaduras.
Carlos Cremades le puso burbujas al debate (contó lo del impuesto a los coches híbridos), con una intervención brillante salpicada de anécdotas y comentarios que alegraron a la audiencia. Defendió el caractrer ecológico y económico del transporete marítimo en comparación con otros modos de transporte. Sin embargo, dijo, no se grava el transporte por carretera, sino el marítimo. Reiteró, claro está, las críticas y propuestas de sus colegas y agradeció la presencia de la autoridad marítima en la mesa y el apoyo que la Dirección General que dirige Benito Nuñez presta a los navieros en este asunto.

Así que, para finalizar el turno de intervenciones, Benito Núñez, sólo tuvo que referirse a la vocación de servicio de la Administración, a su decidido afán de escuchar las demandas de todos los intereses que se cruzan y entrecruzan en el sector, y a reiterar todo su empeño en analizar con detenimiento los problemas a fin de acertar en la solución que haya de salir de la DGMM hacia los órganos ministeriales con capacidad de decisión política.
Entre el público asistente al congreso, y entre los ponentes, la sensación dominante era el escepticismo basado en la desconfianza sobre la capacidad de los políticos para resolver los problemas, al menos a corto plazo. En pàlabras de Alejandro Aznar, los políticos no reconocen el esfuerzo y la importancia del sector.
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