En dicho informe se incluyen conclusiones y recomendaciones para reducir y evitar los pagos de rescates a los piratas basadas en las siguientes opciones:
Estrechar la coordinación entre los Estados miembros, el sector privado y las fuerzas armadas para hacer frente a potenciales situaciones de secuestros a fin de acortar el proceso de toma de decisiones durante todo el proceso de un incidente de piratería.
* Desarrollar una nueva estrategia de participación entre los Estados miembros, el sector privado y las agencias y organismos oficiales, que mediante el esfuerzo común logre romper el modelo de negocio de la piratería. Particularmente esta participación debería coordinar la participación de la información que en gran medida mejorase la calidad y cantidad en intercambios de información, tanto para reducir los rescates como para aportar pruebas para perseguir y enjuiciar a todo aquel que esté involucrado in piratería, desde los que atacan directamente a los barcos a los organizadores de esta forma de crimen organizado.
* Promover la implantación de medidas antipiratería bajo el liderazgo de los Estados miembros, con el soporte del sector privado, incluidas compañías aseguradoras, interesadas en mitigar riesgos.
Entre las principales recomendaciones prácticas impulsadas en este informe se encuentran: a) la consolidación entre diversos esquemas de intercambio de información para disponer de un mecanismo de “ventanilla única” para la difusión de la pertinente información en la fase de post-secuestro; b) dirigir las negociaciones del rescate con el conocimiento de las autoridades nacionales e internacionales competentes a fin de fomentar la asistencia mutua entre éstas y el sector privado; y c) el desarrollo de un mecanismo recolector de pruebas inmediatamente después de la liberación del buque o su tripulación para el subsiguiente procesamiento.
En línea con el objetivo del equipo, el informe se centra principalmente en el establecimiento de políticas amplias que mejoren la comunicación y la coordinación de prevención de situaciones de secuestro y rescate. Varias de esas políticas han sido sometidas a discusión durante largo tiempo por cierto número de instituciones involucradas en la lucha contra la piratería. Se espera que la publicación del informe proporcione una rápida implantación de estas políticas. Lamentablemente el informe carece de análisis y de recomendaciones más prácticas directamente aplicables a la habitual toma de rehenes, al secuestro de buques y más particularmente a las situaciones de pago de rescates. Dada la diversidad de conocimientos y los recursos técnicos disponibles para la Fuerza Especial y sus Estados miembros, como también para otros participantes del sector privado, hubiese sido preferible prorrogar el mandato del la Fuerza Especial para iniciar inmediatamente un proceso de información compartida y otro de lección aprendida aplicable a aquellos aspectos de los rescates asociados a la piratería.
Durante la visita, en septiembre de 1992, del Secretario de Asuntos Exteriores, Douglas Hurd, a Mogadishu no podía imaginarse que pasarían 20 años antes de que alguno de sus sucesores pusiera un pie en el país. Poco después de aquella visita mataron de un disparo al embajador británico y Somalia se hundía aun más en una espiral de sufrimiento y violencia que la ha consumido desde entonces. Hoy, Somalia es el peor de los Estados fallidos del mundo.
Esta pasada semana he visitado la capital de Somalia. Mogadishu es una ciudad donde hasta hace poco la gente solo iba sobreviviendo, no realmente viviendo. Como dijo su alcalde, un somalí de 20 años no ha conocido otra cosa que violencia y guerra. La carretera desde el aeropuerto a la ciudad está flanqueada por construcciones ruinosas, casas perforadas por disparos de balas que sirven de viviendas y carreteras, que en sus días conducirían a lugares concretos, destrozadas por la acción de los enfrentamientos armados.
Un millón de personas han muerto en esos 20 años, de entre una población de nueve millones. La población, que depende la ayuda alimentaria para literalmente evitar que muera de hambre, es mayor que la del conjunto de Edimburgo, Manchester, Sheffild y Liverpool. Quien nace hoy en Somalia tiene una esperanza de vida de 48 años, como la que tenía la población británica en1880.
Extensas áreas del país están controladas por extremistas y militantes. La mayoría de la gente vive sin acceso a la justicia y sin derechos humanos, deviniendo un paraíso para lo peor de la criminalidad y del terrorismo de este mundo. La piratería ha florecido, al tiempo que se secuestran inocentes turistas británicos de vacaciones en países vecinos o en aguas limítrofes, incluidas las de Kenya y las Seychelles.
En cuestión de tres semanas, el Reino Unido organizará una conferencia sobre Somalia, en Londres, que reunirá a 50 países y organizaciones para tratar de acordar una nueva estrategia internacional para Somalia que de un vuelco al fallido país que hoy es Somalia.
Existen dos razones para creer que ha llegado el momento de acometer este esfuerzo. La primera es que las tropas de la Unión Africana en Somalia han hecho importantes progresos liberando casi toda la ciudad de Mogadishu del control de los insurgentes y ganando otras zonas. La segunda se sustenta en el escenario de apertura hacia un más amplio proceso político que abarque a todos los somalíes, una vez concluya, en agosto, el mandato del llamado Gobierno Federal de Transición, de forma que refuerce los gobiernos regionales y se dote de mayor representatividad al centro del país.
La conferencia de Londres tendrá como objetivo acordar medidas prácticas que den soporte a un nuevo proceso político, y también asistencia a las regiones de Somalia, dote de fondos a la Misión de la Unión Africana, mecanismos más eficaces para hacer frente a la piratería y al terrorismo e incremento de la coordinación humanitaria. Esta conferencia será diferente de las previas dado que pondrá por delante y en el centro las necesidades de los somalíes, en vez de las necesidades de seguridad occidentales, y tratará de abordar las causas de fondo del conflicto en vez del tratamiento de los síntomas.
Los problemas de Somalia son extraordinariamente complejos y peligrosos, de manera que no se pueden resolver en una sola conferencia. Somalia es parte un problema más amplio. La comunidad internacional necesita lograr mayor efectividad en la prevención del conflicto y en el apoyo a Estados débiles. Siendo ésta hoy una razón mayor en la política exterior occidental.