Juan Nicolau y Ángeles de la Riva, pareja a todos los efectos sociales, económicos y sentimentales, publicaron en 2013 un libro que titularon “Descubriendo América. Los paraísos de Colón en la actualidad vividos a bordo del velero BLACK PEDRO” (Nautical Union Editorial, Tarragona 2013). Podría pensarse con ese título que la obra se añadiría a la constelación de libros que cuentan las peripecias de los navegantes a vela, navegación pura en palabras de Nicolau y de la Riva, ambos marinos profesionales, él capitán marítimo y ella capitana del puerto deportivo de Sant Carles de la Ràpita, esos libros escritos para satisfacción de sus redactores/navegantes de los que, en mi opinión, sólo uno se eleva hasta el firmamento de la mejor literatura, “Eh Petrel”, de Julio Villar (Editorial Juventud, ya va por la duodécima edición).
Pero, agradable sorpresa, el libro de Nicolau y de la Riva contiene mucho más que anécdotas más o menos originales elevadas a la categoría de acontecimiento. De entrada es un libro que rezuma cultura por todos sus poros. El nombre del velero, BLACK PEDRO, es un homenaje al gran Joshua Slocum, el primer navegante que dio la vuelta al mundo en solitario, autor de un libro imprescindible, “Navegando en solitario alrededor del Mundo” (Editorial Juventud, ya va por la cuarta edición), que relata el encuentro con un fueguino al que se le ocurre llamar Black Pedro. Los capítulos se abren con citas de los diarios de Cristóbal Colón en las cuales habla de la navegación que la pareja navegante se dispone a acometer 520 años después. Y al final del relato, antes de los útiles apéndices que enseñan los trámites y documentos que han de acosar al navegante caribeño, los autores se despachan con un capítulo/tesis, La nación marítima, del que les reproduzco una pequeña muestra: Los siglos y el poder delo dinero han hecho que los buques mercantes dispongan ya de una normativa internacional que unifica los criterios de los países de abanderamiento, aunque, no nos engañemos, sigue el inconfundible sello terrícola que martiriza al marino en favor de las empresas de tierra que controlan su actividad. Pero en lo referente a la navegación pura, mal llamada de recreo, la c osa está peor, pues conviven normativas de lo más razonable con otras de lo más restrictivas, tanto respecto a las embarcaciones o las titulaciones habilitantes, como en lo relativo a las normas aduaneras, los seguros, etc. etc.
Por supuesto el libro contiene también la inevitable colección de anécdotas del viaje con las correspondientes fotos acreditativas. Aunque en general esos anecdotarios me parecen pesados y pretenciosos, confieso que me he leído sin pestañear la selección que han realizado Ángeles de la Riva y Juan Nicolau, tal vez porque los avatares que relatan poseen el inconfundible sello de unos profesionales del mar preocupados por mejorar la seguridad de la navegación y acabar con la incomprensión de los terrícolas que controlan los puertos hacia los marinos que navegan por puro placer.