De todos es sabida la entrada en el escenario universitario español de las siete escuelas de náutica existentes, que en el caso de Barcelona, se remonta al año 1990. Dicha entrada otorga el marchamo universitario a unos estudios que en el plan del año 1977 ya partían de una estructura de diplomatura y licenciatura. Este hecho supone la equiparación a las demás titulaciones universitarias de nuestros estudios y a su vez el ser reconocidos como diplomados o licenciados en convocatorias públicas de oposiciones o en cualquier otro trabajo en la empresa privada.
Dado el bajo porcentaje actualmente de estudiantes egresados en las escuelas de náutica, que ya no sólo realizaban las prácticas de embarque sino que obtienen sus títulos profesionales y a continuación desarrollan su carrera profesional embarcados, lo anteriormente planteado presupone dar a estos estudiantes un pasavante para entrar en el mundo laboral, en igualdad de condiciones académicas que los estudiantes de otras carreras.
Siempre he pensado que el hecho de dotar de estructura universitaria a los estudios de náutica, simplemente pretendía responder al fenómeno del decrecimiento de flota y por tanto a la necesidad de dotar a los estudiantes egresados de un papel que al menos teóricamente les capacitase para obtener un puesto de trabajo en la industria marítima.
Ahora bien, por otro lado la limitación que ello implica es la generación de promociones de titulados en náutica, máquinas y radioelectrónica naval que cada vez son más carentes de una mínima experiencia a bordo con lo que ello supone de pérdida de know how o experiencia, no ya sólo para tripular buques y gestionar el negocio marítimo con mayor conocimiento, sino también para dotar de profesionales a las propias escuelas de náutica.
Y en este punto confluyen dos hechos, a saber: la “academización” de las escuelas de náutica y por otro lado la carencia de profesionales experimentados para cubrir las vacantes de profesorado. Este segundo punto tiene una ulterior interpretación, fruto de la progresiva retirada económica del Estado y las Comunidades Autónomas del mundo de la enseñanza y la investigación básica. Un proceso que ha castigado tan profundamente a la universidad, su profesorado y a la calidad de las enseñanza que nos enfrenta ya a visibles consecuencias que merecen otro artículo para ser tratadas.
Volviendo a los hechos comentados y como resumen de sus implicaciones, las titulaciones de náutica precisan de profesores que cumplan con unos requisitos académicos mínimos, con un porcentaje mínimo de doctores y de personal a tiempo completo permanente. Por otro lado y en atención a los convenios internacionales, también de un mínimo de profesionales con la máxima competencia, ya sean capitanes, pilotos de primera, jefes de máquinas u oficiales de primera de máquinas y oficiales radiotelegrafistas de primera. De nuevo la disyuntiva: por el lado de Swann o por Guermantes. En mi humilde opinión y basándome en que ya hace casi 25 años que estamos bajo el paraguas de la universidad, creo que debemos de animar a nuestros compañeros embarcados que pretendan iniciar algún día la carrera académica que no olviden iniciarse en la investigación y que se planteen el grado de doctor en un futuro cercano.