Juan Manuel Grijalvo el amanuense está en la ciudad. Barcelona. Para celebrarlo como merece nos vamos a tomar unas cervezas. Sant Jordi, me regala un libro. Lamento no llevar una rosa encima para corresponder a su cortesía por lo que tomo nota mental de pagar las birras, detalle que pienso que apreciará más.
Tengo con el gran amanuense una especie de pique. Intenta siempre sorprenderme con el libro más raro recién editado sobre la mar, y cuando me pilla en un renuncio sobre el libro o el autor se me carcajea y baila una especie de danza de la victoria para sorpresa y espanto de parroquianos y camareros.
Pero al tema: mi regalo de Sant Jordi es “Corsarios Ibicencos en Gibraltar”, de José M. Prats. Tengo el placer de conocer al autor, piloto de la armada y ensayista, incluso personalmente. Hoy Grijalvo 0, Miguel 1 en la media parte.
La goleada viene cuando abro el libro. El contenido es exactamente lo que el título promete. Prats se ha dedicado a remover legajos y abrir cajas olvidadas en archivos. La primera parte del libro son las biografías de los corsarios que nacieron en Ibiza y fueron a espumar las aguas del Peñón. La segunda parte documenta, por ejemplo, el contrato de un corsario con la corona en el que se establece, entre otras, la entrega al patrón a cuenta del rey de enseres como una bandera francesa, una inglesa y una morisca (ya se sabe, la ley de la mar…) y doce almoadas (sic), o la obligación del patrón de embarcar, de su bolsillo, a un capellán (con su capilla y Santísimo), a un cirujano y un escribano, pero ojito, todos haviles (sic) y adaptados al intento del corso. La tercera parte de la obra está dedicada a fuentes y referencias.

Mientras el gran amanuense inicia su danza de la victoria me rasco el bolsillo y pago las cervezas. Que menos. Un ensayo que te presenta los hechos, después los textos originales, y los soporta a su vez en fuentes exactas te reconcilia con un mundo actual donde prima lo inmediato, lo superficial, donde se escriben tesis doctorales con Wikipedia. Ah, y por cierto, San Gumersindo no es el patrón de los descalabros, pero como usted lo ha visto escrito en internet se lo ha creído. Según la hagiografía es el protector del débil valiente que no da un paso atrás ante el tirano o el agresor mucho más fuerte. No nos rindamos. Menos Google y a abrir legajos.
Que quieren que les diga. Esta inteligencia artificial (que recordemos ni es inteligente ni artificial) nos beneficia mucho. Preguntamos y se nos responde, y creemos con la fe del carbonero. Pero no debemos olvidar que todo no está en internet, que no exigimos garantía ni prueba más allá que la máquina responde, y que los algoritmos que seleccionan y manipulan la información son generados por hombres como usted y yo, con intereses y un señor al que servir. Estamos formando a una generación en la que investigar será sinónimo de preguntar a una máquina, y pensamiento crítico sinónimo de dar por artículo de fe lo que nos responde. Que San Gumersindo, patrón de los descalabros, nos ayude.
Por bien terminar quisiera citar el fragmento de una poesía de un joven escritor, 13 años, merecido premio en este Sant Jordi. Me despido ahora, pues quiero que sea suya la última palabra. Mientras tengamos ensayos como el de Prats o poesía como esta tendremos a raya, con la advocación de San Gumersindo, a una máquina a la que estamos dando un poder que antes reservábamos a los más sabios.
Todo principio no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos se encuentra siempre abierto a la mitad,
como la vida en general.
Has entrado en mi vida
y cambió en un abrir y cerrar de ojos.
Has volado el techo
para dejarme ver el cielo azul.