El 28 de enero pasado, el buque factoría japonés NISSHIN MARU y tres balleneros japoneses, YUSHIN MARU, YUSHIN MARU Nº 2 y SHONAN MARU Nº 2, apoyados por el petrolero panameño SUN LAUREL, de 5741 toneladas de peso muerto, cruzaban, rumbo sur, el paralelo 60 sur, adentrándose en el llamado Santuario Ballenero Austral, para iniciar su campaña anual de caza de ballenas. Allí les esperaban los barcos de la organización Sea Shepherd, SAM SIMON, STEVE IRWIN y BOB BARKER, en su campaña contraria a la matanza de ballenas. Los enfrentamientos físicos habidos durante unas tres semanas fueron noticia de cobertura global.
Según Paul Watson, creador del grupo conservacionista, “durante la campaña hubieron dos confrontaciones para evitar que se mataran ballenas y tres para evitar la ilegal operación de transbordo de combustible al NISSHIN MARU” (de 8044 toneladas de registro bruto).
El lunes 25 de febrero, a la luz de los enfrentamientos en alta mar entre balleneros y conservacionistas, el juez Kozinski tildaba por escrito de “pirata” a Paul Watson y a su ONG, Sea Shepherd. «Cuando uno embiste a barcos, lanza recipientes con ácido, larga al mar estachas de trenzado metálico para averiar hélices y timones, arroja bombas de humo y bengalas con ganchos y deslumbra a otros buques con laser de alta potencia, se es sin duda un pirata, con independencia de la altura de miras del propósito que uno crea tener. No se necesita tener una pata de palo y un parche en el ojo”. Y añadió: “EEUU, Japón y muchas otras naciones firmantes del convenio internacional regulador de la caza de ballenas,1946, apoyan tal caza con fines científicos a criterio del estado signatario. Japón permite la caza de cetáceos. No obstante, durante años, tal actividad ha venido siendo perseguida en alta mar por un grupo que se hace llamar Shepherd Conservation Society y su excéntrico fundador, Paul Watson”.
A esas declaraciones respondía así Paul Watson: “Las tripulaciones de Sea Shepherd no lanzaron proyectiles o arriaron estacha alguna para bloquear hélices. Mientras que desde los balleneros japoneses se lanzaban objetos contundentes y chorros de agua a presión contra nuestras tripulaciones. Los tres barcos de Sea Shepherd sufrieron averías en sus estructuras por las múltiples embestidas del NISSHIN MARU (…) La vitriólica y grandilocuente manera usada por el Noveno Circuito para emitir su opinión nos hace seriamente dudar de sus cualificaciones para la toma de una decisión justa. Este tribunal es parte del problema, no la solución. No es que solamente no hubiese margen para tal parcial opinión, sino que de alguna forma ellos han echado por tierra la reputación de un honorable y respetado juez para apoyar intereses extranjeros. ¿Es esta una decisión de un tribunal americano o de alguna forma hemos erróneamente aterrizado en Japón?”
En conferencia de prensa en el Club Nacional de la Prensa, Washington DC, EEUU, el fiscal medioambiental, Robert F. Kennedy, se hacía eco del sentir general hacia el Instituto para la Investigación de los Cetáceos, japonés, con estas afirmaciones: “El Instituto, brazo del gobierno japonés, es realmente una organización pirata disfrazada de grupo de investigación científica… Si tú violas la ley internacional de alta mar, eres un pirata. Y tenemos en nuestro país una larga y orgullosa historia de dar batalla a la piratería en alta mar; comenzando en 1805 cuando Thomas Jefferson mandó marines a Trípoli, norte de África, a someter a las huestes del pirata Barbarroja. Y no deberíamos tratar de impedir las acciones de Paul Watson y Sea Shepherd, sino de expedirle patentes de corso que den soporte y reconocimiento al importante valor de sus actividades para con nuestro país y la comunidad mundial en la batalla a una organización que viola las leyes internacionales. Están realizando un profundo servicio público para todos nosotros, pero en vez de reconocérselo, el gobierno de EEUU y varias agencias del gobierno de EEUU, han procurado incapacitarlo.”
“Continuaremos haciendo uso de los tribunales y de la ley hasta revocar esta resolución” ha declarado Charles Moure, consejero delegado del despacho de abogados Harris&Moure, de Seatle, Washington, EEUU, defensores legales de Sea Shepherd. “Tenemos por delante una larga y dura lucha en la línea correcta marcada por el juez Jones al afirmar que Sea Shepherd trabaja en beneficio del interés público por un bien mayor. Sea Shepherd tiene de su lado a la opinión pública, respaldada por miles de simpatizantes a escala global, algo que los japoneses furtivos nunca tendrán. La organización está preparada para acometer estos desafíos en el convencimiento que prevalecerá la justicia y el valiente juicio del juez Jones devendrá en jurisprudencia”, concluyó.
Paul Watson informó a la agencia Australian Associated Press que Sea Shepherd USA se había retirado de la campaña, en diciembre de pasado año, cuando se le impuso la medida cautelar del citado límite y que ahora las acciones las gestionaba Sea Shepherd Australia. También informó que el juez había ignorado recientes agresiones de la flota japonesa a los barcos de Sea Shepherd. “Supongo que me pone a bordo del mismo barco con Johnny Depp” dijo como capitán del STEVE IRWIN. “Eso que dice el juez, es una opinión muy sesgada, no un enjuiciamiento. Él no hizo mención alguna al hecho cierto que los japoneses habían destruido uno de nuestros barcos (el ADY GIL, en 2010). No lanzamos ácido, sino mantequilla rancia. O sea, tanto como sería referirse a la leche como ácido láctico. No hemos embestido un solo ballenero japonés allí en nueve años. Por el contrario, nosotros hemos sido embestidos múltiples veces. El juez no ha tenido en cuenta las pruebas o los hechos, él ha formulado una opinión sustentada en sus propios prejuicios.”
En imágenes facilitadas la pasada semana por ambas partes se ven barcos de Sea Shepherd bien dentro del límite de 500 yardas, sin embargo, Watson defiende que tal restricción afecta solo al organismo sito en los EEUU. “El asunto en su conjunto es irrelevante al ser ajeno al ámbito jurisdiccional del Tribunal del Circuito Noveno de EEUU”.
Por su parte, el National Times, de Australia opina que “al ministro de Pesca de Japón, Yoshimasa Hayashi, le debe haber quedado claro que la barbarie anual de la caza de ballenas en el Antártico ha tocado a su fin al no tener nada que ver con la ciencia”. No obstante este medio comenta que dicho ministro “no ve razón alguna para a corto plazo poner fin a la caza de ballenas en el Antártico sur”. En este sentido, según France-Press, el ministro argumentaba su posición al asimilar la caza de ballenas a la alimentación de los australianos mediante carne de canguro. “Nosotros no comemos esos animales, pero no detenemos a los que lo hacen al entender que eso forma parte de su cultura”; para terminar afirmando “que en el mundo se está perpetrando un ataque cultural, una suerte de prejuicio en contra de la cultura japonesa. La caza de ballenas ha sido una parte tradicional de la cultura japonesa.”
El ministro de pesca japonés no mencionó que el rompehielos japonés, perteneciente al Ministerio de Defensa, SHIRASE se aproximara a los barcos en conflicto. Un helicóptero de éste, sobrevoló la operación de transvase de fuel. El ministro de medioambiente australiano pidió al gobierno japonés que confirmara la inexistencia de relación entre el SHIRASE y tal operación.
“Con estas palabras el Sr. Hayashi ha abandonado de una vez por todas la pretensión que los japoneses están comprometidos en alguna suerte de proyecto de investigación de alto valor” dijo el editorial de la citada agencia francesa. “El señor Hayashi necesitaría ser llamado a capítulo. En tal supuesto, está claro que preferiría disfrutar de relatividades culturales cuando conviene a los intereses japoneses, antes que de ajustarse a preceptos de convenios internacionales”.
Sea Shepherd estima que, gracias a su campaña, los japoneses no han cazado más de 75 ballenas, un 26% de su cuota. El menor, hasta ahora, en toda la historia de la caza de ballenas en el Antártico.
Con la llegada del otoño austral llegan los temporales a la zona, haciendo muy difícil la caza de ballenas
El Convenio permite a los gobiernos firmantes expedir permisos a ciudadanos para “matar, capturar y tratar las ballenas con fines de investigación científica”. Japón ha venido repetidamente insistido que la caza de las ballenas se debía a un propósito científico que tapara la codicia de su industria ballenera, pese a la desesperación e indignación de los grupos pro-mamíferos marinos.
En Japón se matan, en sus costas, más de 20.000 delfines y marsopas al año para alimentar la cultura culinaria de sus ciudadanos.
Enlace al siguiente vídeo: Actuación del BOB BARKER, de la ONG Sea Sepherd, con un buque japonés