Con la VOR, confesó Diego Fructuoso, se trataba de cumplir con uno sueño: participar en alguno de los tres acontecimientos más importantes del mundo de la vela de competición: las olimpíadas, la copa América y la vuelta al mundo a vela por etapas con tripulación.
Para alcanzar estos objetivos, se esforzó desde pequeño en dominar los secretos de la vela y de la vida en el mar con las clases olímpicas Finn y Star. En la clase Star llegó a proclamarse subcampeón de Europa en 2002. Finalmente, el navegante olímpico español, Iker Martínez, le ofreció formar parte de la tripulación del Team Telefonica. No fue sencillo, pues hubo de superar un duro examen de adaptación al medio. No es lo mismo estar unos días que un año entero en el mar.
En el Team Telefónica, como Media Crew Member en un Volvo Open de 70 pies de eslora, participó en 2011-2012 en la Volvo Ocean Race, logrando acabar en 4ª posición tras ser el único equipo de participantes que no sustituyó ningún tripulante en las 30.000 millas náuticas de la que consta esta regata por etapas, 8 meses navegando alrededor del mundo.
Sus palabras iban ilustradas con fotos y videos realmente espectaculares:
Comparó las condiciones de vida durante la Regata Whitbread de Vuelta al Mundo en 1973 en un barco puntero, con las de un día cualquiera en la cubierta de un Volvo Open 70 durante la Vuelta al Mundo en 2011. ¡Nada que ver! La regata de 1973 parecía un crucero de placer (podían pescar incluso durante las travesías oceánicas), si lo comparamos con la lucha permanente, turnándose a guardias de 4 personas día y noche, en las condiciones de mar y viento más duras posibles, con la obsesión de no romper y llegar los primeros a la siguiente etapa.
Diego Fructuoso destacó el imprescindible espíritu de equipo a bordo, sin el cual resulta imposible triunfar en este tipo de retos. Mostró las condiciones espartanas de vida a bordo con fotos y videos. A fin de ahorrar peso, a bordo no existía confort alguno, ni calefacción ni mesas ni cocina. El único equipaje de los tripulantes se limitaba a una bolsa de tamaño medio para ropa seca de frio y de calor que, además servía de almohada de descanso, en literas calientes, sólo para la fracción de tripulación que no estaba de guardia.
La comida consistía en bolsitas con liofilizado “de gustos variados” a preparar con un chorrito de agua caliente procedente de una especie de tetera calentada con camping gas, si el momento era adecuado para prepararlo. Resultado de todo ello: un barco de 14 toneladas del cual el bulbo ya pesaba 8 capaz de alcanzar velocidades de hasta 30 nudos y medias de 15 nudos al día, chorreando ilusión en llegar los primeros, y una pérdida media de peso de cada tripulante de 7 Kg por etapa.
Hubo en el Aula Magna una cata real de puré de ¿….? preparado allí mismo con una bolsita de polvo liofilizado en un bol y agua calentada en la propia sala. Aunque la curiosidad de la joven concurrencia era grande, no se llegó a terminar la ración.
En el turno de palabras, al que Diego Fructuoso se prestó con extraordinaria amabilidad, llamó la atención el comentario de un alumno de Náutica sobre el alto precio de la iniciación a la vela, hecho que restaba oportunidades a los interesados en poder participar en este deporte. Una realidad difícil de comprender. Hay infinitas oportunidades en el largo litoral español, casi todo él ubicado en una zona climáticamente privilegiada, dónde durante todo el año se puede practicar el deporte de la vela. Precisamente por ello hay tantos regatistas destacados de procedencia española participando en los eventos más importantes de este deporte. Seguro que la Federación de Vela de cada región puede hacer más de lo que hace para que los interesados puedan comenzar a practicar la vela sin que para ello se precise efectuar grandes desembolsos. También existen muchos barcos de crucero y regata que cada fin de semana participan en las regatas de sus clubs y frecuentemente necesitan tripulantes espontáneos para cubrir las plazas vacantes en sus salidas. A cambio de una aportación simbólica, numerosas asociaciones de amigos de la navegación a la antigua, en barcos de principios del siglo pasado, buscan socios voluntarios para restaurar, mantener y también navegar con estos tesoros recuperados. Es, muchas veces, cuestión de voluntad.