Miren ahora las imágenes festivas, el jolgorio de los pasajeros del viejo remolcador OPEN ARMS cuando desembarcaron en puerto. ¿De verdad alguien cree que en algún momento fueron náufragos rescatados por un salva vidas que se jacta de haberlos salvado?
2. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, dio la orden de que un buque de la Armada fuera a traer a los pasajeros hacinados en condiciones insoportables en la cubierta del viejo remolcador, cuyo AIS, por cierto, transmite de forma incomprensible que es un barco de pasaje. En una semana habremos acabado con este drama humanitario, tuiteó alegremente el señor Sánchez. Vayamos más allá de la grotesca presunción del presidente y de las reiteradas negativas del armador del OPEN ARMS a aceptar cualquier propuesta que le obligara a atracar en un puerto español, y preguntémonos por qué mandaron un buque de la Armada y no un buque de salvamento, preparado para operaciones de rescate y transporte de náufragos. ¿Por qué? ¿Acaso el ministro de Fomento plantó cara a las veleidades del presidente y se negó a hacer el ridículo? En el área del ministro Ábalos se encuentra la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, Sasemar, que cuenta con 73 embarcaciones especializadas en operaciones de salvamento de personas, cuatro de las cuales son grandes buques con 80 y 56 metros de eslora. Repito: ¿por qué no se envió a recoger a los pasajeros del viejo remolcador al espléndido buque de salvamento DON INDA, o al CLARA CAMPOAMOR, por ejemplo? ¿No era acaso ésta la mejor opción?
3. Preocupa la facilidad con que se acuñan significados de las palabras que confunden y engañan. Hablan de independencia cuando quieren decir secesión; hablan de democracia cuando quieren decir intolerancia; y califican de fachas o fachitos a quienes no comparten sus ocurrencias. Los medios repiten una y otra vez, como una realidad incuestionable, la “crisis del OPEN ARMS”, una supuesta crisis que habría acogotado a la Unión Europea al completo, que habría hecho saltar al Gobierno italiano y que habría forzado al presidente del Gobierno español a tomar una decisión absurda y tardía, rozando la vergüenza. ¿De qué crisis hablan? ¿De la que proclama el señor Camps, dueño de Proactiva Open Arms, porque un ministro italiano obstaculiza sus negocios? Una crisis fruto tan sólo del interés de la empresa Proactiva de desembarcar a los pasajeros en un puerto europeo, no español, donde el viejo remolcador sería inmovilizado y tal vez procesado su armador, ni africano. Una falsa crisis. Un camelo. El dueño del viejo remolcador no ha dudado en llevar al límite la situación de los pasajeros y de la tripulación por su negativa a dirigirse a otro puerto que no fuera italiano, y se ha empecinado en una batalla contra el ministro del Interior, firme partidario de acabar con esa tácita (o expresa) colaboración entre los traficantes de personas que operan en Libia y los sedicentes salvadores que los esperan para transportarlos a Europa. De este modo, enfrentándose a Matteo Salvini, elevado al altar de la extrema derecha, refuerzan su imagen progre. Y la imagen progre la emparentan con la humanitaria. Pero ya digo, casi todos los medios han comprado esa falacia: la crisis del OPEN ARMS.
4. La obligación de salvar a quienes estén en peligro en la mar afecta a todos los buques, cualquiera sea su bandera, porte y dedicación, siempre que sea posible sin poner en peligro al propio buque. Esas vidas salvadas han de ser llevadas al puerto seguro más cercano. No existe una definición canónica de lo que es un puerto seguro, pero es mayoritaria la doctrina que entiende que un puerto seguro es aquel en el que se puede entrar y maniobrar con seguridad. Desde esa definición son seguros, al menos, los puertos de Tripoli, Túnez, Argel, Orán, etc. todos ellos mucho más próximos al lugar donde el viejo remolcador recoge a los pasajeros que los puertos italianos y españoles. Pero los falsos náufragos no han pagado una cantidad desorbitante (para sus economías) para ser devueltos a África; han pagado para que los dejen en el continente europeo. De modo, que la supuesta crisis humanitaria no es más que un montaje del dueño del OPEN ARMS, obligado, tal vez más allá de su cacareado altruismo, a entrar como sea en un puerto europeo para desembarcar a los pasajeros.
5. Conviene repetirlo. Ni el OPEN ARMS ni los demás barcos supuestamente salvadores tienen los conocimientos y los medios para dedicarse, de verdad, al salvamento de náufragos. Y carecen de las mínimas condiciones de seguridad, de salud y de higiene como para dedicarse al transporte de pasajeros. Y ese es precisamente su negocio. Es mentira que rescaten náufragos porque se los encuentran en peligro en la mar, pues muchas veces la balsa neumática, donde los migrantes viajan desde la costa libia, está todavía en buenas condiciones y por tanto no hay peligro inminente; y lo que están obligados a hacer los open arms y cualquier buque que los aviste es dar aviso a las autoridades marítimas del país más cercano para que sean éstos los que se ocupen. El señor Camps envía sus barcos a transportar migrantes, con pleno conocimiento, en un barco infame. Y luego se dedica a propalar la mentira de que salva vidas en peligro; y de que el ministro del Interior italiano, los Gobiernos de España y Malta (pero ésta en letra pequeña; de una isla es difícil salir), y todos los miembros de la Unión Europea son monstruos inhumanos porque no le bailan el agua.
¡Y pensar que hay millones de personas de buena fe en Europa que creen que el propietario del viejo e infame remolcador es un salvavidas! Como dijo alguien y repetía a menudo el escritor Vázquez Montalbán, tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente.
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