Difícil resulta encontrarse con un libro que aúne un contenido técnico impecable, del que el lector profesional puede aprender detalles desconocidos, con una trama perfectamente estructurada que desde la primera línea absorbe tu interés a un ritmo creciente, de modo que al final de la historia el lector cierra el libro con tristeza, preso de la melancolía que produce el fin del placer. Si, además, la traducción de los términos náuticos se ha realizado con un respeto exquisito, una rareza en el mundo editorial actual, nos hallamos ante una obra excepcional.
“Cazadores de piratas” (Editorial Ariel, Barcelona, junio de 2016) contiene varias historias superpuestas. La primera, protagonizada por John Chatterton y John Mattera, dos buceadores profesionales que se dedican a la búsqueda de pecios con valor histórico, recoge los trazos más relevantes de sus biografías, sus sueños de fama y riquezas, y sus esfuerzos durante meses y años interminables por hallar en el fondo del mar ese galeón naufragado en el siglo XVII que se supone cargado de oro y plata. Chatterton y Mattera forjan una honda amistad en el fracaso y en la esperanza; en la confianza mutua y en la seguridad profesional; en la frustración y en el éxito. Ninguno de ellos imaginaba acostarse por la noche preguntándose si realmente había hecho lo que siempre soñó (página 48).
La segunda es la historia de los buscadores de tesoros escondidos en el fondo del mar, hombres duros que arriesgaron vida y hacienda a la caza del pecio que, según han descubierto en un archivo (tal vez el Archivo General de Indias, en Sevilla), naufragó en un cayo o en un bajo del mar Caribe. Sobresale entre ellos el legendario Tracy Bowden, descubridor de dos galeones españoles, un hombre modesto, de vida austera, que guarda en un baño de su casa millones de dólares en monedas de plata, históricas, apiladas en bolsa de plástico de las que utilizamos para las basuras domésticas. Como tantos otros, Bowden, no buceaba por dinero, lo que buscaba era una emoción: el momento en el que, después de años de lucha y después de oír a miles de personas llamarte loco, ves que algo brilla en el agua y lo recoges. Un tesoro. Después de eso nunca vuelves a ser la misma persona (página 232).
La tercera tiene un nombre propio, Joseph Bannister, el capitán mercante de carrera fulgurante y prestigio en alza que un buen día decide escaparse con el barco que mandaba para dedicarse a la piratería. Como escribió Mark Twain, teníamos la esperanza de que si vivíamos y éramos buenos, Dios nos permitiría ser piratas. Bannister fue el pirata más grande de la historia, mandó el mayor barco pirata conocido y logró derrotar a la Armada inglesa en una épica batalla que los historiadores británicos han ocultado por vergüenza.
Joseph Bannister no comenzó su carrera como pirata sino todo lo contrario: como respetado capitán mercante responsable del transporte de cargamentos valiosos como pieles de animales, madera de campeche, índigo y azúcar, y en ocasiones también pasajeros ricos, en el tráfico entre Londres y Jamaica. Hacia 1680 atravesaba el océano hasta dos veces al año al mando de un navío llamado Golden Fleece, velero caro y poderosamente armado, propiedad de ricos comerciantes que con toda probabilidad tenían su base en Londres. Estos propietarios debían de fiarse enormemente de Bannister, ya que cada cargamento valía una fortuna y el Golden Fleece mucho más (página 69).
Por último, la historia que recorre todo el libro como un río que surca la tierra, ora caudaloso ora con poca agua, ora esplendido a la luz del sol ora semioculto entre la maleza, la gran aventura de hallar el pecio del GOLDEN FLEECE, el vellocino de oro, el magnífico navío que mandaba Bannister, con el que se convirtió en pirata y humilló a la Navy de su graciosa majestad. Una aventura única en la historia, recuperar un auténtico barco pirata, el mayor de los conocidos. Ningún Gobierno podría reclamarles el hallazgo, esa era la belleza de un barco pirata. Que no pertenecía a ningún país. Ningún Gobierno podía reclamarlo (página 109).
Robert Kurson, el autor de “Cazadores de piratas”, construye una narración sobria donde cada línea ha sido documentada con rigor. Su estructura de obra de ficción, en cierto modo una novela de misterio, no oculta -ni lo pretende- su anclaje plenamente realista, una lección de historia sobre la piratería, sobre Joseph Bannister y sobre el largo proceso de estudio, análisis, y búsqueda en el mar que han de seguir quienes se dedican a la caza del barco del tesoro, ese pecio único que los hará famosos y tal vez ricos.