El capitán de la marina mercante Alberto Sánchez Ros falleció, maltrecho por la enfermedad, pero con la dignidad intacta, en la madrugada del pasado lunes 4 de septiembre. Junto a él su familia más cercana, sus hijos Alberto y Eduardo. Su esposa, Isabel había fallecido en 2005.

Sánchez Ros era el alumno discreto y silencioso, que observaba con inocente curiosidad cuanto veía a su alrededor. Mientras los treinta y tantos alumnos de la generación del 200 aniversario de la venerable Escuela de Náutica de Barcelona, sección Puente o Náutica, brincábamos sobre las vanas palabras de jóvenes estudiantes, él sonreía y miraba. Siempre obtenía buenas notas, pero sin exagerar y sin alterar la compostura de una personalidad afable.
Su notoria discreción no le impedía colaborar en cuantas iniciativas solicitaban su participación. Él elaboró buena parte de los dibujos que ilustraban la revista conmemorativa del 200 aniversario de la fundación de la Escuela, una revista memorable enteramente redactada por los alumnos, con artículos de Grávalos, Moreno, Zamora, Ocasar, Castro, Lorente y Marías. Entonces, año 1969, Alberto Sánchez Ros no se había revelado como un escritor con talento y un estilo conciso y directo, a lo Azorín, sin adornos ni alharacas, revelador de una personalidad sobria y segura. Sus artículos en NAUCHERglobal dan buena prueba de ello.
La carrera profesional siguió el cauce natural de su carácter. Fue un buen agregado y un oficial atento y disciplinado. Lo tuvimos de primer oficial en el CIUDAD DE SEVILLA, cuando fumaba en pipa con cierto aire echón, porque él había nacido el 9 de marzo de 1949 en la calle San Ramón, corazón del barrio chino de Barcelona, a mucha honra. La Compañía Trasmediterránea le confió el mando de sus buques y él correspondió con una profesionalidad extraordinaria. Una tarde en su despacho del MURILLO (si no nos falla la memoria era ese buque) hablamos de las innovaciones técnicas que habían transformado la forma de navegar. Su conocimiento de los cambios tecnológicos, de los cuales podía explicar su fundamento y los procedimientos operativos, resultaba extraordinario. Confesaba, sin darle mayor importancia, que no había secreto alguno, simplemente estaba suscrito y leía enteras varias publicaciones profesionales británicas y norteamericanas. Era un admirador de la literatura profesional inglesa y un devoto de Herman Melville y su ballena blanca, un libro que leyó varias veces siempre en la lengua en la que fue escrito.

Los buques bajo su mando reflejaban su inteligencia, eran buques sosegados en los que el capitán no impartía órdenes arbitrarias o caprichosas o injustificadas. Si de alumno en la Escuela era un joven observador, de capitán sabía escuchar y sólo hablaba, despacio y con respeto, siempre con respeto, cuando era preciso, de modo que sus órdenes tenían el aura de la necesidad para que el buque funcionara con orden y eficiencia. Aunque su humor no era descifrable con facilidad, el tono de su ironía siempre invitaba a la sonrisa satisfecha.

Cuando se jubiló, en loor de excelencia, con la unánime admiración de sus colegas, siguió pintando y dibujando. Uno de sus dibujos ha sido utilizado en NAUCHERglobal como ilustración de portada de más de un artículo. En ese dibujo se ve de espaldas un hombre que camina en un muelle desierto hacia un buque atracado a su derecha. Los colores que Alberto Sánchez Ros empleó eran los apropiados para una escena melancólica, tonos oscuros, otoñales. Una obra magistral que él explicó así en un correo electrónico:
Me sentí halagado cuando mostraste interés por el boceto del hombre que se encamina hacia el SAC Tarragona. El enamoramiento por la profesión me llegó durante la infancia y por los barcos de entonces.
La idea para el boceto me la dio un recorte de periódico de los años sesenta donde se anunciaban unas grúas Macosa y aparecía el costado de un ‘tramp steamer’.
Lo identifiqué como el S.Tarragona porque en la chimenea se adivina una chapa en forma de ‘…AC’ y por la cubierta shelter de la ‘isla’ central. El resto del barco, me lo tuve que imaginar y trasladarlo a otra época y otro lugar.
En cuanto al hombre, el primer candidato fue alguien que se pareciese al actor Henry Fonda en ‘Las uvas de la ira’. Al final opté por un marinero ‘escapado’ de ‘The long voyage home’.
El boceto original monocolor me salió bastante chapucero y lo modifiqué con el ordenador, saliendo el dibujo que te mandé y que previamente utilicé para felicitar las navidades del 2006 a Prácticos y Consignatarios en España y en Portsmouth.
Hasta ahora, varios intentos para pasar del boceto a algo parecido a una verdadera pintura no habían salido bien.
Creo que este último intento es bueno. La fotografía aparece algo distorsionada porque me aparté para no hacerle sombra.
Alma, corazón y vida. Siempre recordaremos al amigo, al colega, al admirado Alberto Sánchez Ros.