La Liga Marítima Española (LME) fue creada a iniciativa del político conservador Antonio Maura en diciembre de 1900 con el propósito de aglutinar y representar a todas las marinas y sectores marítimos, desde la pesca a la marina de guerra, desde los sindicatos a las asociaciones patronales. En sus inicios contó con calurosos apoyos (el insigne náutico, como era conocido José Ricart i Giral, fue durante años activo militante de la Liga; el prolífico escritor de temas marítimos y teniente de navío de 1ª clase, Adolfo Navarrete, fue el secretario), de modo que pudo organizar del 6 al 10 de junio de 1901 el I Congreso Marítimo Nacional. El marino vasco Ergino Goñi en su impagable obra “Pro Montepío Marítimo Nacional Único. Breve historia de sus vicisitudes. Apuntes sobre la odisea del mes de permiso y algo sobre la jornada de ocho horas. Recopilado y compuesto por Ergino Goñi con un prólogo de El Marino Desconocido», Barcelona, Tipografía Santiago Vives, 1931, informa así de este congreso (página 9):
El día 6 de junio de 1901 se inauguró el primer Congreso Marítimo Nacional, organizado por la Liga Marítima, acto que tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad central (Madrid), abriendo el acto el Ministro de Marina, Duque de Veragua, presidiendo luego el señor Maura, ascendiendo el número total de congresistas a 115, entre navieros, marinos de guerra y representantes de la industria y comercio, asistiendo también algunos marinos mercantes (…).
La Liga Marítima se organizó en diferentes Secciones: Asuntos políticos, económicos y militares, al frente de la cual se puso a Federico Nicolau, presidente de la Sociedad de Armadores, Navieros y Consignatarios de Buques; Navegación y Comercio, presidida por el naviero Tomás de Ibarra; Construcciones y Armamento Marítimo, dirigida por José Cornet, director de la Maquinista Terrestre y Marítima; Pesca e Industrias conexas, con José Aristegui, armador de Guipúzcoa, al frente; e Instrucción, Recreo y Propaganda, sección que aceptó dirigir el Presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Miguel Moya.
En los años siguientes la Liga fue considerada por los sectores civiles como un instrumento de dominio cultural y político de la Armada sobre todo el universo marítimo. El mismo Adolfo Navarrete, en una conferencia pronunciada en Madrid el día 13 de abril de 1915, titulada El Poder Naval en España, conferencia que junto a otras dos del mismo autor fueron publicadas bajo el título general de «El problema marítimo de España» (Sociedad Española de Artes Gráficas, Madrid 1917), reconoce sin ambages, página 23, que la Liga Marítima Española fue obra de un movimiento colectivo que clamaba por la urgente rehabilitación de nuestro poder naval. Es decir, militar .
Los navieros nunca se sintieron a gusto en la LME porque consideraban que estaban muy poco representados; de ahí que ya en 1900, como afirma Ignacio Olabarri en su obra “Relaciones laborales en Vizcaya (1890-1936)”, editada por Leopoldo Zugaza, Durango, 1978, página 198, los empresarios vascos propiciaran la creación de una Asociación General de Navieros Españoles, al margen de la Liga. La mismísima Asociación de Navieros de Bilbao, con diferencia la más importante asociación patronal de armadores, declinó entrar en la LME, aunque se incorporó, no sin problemas, en 1901. Al año siguiente, la Asociación de Navieros de Bilbao, en conflicto con sus maquinistas por una reducción de sueldos, volvió a salirse de la Liga porque, en palabras de Ramón de la Sota (Memoria de la Asociación de Navieros de Bilbao de 1902):
En vista de lo ineficaz del auxilio de la Liga Marítima y teniendo en cuenta que estando en ella los armadores en una reducida minoría, inadecuada a la importante representación que ostentan, no hallarán eco en su seno sus legítimas aspiraciones, ya que, como la experiencia lo demostró, era necesario contrarrestar los efectos de otras pretensiones perfectamente antitéticas.
Santos Pastor, en su extensa teis doctoral “El transporte marítimo en España: crecimiento, crisis y política económica. Bases para una ordenación económica del sector”, Madrid 1982, página 86, atribuyó, sin embargo, a la LME un carácter netamente empresarial por la defensa que la Liga hizo de los intereses de los navieros en el tema crucial de la protección del sector frente a la competencia exterior:
Coincidiendo con esa etapa de extraordinario florecimiento del último y primer año del pasado y presente siglo se produce la constitución de la Liga Marítima, Asociacion empresarial típica que jugará un papel decisivo en la elaboración de la política posterior y que constituirá una de las claves del comportamiento del empresariado en el sector a lo largo de la historia. La posición de esta patronal se caracterizará por la lucha permanente y conquista final de la protección.
Por su parte, los trabajadores veían en la Liga un formidable enemigo. En la obra de Ergino Goñi ya citada, cuyo descubrimiento debo a la labor investigadora del doctor Javier Moreno Rico, puede leerse el siguiente diálogo referido al año 1916:
– Pues fíjese usted bien con algunos de sus componentes y por ellos juzgue el resto. En la Liga Marítima figuran como vocales los señores Ugarte (abogado muy conocido por su papel como ejecutivo de la Naviera Sota y Aznar), Ibarra, Aznar, Garteiz, Urquijo, Rómulo Bosch, López Dóriga, Anastasio…
– Alto. No me nombre usted más. Estoy ya convencido que la Liga Marítima es el más formidable enemigo que tenemos los Capitanes y Pilotos.
La exagerada importancia que se ha pretendido para la Liga Marítima Española procede del conjunto de militares escritores que hasta años recientes monopolizaron prácticamente la historia marítima de España. Estos historiadores veían en la Liga la cristalización del hermanamiento entre las distintas marinas. Ese hermanamiento y la retórica de la vocación marítima y la esencia de España volcada al mar servían para ocultar la incapacidad de entender racionalmente los procesos históricos y velar el predominio de la Armada sobre la marina civil, justificando su poder sobre el mundo marítimo en tiempos de paz.
Un ejemplo claro y reciente de lo que decimos lo constituye la obra del coronel auditor del cuerpo jurídico de la Armada, José Cervera Pery, editada por la Dirección General de la Marina Mercante en 1990 o 1991, en cuya página 90 podemos leer:
La Liga Marítima -justo es decirlo- asumió de inmediato el reto. Hombres como Maura, Sánchez Toca, el marqués de Pilares, el duque de Veragua, los marinos historiadores Fernández Duro y Navarrete, figuras del mundo de las finanzas, de la política, de la industria y la navegación, e incluso no pocos españoles «de a pié» cuya adscripción fue aún más meritoria, se vincularon de inmediato al nacimiento de la institución con innato entusiasmo, en el noble empeño de moldear una conciencia marítima nacional tan deteriorada por los acontecimientos. Como escribía el almirante Valcárcel, «la Liga Marítima venía a llenar dentro de la vida nacional una función que nunca sería bastante agradecida por cuantos se preocupaban por el engrandecimiento de nuestra potencialidad naval».
La Liga Marítima moriría lánguidamente, según Bordejé y Morencos (“Vicisitudes de una Política Naval”, Madrid 1978, Editorial San Martin, página 40), y su influencia fue menguando de forma acelerada a partir de 1910. No obstante, la revista “Vida Marítima”, editada por la LME, continuó prestando un servicio informativo de primer orden hasta bien entrada la segunda mitad de la década de 1910.
Digamos para acabar esta breve historia que la Liga Marítima Española tuvo un clon tardío en Cataluña, el Institut Català de la Marina, una sociedad nacida en Barcelona en 1932 con un vaporoso y ambiguo contenido social y un indudable carácter nacionalista catalán. Estaba abierta a todos los estamentos marítimos. Llegó a editar varios ejemplares de una curiosa «Revista Marítima» (mala imitación de la revista de la LME “Vida Marítima”), el primero numerado 1 y 2; y el segundo con los números 3, 4, 5, 6 y 7, enteramente escritos en catalán. Solicitó entrar en la Federación Nacional de Oficiales de la Marina Civil, petición que le fue denegada, desapareciendo al poco tiempo.