A Josep Fontdecaba Fuster, radiotelegrafista de la marina mercante, nacido en 1928, le escuché hace algún tiempo, en una comida que reunió a varios autores de obras marítimas, una curiosa distinción. Existen escritores de obras de ficción, historias que son una invención del autor, al que llamaremos novelista; y escritores de obras que reflejan con cierta fidelidad la verdadera vida de los personajes que aparecen en el libro. A éstos les llamaremos narradores o cronistas.
Fontdecaba, ganador del VII Premio Nostromo con “Siete eslabones”, pertenece al grupo de éstos últimos. Sus obras recogen la vida de determinados personajes, novela realista contada con pasión y lenguaje llano y directo, sin innecesaria retórica.
En “Aprendiz de piloto”(Nautical Unión editorial, 2014), una obra escrita entre 1991 y 1997, originalmente en catalán, ahora traducida por el propio autor, Josep Fontdecaba nos muestra la manera en que se navegaba en la marina mercante de los años cincuenta del pasado siglo, años de plomo en España, cuando cualquier protesta laboral a bordo se entendía como delito de sedición. En ese marco se mueven unos jóvenes marinos, ilusionados y soñadores, que descubren el valor de la amistad, la fuerza devastadora del amor y la pulsión incontenible del sexo. Y descubrieron que era preferible navegar en barcos extranjeros, donde se respiraba algo de libertad y la miseria no amargaba las singladuras, que en barcos españoles, donde sobraba la caspa y faltaba la mínima seguridad.
Advierte el autor en el “Prólogo obligado” que el relato no tiene ninguna pretensión filosófica, moral o política. En efecto, Fontdecaba retrata la vida, con los ojos de la memoria, y deja que el lector disfrute con los avatares que cuenta, aprenda y saque las conclusiones que crea oportunas. Las nuevas generaciones de marinos deberían frecuentar obras como ésta para entender cómo se vivía y practicaba esta vieja profesión hace sesenta años.