España suele vivir de espaldas al mar, a pesar de ser un país con archipiélagos y costas bañadas por dos mares y un océano, tanto es así que todo lo relacionado con el mundo marítimo pasa desapercibido para la mayoría de la población; si acaso, toma alguna relevancia en verano por el tema de los cruceros y la saturación momentánea que sufren las ciudades al desembarcar los cruceristas para visitarlas, y poco más.
El circo de la confusión
Sin embargo, esta falta de interés se disipa cuando se produce un accidente marítimo de relativa importancia, entonces, todo lo relacionado con la mar adquiere vida y azuza a la opinión pública a participar con todo tipo de juicios y opiniones, que alcanzan su grado máximo cuando el siniestro contamina mares y costas. La vorágine de noticias que el siniestro desata, algunas veces con sesgos contradictorios, llenan durante días e incluso meses las cabeceras de periódicos y telediarios. Esa profusión informativa cala en las personas y en la sociedad, que asumen el problema como propio y tratan de aportar de manera generalizada y de buena fe soluciones al mismo. Y en ese fragor de opiniones aparecen los llamados expertos, supuestos conocedores de la mar y de los accidentes marítimos que con palabras sonajero y muy poco rigor técnico emiten opiniones y ocurrencias al tuntún que confunden a la opinión pública. De esa confusión sacan tajada grupos muy heterogéneos con intereses varios, por ejemplo: las jugosas subvenciones que aporta el gobierno para paliar el daño medioambiental; el reconocimiento social y político nunca antes imaginado; etcétera. Algunos de ellos incluso pueden formar parte de lo que el gobierno establecerá como “comité de expertos”.
Desde esta perspectiva, la contaminación se convierte en una tarta económica y de proyección social que devorarán por partes distintos sectores de la sociedad civil, de las instituciones locales y de la política. Todos ellos remarán para sacar el máximo rédito posible, que nada tiene que ver con la preservación del medio ambiente. Ésta sólo representará la careta a través de la cual aprovecharán la coyuntura del momento para adquirir notoriedad y conseguir sus verdaderos anhelos: unos la ansiada catapulta política, otros la económica y muchas veces las dos.
Composición del comité de expertos
Una vez transcurridas las primeras horas, con declaraciones de altos mandatarios políticos, de los versados en la navegación, de los especialistas en temas de contaminación y tipos de hidrocarburos, y de otros saberes, aparece una segunda fila de versados en ecología, flora y fauna de la zona contaminada, corrientes marinas y cambio climático. Algunos ni siquiera conocen la zona, pero eso carece de importancia, lo importante de verdad es que se vea en los medios de comunicación un número considerable de experimentados asesores, que a ser posible abarquen el campo político, social, económico, ecológico, climático… que muestren a la opinión pública que la resolución del problema está en marcha y en manos de un comité con los mejores especialistas.
Por último, surge un conjunto de habilidosos conseguidores que, a la sombra de los temores del gobierno de turno, del ministro/a timorato/a responsable, y ante el miedo al qué dirán, doblegan la voluntad de la Administración y obtienen un cuantioso beneficio económico. Logran además colocar a sus amigos y colegas en puestos de observadores y vigilantes. Estos comisionados serán políticamente muy importantes, pues en sus manos quedará magnificar en los medios de comunicación el problema de la contaminación, de las especies marinas muertas o de las zonas afectadas, obviando los consejos y opiniones de los verdaderos expertos.
Comprobación diaria de los efectos de la contaminación
Llegados a este punto, conformado el comité de expertos, se convocan reuniones diarias cuyo único objetivo es comprobar los resultados de las actuaciones llevadas a cabo el día anterior en aplicación del plan de lucha contra la contaminación diseñado por los técnicos, quienes desde el principio del siniestro ya avisaron que no eran necesarios ni más medios de avistamiento y recogida del combustible ni más asesores ni más sistemas de extracción del combustible residual del pecio hundido. Pero los políticos tienen una forma peculiar de ver las cosas, piensan en el rédito político y electoral, favorable para ellos y negativo para los adversarios, de modo que aprueban un obsceno derroche económico para una contaminación de baja o muy baja intensidad. Las sugerencias de los técnicos se dan por no oídas, qué sabrán ellos. Nosotros somos políticos y estamos por encima de los demás.

Una vez finalizada la reunión de comprobación de cómo sigue la contaminación, cuya duración suele ser de minutos, el máximo responsable político se exhibe ante los medios de comunicación para hablarles de la situación y poner en valor los esfuerzos realizados y la honda preocupación política por lo que está sucediendo.
Esa actuación es muy importante en la estrategia política, pues en una contaminación marina por un accidente de la navegación, el litoral queda más o menos afectado en función de las toneladas vertidas y del tipo de contaminante que llega a la costa, cuya limpieza es competencia de ayuntamientos, costas, cabildos, etc. de colores políticos diferentes. Hace falta poner dinero sobre la mesa. Es decir, el accidente marítimo contaminante se convierte en una especie de queso al que acuden las partes interesadas para clavar sus particulares aguijones, y luego exhibir ante los ciudadanos lo bien que lo hacen y lo mucho que se preocupan por limpiar la zona afectada, sin tener en cuenta el bien común y el interés general: aunar esfuerzos en la lucha conjunta contra la contaminación, que daría mejores resultados y ocasionaría menos gastos al erario público.
Esta forma de actuar de la clase política seguirá existiendo mientras no se cambie la actual legislación sobre la contaminación marina. Sería muy necesario cambiar el modelo, se ha demostrado por activa y por pasiva que las soluciones técnicas suelen estar alejadas de los intereses políticos que mueven a los gobernantes. Tal vez, con un sistema parecido al SOSRep inglés (Secretary of State’s Representative) se terminaría con estas actuaciones tan nefastas de injerencias políticas en temas tan complejos como el expuesto, en los que intervienen cantidad de causas y factores muy diversos, los cuales, quedan fuera del entendimiento y de los intereses de los políticos de turno.