En medio de este paréntesis informativo, sin embargo, se produjo la sorprendente declaración de Silveira Cañizares, el Señor de los Remolcadores, que impasible el ademán declaró, pese a haber jurado decir la verdad, que el RIA DE VIGO no negoció contrato alguno con Smit Salvage. Tras esa afirmación, que choca frontalmente con otras declaraciones y con abundante documentación que prueba lo contrario, el deber de un medio informativo es silenciar prudentemente lo que el señor Silveira añadió a su declaración. Para qué.
En estos días ha regresado al juicio el debate marítimo sobre el estado del buque, el alcance de la avería del día 13 de noviembre por la tarde, la actuación del capitán Mangouras para adrizar y salvar el buque, y las decisiones de las autoridades para gestionar el siniestro.
Sobre casi todo ello declararon los capitanes de la marina mercante Fernando Cayuela y Francisco Joaquín Montero, ambos profesores en sendas escuelas superiores de náutica. Sus declaraciones fueron un pasteleo insípido, impropio de sus mimbres académicos y profesionales. “El capitán Mangouras hizo lo que él creyó que debía hacer”, declara Cayuela. A esa obviedad, añade que el lastrado de los tanques vacios de babor para adrizar el buque fue una decisión “muy arriesgada”. En esa línea de declaraciones genéricas, sin analizar la situación real y concreta del accidente, siguieron ambos peritos hablando de que es mejor deslastrar que lastrar (más que una obviedad, una simpleza), y para ilustrar el tema mezclaron al ERIKA, naufragado en diciembre de 1999, cuyo accidente apenas tiene analogías con el PRESTIGE.
Cayuela y Montero escribieron un informe por cuenta del Gobierno vasco, cuya apresurada redacción les llevó a cometer algunos errores de bulto, como por ejemplo errar en cuanto al calado máximo permitido para el PRESTIGE de acuerdo con lo establecido en el Convenio internacional sobre Líneas de Carga (Load Lines, en inglés).
Más graciosa resultó la declaración de los autores de un informe de la empresa Siport XXI que concluye, tras una amañada simulación, que el PRESTIGE no podía entrar en Corcubión, pues los riesgos y peligros eran monumentales. De esas simulaciones a la carta, Siport XXI puede ser considerada una autoridad. Con el mismo desparpajo con el que su “simulación” da fuerte riesgos para meter el PRESTIGE en Corcubión, con una entrada de 8 kilómetros, entrega otra “simulación” donde un buque de pasaje de 150 metros de eslora, sin máquina, se mete en una dársena de 50 metros de boca sin ningún problema. El problema de estas simulaciones a la carta, sin ningún rigor, es que puede haber gente que no adviertan el fraude y que con esos resultados tomen decisiones claramente erróneas.