La historia se repite. Un pesquero sale de puerto y no regresa. Ha naufragado al tropezar con un bajo, o por una pérdida de estabilidad que lo ha puesto quilla al sol, o ha sufrido un abordaje cuyos daños lo han llevado al fondo del mar. Investigar la verdad y las causas del siniestro es labor de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (CIAIM), un organismo que tiene, al parecer, los días contados y del que nadie llorará su desaparición, al menos hasta que el macroorganismo de investigación de accidentes marítimos, aéreos y terrestres que prepara el Ministerio de Transportes caiga en el pozo de corrupción y amiguismo al que parecen condenados los órganos de investigación y control pergeñados por los Gobiernos españoles. Hay que saber por qué ha embarrancado, cual es la razón de la pérdida de estabilidad y cómo se produjo la colisión.
Pero hay sucesos en los que reina la confusión mediática y en los que se hace difícil adivinar un atisbo de verdad sobre el siniestro. Es el caso del pesquero RUA MAR, construido en acero en 1997, 14 metros de eslora y 117,65 kW (160 CV), según los datos de la Secretaría General de Pesca, autorizado a faenar con artes menores (artes de enmalle, aparejos de anzuelo y nasas), con puerto base en Barbate. Es decir, un pesquero artesanal que tenía limitado su radio de acción y su actividad.
LOS HECHOS
El barco salió del puerto de Barbate en la noche del 22 de enero, miércoles y unas horas después, madrugada del jueves 23, se recibió en el Centro Nacional de Coordinación de Salvamento, ¡en Madrid!, la señal de la radiobaliza del pesquero, que se activa de forma automática al caer al mar y transmite los datos del barco en el que estaba instalada y su posición (latitud y longitud). Desde Madrid pusieron sobre aviso al Centro de Coordinación de Salvamento (CCS) de Tarifa, el más próximo a la posición recibida de la radiobaliza.
Los técnicos del CCS decidieron activar el helicóptero disponible, el SASEMAR 207, el medio más rápido para llegar a la zona y salvar a los náufragos, si es que la activación de la radiobaliza no había resultado una falsa alarma, cosa nada infrecuente. Vieron la radiobaliza y nada más. Simultáneamente, el CCS activó medios marinos (una lancha conocida como ‘salvamar’), e informó a Marina Mercante y a otros organismos (Armada, Guardia Civil, Subdelegación del Gobierno de Cádiz, etc.) de la desaparición del pesquero. Todas las alarmas estaban encendidas, pues si el único aviso procedía de la radiobaliza, eso quería decir que ningún tripulante había tenido tiempo de lanzar un mayday o cualquier otra señal de socorro. Mal asunto.
Hace poco más de un año, por citar el más próximo en el tiempo, se había producido en aguas de Galicia un suceso similar. El pesquero SIN QUERER DOS se había hundido el 19 de diciembre de 2018, de forma instantánea por perdida de estabilidad, a unas 4,5 millas al sur de Finisterre. Como ahora, la única señal que llegó a los centros de Salvamento Marítimo procedía de la radiobaliza.
En la hipótesis de una fatal pérdida de estabilidad del RUA MAR, Sasemar movilizó todos los medios a su alcance para rastrear el fondo del mar en la zona próxima a la posición emitida por la radiobaliza. Contaron con medios de la Armada, de la Guardia Civil y del Instituto Español de Oceanografía. Sin resultado hasta ahora.

Helicópteros de Sasemar
La hipótesis de una repentina pérdida de estabilidad, que no diera tiempo a los tripulantes de activar cualquier señal de socorro, está avalada, además de por las experiencias anteriores, por el conocimiento probado que se tiene de la escasa estabilidad del RUA MAR, bien conocida por quienes en su momento patronearon o tripularon el pesquero. Se sabe además que en una reciente reparación en Cádiz se le añadieron pesos en la parte alta de la superestructura. O sea que, en condiciones normales, el centro de gravedad del barco está muy alto y la altura metacéntrica resulta muy justa. Si a ello añadimos que el pesquero salió de puerto con unos 1.500 litros de gasoil en los tanques de doble fondo, donde caben unos 12.000, fácil es inferir que la hipótesis del vuelco e inmediato hundimiento del barco se sostiene en una base sólida.
LA GUARDIA CIVIL
En busca de restos del naufragio, se halló la balsa salvavidas del pesquero (cerrada, pues en los pesqueros aún se estiban en cubierta de manera indebida, salvo excepciones), algún bidón y poco más. Y el domingo 28 apareció el cuerpo sin vida del patrón; al día siguiente apareció el de un marinero. La gravedad indiciaria del suceso, con claras connotaciones de orden público al haber personas muertas y desaparecidas, provocó un serio aumento de la presencia operativa de la Guardia Civil, actuando como policía judicial, hasta el punto de que un diario de tirada nacional, El Mundo, hablara a última hora del viernes 24 de “Salvamento Marítimo de la Guardia Civil”. Un error del periodista, sin duda, pero que ha puesto sobre aviso a muchas personas relacionadas profesionalmente con el universo marítimo, conocedoras del origen maulero (y marrullero) del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, y del poderío y la capacidad de absorción de la Benemérita. La decisión del segundo Gobierno de Felipe González, contra la opinión muy mayoritaria de los ministerios implicados (excepto Interior, claro), de crear la Guardia Civil del Mar y no un servicio de guardacostas civil, más o menos conectado con la Armada, se ha demostrado errónea, con duplicaciones y disfunciones que podrían haberse evitado.

Pesqueros en el puerto de Barbate (foto Juan Daza)
LOS RUIDOS MEDIÁTICOS
En el suceso del RUA MAR ha estallado de forma muy ruidosa un fenómeno perverso provocado por los medios de comunicación, inducidos desde los centros desde donde se maneja, se filtra, se difunde o se silencia la información. Desde hace dos días, todos los medios de prensa, escrita, audiovisual, analógica o digital se refieren al naufragio del pesquero de Barbate, donde presumiblemente ha muerto toda su dotación, 6 personas, como un caso de narcotráfico. Desde la Audiencia Nacional, al parecer, se ha propagado, que el barco estaba cargado de hachís cuando se hundió. Era, por tanto, un barco delincuente, tripulado por delincuentes (¿y mafiosos?) que bien podría ser que hubieran pagado con sus vidas el delito que venían cometiendo. ¿Cómo saben que estaba cargado de hachís? Pues si lo saben no lo dicen, pero todos los medios han publicado la noticia, cuyo efecto (no sé si también su objetivo), ha sido difuminar el naufragio y borrar la muerte de seis hombres de mar; y de añadida, para una opinión pública poco versada en temas marítimos, pensar que el naufragio se debió precisamente a ese peligroso cargamento: hachís nada menos.
La noticia del hachís ha hecho que desapareciera toda la información que hablaba de las causas del siniestro. Pero todos los profesionales saben que la carga de hachís, de ser cierta, sólo se sería un dato poco relevante de la causa del hundimiento por falta de estabilidad.
A este ruido mediático, que ha convertido un accidente marítimo en una película de narcos, hay que añadir el clásico oportunismo de quienes se mueren si no aparecen en los medios, aunque sea a base de mentiras y tergiversaciones que envuelven en el sensacionalismo más estúpido, pero que los medios suelen comprar. Por ejemplo, las notas de prensa de ese sindicato de desnortados sin rumbo que responden a las siglas de CGT (Confederación General del Trabajo), curiosamente con cierta implantación en Sasemar, que afirman que sus compañeros en el CCS Tarifa y en la sede central de Madrid, no pusieron todos los medios a su alcance en la búsqueda del RUA MAR. Intuyo que ellos saben que ha ocurrido justamente lo contrario. Sasemar ha puesto en juego muchos más medios de los técnicamente necesarios por la presión mediática y social que les exigía seguir buscando, como fuera, a cualquier precio, aunque los profesionales supieran que era inútil y que nada encontrarían.
LA POSIBILIDAD DE UN ABORDAJE
Desdeñando por fantasiosas y sin base real otras hipótesis, como la del secuestro del pesquero y su viaje a algún puerto marroquí, se podía conjeturar que el RUA MAR abordó o fue abordado por un mercante de grandes dimensiones que lo hubiera echado a pique. Esa posibilidad ha sido investigada a conciencia, se han contactado los buques que navegaban por la zona a la hora en que se activó la radiobaliza y el resultado ha sido negativo. Hay que tener en cuenta, además, que el abordaje no hubiera producido un hundimiento tan rápido que no dejara tiempo a los tripulantes de activar alguna señal de socorro. El RUA MAR era un pequeño pesquero muy compartimentado, de modo que la inundación de una parte del barco no supondría el naufragio inmediato.