Todavía no se comprenden bien los mecanismos individuales y sociales que permiten que un hecho, una noticia o un prejuicio aniden en la sociedad y se conviertan en lugar común, compartido por la mayoría de las personas. Los ejemplos son abundantes. ¿Por qué la manada de los sanfermines provocó una reacción tan furiosa y masiva cuando el perjuicio causado fue menor? ¿Por qué, en las mismas fechas, delitos sexuales más graves, que afectaban a niñas y niños, con graves daños constatados, no levantaron reacción social alguna? ¿Por qué nos manifestamos contra el “racismo en Estados Unidos”, con pancartas deleznables, cuando pasamos por alto agresiones más cercanas y de la misma gravedad? Sin duda, los medios de comunicación -con la televisión a la cabeza- tiene mucho que ver, pero no lo explican todo. Noticias repetidas hasta la saciedad no consiguen ese efecto y, en ocasiones, suscitan el efecto contrario.
El pasado domingo, 14 de junio, publicó El Periódico de Cataluña un artículo de Andreu Claret, “Huida hacia el pasado”, que criticaba el afán revisionista del pasado, algunos de cuyos ejemplos rozan el delirio. Por ejemplo, el veto a “Lo que el viento se llevó”, acusada de racismo. Menos derribar estatuas y más aprobar leyes. Menos quitar películas y más reescribir libros d Historia, escribía Andreu Claret. Pero en un párrafo anterior afirmaba: No estoy en contra de descabalgar las efigies más ofensivas, como hizo el Ayuntamiento con el marqués de Comillas, reconocido negrero del siglo XIX. ¿Reconocido negrero Antonio López López, nombrado marqués de Comillas por haber creado a mediados del siglo XIX la mayor naviera española, la única que podía compararse con las majors británicas?
Andreu Claret es un magnífico periodista y un buen escritor, con quien compartí los estudios de periodismo (1970-1973) y el cúmulo de inquietudes sociales y políticas de dos jóvenes contrarios a la mediocridad y la represión de la dictadura franquista. Un profesional al que admiro. ¿Por qué un periodista culto e inteligente da por buena la mentira de que Antonio López fue un negrero? Claret sostiene que el Ayuntamiento que preside la señora Colau acertó derribando el monumento que la ciudad le dedicó, a su muerte en 1881, al hombre que hizo posible la arquitectura de Gaudí (el templo de la sagrada familia, el parque Güell…) y que trajo a Barcelona la sede de Trasatlántica y de casi todas las empresas que creó. ¿Habría que derribar la sagrada familia, una obra contaminada pues, según dicen, se construyó con la sangre del tráfico de esclavos?

Trasatlántico MARQUÉS DE COMILLAS, hacia 1950
No hay ninguna prueba, ninguna, ni siquiera indicios que demuestren que Antonio López armó barcos para transportar esclavos de África a América, salvo el libelo difamatorio escrito por un cuñado resentido y la simpleza de algún licenciado en Historia, afanoso por llegar a ser considerado historiador, que llega a la conclusión de que Antonio López fue un negrero porque hizo parte de su fortuna en años durante los cuales creció el tráfico negrero; algo así como si hoy dijéramos que Amancio Ortega fue un narcotraficante porque hizo su fortuna, no por crear una empresa formidable, Inditex, sino porque en los mismo años creció en Galicia el tráfico de drogas. Ninguna prueba, ni documental ni de fuente autorizada, que permita corroborar el origen negrero de la fortuna que el futuro marqués de Comillas empezó a amasar en Cuba. Por el contrario, son abrumadoras las evidencias que prueban que Antonio López no se dedicó al tráfico negrero. Ni armó jamás barcos adecuados a ese tráfico, ni los estudios que han analizado seriamente el transporte de negros de África a América mencionan una sola vez su nombre.
¿Cómo destruir esa infamia? La Asociación Catalana de Capitanes de la Marina Mercante (ACCMM), ya emitió un sólido comunicado de denuncia contra el Ayuntamiento de Barcelona por el derribo de la estatua del marqués de Comillas. Este diario digital ha publicado un buen número de artículos, bien documentados, poniendo en evidencia la mentira. Tal vez sea necesario que la sociedad civil reaccione ante las infamias y abandone el membrillismo que caracteriza a quienes disfrazan su cobardía hablando de prudencia. Por ejemplo, ni la Asociación de Navieros Españoles (ANAVE), ni Fomento del Trabajo, en Cataluña, ni asociación civil alguna, se atrevió a levantar la voz para protestar, al menos eso, contra el derribo del monumento a Antonio López o contra la retirada del nombre del almirante Cervera (por facha, dijo la señora Colau de un marino que murió en 1909, cuando Benito Mussolini estaba afiliado al Partido Socialista italiano), del nomenclátor de Barcelona.
Ya está bien de consentir la mentira y de acostumbrarnos a convivir con ellas. Nos iría muy bien un poco de valor y de coraje cívico.
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