Fomento de Construcciones y Contratas decidió, por razones ajenas a su negocio del Port Vell, vender los derechos concesionales a un inversor radicado en Inglaterra, Salamanca Investments (SI). Éste recogió el viejo proyecto de FCC y decidió llevarlo a cabo. Estaba dispuesto a invertir el dinero preciso para ello. La Autoridad Portuaria de Barcelona (APB), titular del espacio concesionado, y el Ayuntamiento de la ciudad, entonces con mayoría del Partido Socialista, se mostraron plenamente de acuerdo. Un proyecto sencillo, viable, excelente para la ciudad y para los intereses marítimos. Naturalmente, requirieron a la empresa concesionaria algunos retoques al proyecto (limitación de volúmenes a construir, mantener la transparencia del puerto, etc.), que ésta, por supuesto, aceptó. Hasta aquí todo discurría dentro de lo normal.
Un buen día apareció una sedicente “Plataforma defensem el Port Vell” anunciando el caos, el apocalipsis, la ruina de la ciudad si se permitía la ejecución del proyecto de remodelación del Port Vell. El griterío de la plataforma contó, así son las cosas, con el apoyo de algunas instituciones del barrio marinero de Barcelona, la Barceloneta, que tal vez de buena fe creyeron las barbaridades pregonadas por la plataforma. Que si se iba a privatizar el puerto, que si se iba a desnaturalizar el barrio, que si se iba a hurtar a la ciudad un espacio público, que si el inversor inglés era un monstruo sin entrañas enfermo de codicia y maldad, que si la seguridad del puerto estaba amenazada, etc. etc. Incluso, con visión de vidente de medianoche, auguraron un escándalo especulativo en el barrio que, naturalmente, estaba ligado a la remodelación del Port Vell. Todo un despropósito.
Nada de ello tenía el más mínimo fundamento. La privatización es imposible, ya que estamos ante un espacio del dominio público marítimo terrestre. Lo de la desnaturalización del barrio constituye una falacia inexplicable y un concepto reaccionario. La prtesunta maldad y codicia de Salamanca Investments, un ejemplo de demagogia pueril. Y lo de la seguridad, un despropósito sin pies ni cabeza, añadido a los argumentos anteriores por si colaba.
La concesión existe desde 1992, el puerto funciona correctamente y su existencia ha mejorado la economía del barrio de la Barceloneta. Son datos incuestionables.
La propuesta del concesionario, una apuesta de negocio, por supuesto, había de redundar en beneficio de la ciudad, y así lo han entendido tanto la APB como el Ayuntamiento de Barcelona (ahora gobernado por CiU).
Como el griterío negativo apenas convencía a nadie, los muñidores de la plataforma añadieron al argumentario algunos lugares comunes sobre la dedicación del espacio a otros fines diferentes a los portuarios que tiene atribuidos: que si la maritimidad (sic) de Barcelona exigía otra cosa, que si el puerto ha de estar integrado en el barrio, que si la valla de protección esconde intenciones ocultas, etc. etc.
Ante argumentos tan pobres y falacias tan groseras cada día son más los que se preguntan, ¿a quién sirve la sedicente plataforma? ¿A un competidor con quien han acordado hacer el trabajo sucio? ¿A una sociedad en pugna con el actual concesionario por negocios en los que están enfrentados? ¿A quién sirve la plataforma? ¿A la frustración irredenta de algún iluminado o iluminada?, ¿a alguna ideología marginal de tintes demagógicos?
Estamos acostumbrados a callar ante el matonismo de quienes utilizando argumentos aparentemente progresistas se dedican a armar jaleo y confundir a la sociedad para defender intereses desconocidos, incluso inconfesables. Tal vez ha llegado el momento de imponer la cordura ante el griterío de los matones.
La reconversión del Port Vell de Barcelona beneficia a cuantos trabajan en el ámbito marítimo y portuario, beneficia económicamente a la ciudad, particularmente al barrio más próximo, la Barceloneta, y supone una bendición en estos momentos de crisis y atonía económica. Esa es la verdad. Los inventados perjuicios que pregona la sedicente plataforma son sólo eso, mentiras interesadas y demagogia de pésimo gusto.